Las montañas de Pensilvania, como otros lugares, estaban hermosamente cubiertos de blanco.
Por la reciente caída de la nieve, esta era suave; y todo aquello que cayera, amortiguaba su peso, incluido un cuerpo, el cual, debido a las horas transcurridas, yacía también cubierto, pero descubierto por el líder de seis perros que jalaban un trineo.
Su conductor se trataba de una jovencita de trece años de edad que tres veces a la semana se dirigía a la escuela del condado más cercano.
Debido al temporal, Beaver, que era su nombre, ya había faltado dos días, y con ese, iba a ser el tercero; ya que, una vez divisado el cuerpo, bajó de su transporte para regresar a casa y pedir ayuda.
Esta llegó con tres hombres bastante fornidos y a caballo; sin embargo, solo uno de ellos se dedicó a revisar al hallazgo.
— Su pulso es escaso, pero sigue viva.
— Llevémosla al doctor como dijo el patrón.
— No, mejor a casa. Está más cerca.
— Pero, tu padre, Beaver.
— ¡Yo la encontré, Scott, y por lo mismo ella es mi responsabilidad!
— A tu padre no le gustará, chiquilla.
— ¡No me importa, si no la vida de esta mujer! ¡¿Es difícil entender?!
La pose y la mirada iracunda de Beaver, consiguió que dos hombres se miraran entrambos; y es que también, el tercero de ellos, sin decir una palabra, se dispuso a acatar la orden de su joven patrona; y en el caballo en que llegara la subió, encargándose él de llevar el trineo de Beaver quien se montara en el trabajador que le retobara.
. . . . .
Atravesando la montaña, aquella pequeña caravana empezó su travesía, tomándoles en llegar a casa de Beaver menos de treinta minutos, en los cuales, varias veces escucharon quejar a la desafortunada Candy, pero una vez gritar, en cuanto arribaron arriba, al padre de la jovencita:
— ¡Scott, ¿cuál fue mi orden respecto a esto?!
— ¡Tú no eres el único dueño de esta propiedad! Así que, sino ayudas tampoco estorbes.
Beaver hubo usado el mismo tono hacia aquel ser de grotesca facción, pero sí de elegante porte elegante que no tuvo de otra más que dar el paso al hombre que ya llevaba en brazos a Candy, la cual peleaba por despertar.
Al hacerlo, varias horas después, la rubia enfermera se dedicó a mirar todo a su alrededor.
El interior de esa cabaña era la digna de un excelente cazador.
Increíblemente, lo era Beaver a sus escasos trece años de edad.
— ¿Tú... h-hiciste... t-todo eso?
— Mis primeros trofeos — respondió una orgullosa chica; y por el rostro de la otra, se tuvo que cuestionar: — ¿Me lo recriminas?
Candy optó por mantenerse callada, y fijar su mirada en el alce disecado.
— No me creas tan cruel — dijo Beaver. — Por este lado de la montaña, o son ellos o eres tú.
— Me lo imagino — respondió Candy; y debido a que cerró los ojos, se inquiría:
— ¿Quieres quedarte sola?
— ¿Dónde estoy? — preguntó la convaleciente.
— Justamente en medio de las montañas Appalachian que atraviesan en Pensilvania.
— Y tú, ¿eres de aquí?
— Del pueblo sí, pero también esto es mío. Ahora, dime tú, ¿de dónde vienes? ¿qué hacías a metros de distancia de los rieles? ¿cómo es que llegaste aquí?
— ¿Ahí... me encontraste?
— Ruso lo hizo.
— ¿Ru...so?
— Es mi perro husky.
— Entiendo — dijo Candy.
Consiguientemente, la enfermera se dispuso a quitarse las gruesas cobijas, pero al intentar moverse... falló; por lo mismo hizo un nuevo intento, empezando a reflejarse en su rostro... el terror.
— ¿Qué tienes? ¿Qué pasa? — comenzó a cuestionar Beaver
— No sé. Mis piernas... no me responden.
— Tienes que darle tiempo a tu cuerpo de calentarse. Si venías en el tren que pasa a la primera hora del día, estuviste siete bajo la nieve. Es normal que te sientas entumida o inclusive imposibilitada para moverte.
— Sí, tienes razón — dijo Candy para alentar lo dicho por Beaver, quien ofrecía:
— ¿Quieres comer algo? Si sí, tienes que probar un guiso que hice ayer.
— Siempre y cuando sea algo sumamente caliente. Tengo muchos escalofríos.
— Está bien. En seguida vuelvo...
— Can...dy — dio su nombre.
— Candy — repitió Beaver y sonrió; segundo siguiente se dispuso a salir dejando a la enferma sola y pensativa.
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SUEÑO TRUNCADO
FanficLa ilusión de verse los hubo perseguido desde que ambos dejaran el colegio. Afuera de éste, y dentro de otro ambiente, la ilusión se tornaría en separación. * * * * * * * * Historia primera vez escrita el 10 de Septiembre de 2019. Historia compartid...