Capítulo 81

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Capítulo 81

-¿De verdad no recuerdas que lo hiciste? –Pregunté lentamente, dudando, mientras Carlisle miraba la radiografía de mi mano, pero al terminar de hablar dejó de contemplarla para girarse y mirarme a los ojos con una total solemnidad.

-Jamás te mentiría en algo así. Sólo recuerdo que estuvo en mi consulta, sé que me hizo algo. Eric nos ayudará a desvelar la verdad.

-De momento no puedo estar aquí, Carlisle. No puedo olvidarme de aquello, y aunque no tengas la culpa... –tomé aire profundamente, guardando silencio para después seguir- No estoy preparada aún.

-Lo entiendo. Esperaré lo que haga falta.

-Gracias. –Murmuré a la par que me levantaba de su escritorio donde había estado sentada, dirigiéndome entonces a la salida mientras él se quedaba contemplándome en silencio.

Bajé con lentitud las escaleras pensando en todo aquel lío. Estaba totalmente perdida entre una marea de pensamientos y posibilidades que me aterraban, pero a pesar de todo ello quería más que nada descubrir la verdad.

En el momento en el cual pisé el suelo del salón, Albert junto con sus tíos se levantaron de los sofás. El niño vino corriendo para abrazarme con fuerza.

-Estoy bien, cariño. ¿Ves? No ha sido nada. –Hablé con una sonrisa mientras alzaba la mano escayolada, pero el rubio volvió a abrazarme sin mudar su expresión de preocupación.

Carlisle apareció justo detrás de nosotros. Su voz serena y reconfortante me hizo exaltarme levemente.

-Todo está bien, hijo. Mamá se pondrá bien pronto.

-¿Eso significa que va a volver a vivir con nosotros?

Ambos nos miramos fugazmente con tristeza. Intenté pensar en las palabras adecuadas, pero mi cerebro iba demasiado lento con todo aquello, por lo cual Carlisle se adelantó.

-Aún no. Tu madre necesita un par de días para poner en orden sus pensamientos.

-Pero vais a volver, ¿verdad? –Preguntó esperanzado, observando atentamente el rostro de Carlisle, quien me lanzó una mirada en busca de la respuesta.

-Todo saldrá bien, cielo. Tranquilo. ¿Sabes? creo que he pasado demasiado tiempo lejos de ti, así que, si a tu padre y a tus tíos les parece bien, me quedaré esta noche contigo. –No podía evitar sentirme terriblemente culpable al saber que Albert estaba sufriendo con todo aquel asunto. Él no se lo merecía.

-Esta es tu casa también, Nadine. –Respondió Carlisle con calma mientras fijaba sus ojos, aún negros, en los míos, haciéndome sentir nerviosa. Le sonreí levemente para después abrazar a Albert de nuevo, escuchándole decir que estaba muy contento por aquello.


-Albert, debes irte a dormir ya. Son casi las dos de la madrugada, hijo. –Hablé mientras abría la cama del niño, observándome, aún sosteniendo un álbum de fotos que habíamos estado viendo.

-Mañana no hay clase, mamá. Esta es nuestra noche, me lo prometiste.

-Sí, lo sé, pero cielo, no me gustaría mal acostumbrarte; no quiero que tu padre me eche la bronca luego.

El sonido de unos golpes procedentes de una de las habitaciones del segundo piso hizo que ambos nos desviáramos del tema y observásemos la puerta.

-Quédate aquí, voy a ver que ocurre, ¿vale? Por favor. –Añadí seria antes de que pudiera rechistar. Salí después de verlo asentir sin mucho afán y me dirigí por el pasillo hasta la sala de la cual provenía el sonido. Era del dormitorio que Carlisle y yo habíamos compartido durante años. Pegué la oreja a la puerta y escuché con sorpresa y miedo la voz de Inga.

-¿Qué te parece si repetimos lo de la última vez? Oh, claro, no lo recuerdas. –La voz de la vampiresa se torno más sensual.

-Oye, me he enterado de lo que sucedió y no sé cómo lo hiciste, pero voy a pedirte que me dejes en paz una última vez.

No sé lo que ocurrió después de aquella frase, aunque me lo podía imaginar con escuchar la voz seria y malhumorada de Carlisle segundos después.

-Para. Oye, amo a mi mujer y ambos hemos sufrido ya bastante por tu culpa. Vete, Inga.

Me sobresalté al escuchar un fuerte golpe contra una de las paredes del cuarto, y después la voz de la vampiresa susurró enfurecida.

-Vas a querer estar conmigo por encima de todo, al igual que me deseas tanto que no puedes evitar lo que estas a punto de hacer.

De inmediato abrí la puerta y me adentré en la estancia decidida a pillar a la rubia. Observé a Carlisle muy cerca de ella, dispuesto a besarla.

Empujé a la mujer con todas mis fuerzas, apartándola del rubio, para después sujetar una de sus manos, rebuscando en su mente imágenes del pasado que me explicaran lo que acababa de pasar. Efectivamente, era lo que me imaginaba.

Pude ver como la vampiresa observaba fijamente a los ojos a cientos de hombres de diferentes razas y épocas, mientras les murmuraba lo que quería que hicieran, y estos automáticamente después respondían a sus deseos de forma ferviente.

Me deshice de su mano cuando tuve suficiente y contemplé su cara con asco y sorpresa. No podía creer que alguien fuera tan patético y maléfico.

-Tienes poderes, puedes hipnotizar como Eric. ¿Ese era tu truco? ¿No te parece algo sumamente rastrero?

-Consigo lo que quiero, cuando lo quiero. Algunas no tenemos la misma suerte que tú y ser correspondidas por el hombre al que amamos. –Soltó mirándome con algo de rabia mientras yo fruncía el ceño, extrañada. –Sí, no me mires así, no siempre ocurre lo que se desea, pero te diré algo; cuida lo que tienes, porque en cualquier momento otra puede venir y quitártelo, pero quizás llegue el día en el que ocurra sin poderes.

Acto seguido, Inga desapareció vertiginosamente por la ventana del cuarto, dejándome abatida tras aquellas palabras. Tenía razón, todo podía suceder sin que ninguno tuviéramos la culpa, ella no era un problema; el problema estaba fuera constantemente, estaba en el paso del tiempo, en mi envejecimiento y en el amor, ya que el amor y el deseo surgían de forma inesperada sin que uno pudiera darse cuenta.

¡Saludos, y muchas gracias!

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