Pov Christian.
Ya estamos de vuelta en Seattle, estamos en la casa de Ana en una cena que se ha preparado para celebrar su cumpleaños otra vez.
A pesar de estar disfrutando de la compañía de todos, no puedo dejar de pensar en que voy a hacer con Elena mañana, debo librarme de ir, pero aún no sé cómo.
─Christian, que bueno que te encuentro─ me dice Ray─ mi hija me ha dicho que te interesan las ciencias empresariales, y que desde ya quieres involucrarte en ellas─ me dice.
─Si, así es─ Le confirmó lo que Ana le había dicho.
─Bueno ¿qué piensas de trabajar como aprendiz en mi empresa después de clases?─ me dice y me quedo sorprendido.
─¿De verdad?─ le pregunto aún sin creer lo que me ha dicho.
─Por su puesto─ dice─ entonces, ¿aceptas?─ me pregunta.
─Por supuesto que sí, pero primero debo hablar con mis padres─ le digo, aunque no creo que se opongan.
─Ya hablé con ellos, y no tienen problemas siempre y cuando no descuides la escuela─ me dice─ ¿hecho?─ me extiende la mano.
─Por supuesto─ contestó feliz correspondiéndole la mano. Es genial poder ir aprendiendo de manera real cómo se cierran los negocios.
─Entonces, empiezas mañana después de que traigas a Ana─ me dice, y se va a hablar con mis padres. Por mi parte voy con Ana que está con Kate y mi hermana que están hablando no sé de que, sin que Ana lo espere la abrazo.
─Gracias─ le digo feliz.
─¿Por qué?─ preguntó haciéndose la inocente.
─Sabes muy bien porque─ le digo.
Lo que ha hecho me beneficia de muchas maneras.
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─¿Emocionado?─ me pregunta Ana, estamos regresando a casa después de la escuela.
─Se podría decir─ contestó con la mirada fija en la calle─ ¿cómo convenciste a tu papá, para que me diera trabajo?─ le pregunto con mucha curiosidad.
─No fue muy complicado, solo le dije que te gustaba esa área, además le agradas─ me dice con una sonrisa.
─Porque de seguro piensa que tú y yo solo somos amigos, nada más─le digo─ si él supiera lo que hago con su linda niña, en su habitación me castraría─ le digo.
─Exageras─ me dice sonriendo.
─No exagero nena─ le aseguro.
Dejo a Ana en su casa, y luego voy a la mía para cambiarme de ropa para mi primer día.
Espero que todo salga bien.
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─Bueno querido, dadas las nuevas circunstancias nuestras sesiones tendrán que ser los fines de semana─ me dice Elena y no se escucha para nada contenta.
─Si mi señora─ digo y ella cuelga la llamada.
Por el resto de la semana me he librado de ella, pero si también quiero estarlo el fin de semana debo tener una excusa muy, pero muy buena.
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Viernes.
¿Y si le digo a Ana?
¿Y si termina odiándome?
¿O mejor se lo digo a mis padres?
¿Cómo veré a mi madre a la cara después?
¿QUÉ DIABLOS HAGO?
Me he maltratado el cerebro estos últimos días buscando una solución, pero siempre termina con alguien que quiero mucho odiándome, no sé qué hacer y el sábado se está acercando.
Dejo mi mochila en mi escritorio y me tiro a la cama. Me ha ido muy bien trabajando con el papá de Ana en su empresa, hasta toma en cuenta las opiniones que doy en algunos momentos, me dice que tengo potencial para dirigir una empresa.
─¿Qué hiciste?─ escucho que me preguntan, levantó la mirada y me encuentro a Mia en el marco de mi puerta.
─¿A qué te refieres?─ le pregunto confundido.
─Escuche a nuestros padres, más bien a mamá….─
─Mia no deberías estar escuchando conversaciones a escondidas─ la interrumpo.
─Fue por accidente─ se defiende─ en fin, mamá le estaba diciendo a papá que tenía que hablar contigo de hombre a hombre, y que lo tenía que hacer hoy, por lo que viene mi pregunta, ¿qué hiciste?─ me preguntó de nuevo.
─Nada─ le respondo, y es verdad, me la he pasado de la casa a la escuela y de hay aquí de nuevo, dejo a Ana en su casa, vengo a cambiarme y me voy a la oficina del señor Steele, bueno ayer me quedé un rato más con Ana en su habitación, cobrando unos favores viejos, su padre estaba en una reunión y dijo que podía llegar más tarde.
No he hecho nada.
─Bueno…─ dice, pero es interrumpida por nuestro padre que entra a la habitación.
─Hija déjanos a solas, debo hablar con tu hermano─ dice mi padre.
Mia me da una mirada de “te lo dije” y sale de la habitación, mi papá toma la silla de mi escritorio y se sienta delante mío.
─¿Qué hay entre tu y Ana hijo?─ me cuestiona y lo miró confundido.
─Somos amigos─ contesto, quiero que seamos algo más, pero debo arreglar algo primero.
─Hijo, tu madre los vio ayer en la tarde por esa ventana─ me dice, dejándome mudo.
Mierda, mierda mierda, carajo.
─Yo...e…─ mierda que digo.
─¿Por eso te la pasabas aquí metido?─ pregunta.
─Si─ no tengo de otra que aceptarlo, ya me han atrapado.
─¿Tu hermano sabe de esto verdad?─ pregunta.
─Si─ lo termino aceptando, que caso tendría negarlo.
─¿Ray sabe sobre su relación?─ cuestiona mirándome en todo momento a los ojos.
─No lo sé─ contesto─ va a matarme ¿verdad?─ sin duda no salgo vivo de ahí
─No si hablas con el primero, y dejas o más bien ambos deja eso de que solo son amigos─ me dice mi papá─ ¿se están cuidando?─ me pregunta, lo único que quiero es que la tierra me trague en este instante
─¿Tenemos que hablar sobre esto?─ le preguntó incómodo por esta charla.
─Tu madre me ha obligado, y si no lo hablamos tú y yo, vendrá ella─ me dice. ¡Joder! Eso sería aún peor.
No no no no no no no no no no no
─Si nos estamos cuidando─ le respondo sinceramente.
─Bien─ dice tranquilo y se levanta─ me alegra que estés feliz con ella hijo─ palmeó mi hombro y se va.
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─Justo como me gusta─ dice Elena complacida cuando la escucho entrar.
No tuve otra opción que tener que venir, es más difícil tomar una decisión ahora que mis padres saben que hay algo más entre Ana y yo.
El sonido de los largos tacones de Elena acercándose a mi me alertan, tengo un muy mal presentimiento de esta sesión, ella se detiene a mi lado y como su buen sumiso no puedo levantar la mirada a menos que ella me lo permita, pero si puedo ver que tiene el látigo de tiras en la mano.
─Sabes querido─ empieza a decir mientras peina mi cabello─ayer almorze con tu madre─ me dice y me tenso, entonces ella toma fuertemente mi cabello y hace que levante la mirada─ así que te revuelcas con la mocosa de tu vecina─ dice con ira seguido un impacto del látigo en mi espalda─ tú eres mío Christian ─ jala aún más mi cabello─ y al parecer debo recordarte eso…
Definitivamente, no tuve que haber venido.