Capítulo 24

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—¿Qué? –fue lo único que pudo salir de mi boca en apenas un susurro al escuchar tales palabras.

—Ya te he dicho que pocas veces ibas a oír esas palabras por mi parte –suspiró pensativo y finalmente siguió hablando–. Jane, no soy de expresar sentimientos ni de estar todos los días diciendo lo mucho que te quiero, prefiero demostrartelo.

—Y... ¿Por qué me dices esto ahora? –pregunté confusa, aún con las miradas fijas el uno en el otro.

—¿Y por qué no? –preguntó pícaro, con una sonrisa malvada y con algo de picardía en sus ojos.– Sabes que desde que nos vimos por primera vez siento esto por ti y ahora es cuando he tenido la valentía de admitirlo.

Asentí, era una situación agradable pero a la vez incómoda. Me quedé pensando. Pensando mucho, porque no entendía nada ¿Aiden no tenía novia? ¿Por qué Jacob me mentiría? ¿Acaso Jacob me dijo eso para que me alejara de Aiden porque esconde algo? ¿O lo hizo por Darikson? ¿Darik le diría que me dijese eso? Estaba hecha un lío y lo peor de todo que estaba comenzando a desconfiar de todos.

—Jane... No puedo esperar más... –anunció y fue directo a mi boca. Al principio era un beso lento, en el cual ni la punta de nuestras lenguas llegaba a rozarse. Pero de un momento a otro, el beso fue subiendo de tono.

El beso fue poniéndose más intenso, la llama estaba más prendida que nunca, el deseo nos consumía y el tiempo se nos iba echando encima. Ya no quería esperar más. No quería más interrupciones. Sólo quería su cuerpo y el mío, los dos, juntos, haciendo un contraste pero a la vez una gran melodía. No lo tenía comprobado pero aún así sabía que nosotros éramos una muy buena combinación.

—¿Quieres que pare? –preguntó después de dejar mis labios no sin antes dejar una mordida en el labio inferior.

—No quiero que pares nunca –dictaminé firme y eso pareció darle aún más morbo a todo.

Él se motivó más y pareció gustarle mucho aquella frase que pronuncié.

Atacó bruscamente mi cuello, dejando besos y mordidas, fue bajando poco a poco lo cual era un sufrimiento para mí. Llegó a mi vientre dejando besos húmedos y mientras iba tocando mis muslos de abajo arriba, mientras me miraba con cierta malicia, sabía que me moría de ganas porque empezase ya, y él sólo hacía que retrasarlo. Se deshizo de mi pijama tam rápido que hasta me costó procesar cómo lo pudo hacer en esa velocidad. Me quedé solamente con un tanga, pues no solía llevar sujetador.

Se quedó observándome por segundos que se me pasaron como horas: contemplando mi torso desnudo, mis muslos, mi zona íntima tapado por una sola tela, mis pechos al aire esperando un sólo roce de su parte, pero él no hacía nada, él sólo miraba, él solo me apreciaba. Me contemplaba como si fuera lo más valioso que hubiera visto nunca, como si todo el oro del mundo se concentrase en mi cuerpo, como si otras mujeres no fueran tan bellas o sexys como yo, porque entonces sólo existía yo, entonces él, sólo tenía ojos para mí.

Aún después de saber qué pensaba y por qué se quedó unos segundos admirándome, por inercia, rápidamente me incorporé para agarrar la manta de mi cama y cubrirme todo el cuerpo. Aiden alzó una ceja, como si aquello que había hecho fuera la mayor tontería que sus ojos habían detallado nunca:

—Es-es enserio, ¿Jane?

Me preguntó bastante serio. Ya no tenía ese tono de picardía ni deseo en sus ojos, ahora se habían convertido en arrecifes de hielo, ahora sólo era una mirada dura. Yo deslicé mi mirada hacia otro lado y decidí no contestar por mi parte.

—Si no quieres hacer nada quiero que sepas que jamás te obligaré a hacerlo, de eso debes de estar segura, jamás –dictaminó firme agarrándome la mejilla y dirigiendo mi cabeza hacia él para que le mirase–. Pero lo que no quiero que hagas nunca jamás es tener ese miedo, tener ese destello de tristeza, porque sólo con verte ¡Ya me pongo duro! Imagínate cuando te he visto sin nada, sólo con un tanga que te tapa aquello que tanto deseo probar, me la has puesto durísima, tanto que hasta duele –confesó y me reí por aquello último que dijo.

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⏰ Última actualización: Jan 08 ⏰

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