Extra, capítulo veintiuno

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Holis, perdón por la demora. Haré todo lo posible por publicar hoy mismo el capítulo veintidós de Malas decisiones. Por lo pronto disfruten de la lectura, recordando la empatía. 

El agua helada me golpeaba la piel, avivando mi cuerpo entumecido por las emociones. Había perdido la noción del tiempo y la voluntad para moverme, me encontraba inmóvil bajo la ducha, haciendo un esfuerzo por adaptarme a la incertidumbre que habitaba dentro de mi pecho.

Pese a los días transcurrido nada parecía volver a la normalidad, mi cuerpo y mi mente se negaban a regresar a su estado natural, alargando la tortura silenciosa que me quitaba el sueño. Las punzadas en mi vientre eran el recordatorio constante de que nada estaba bien, el llanto involuntario, el reflejo de ello.

Podía escuchar a lo lejos como mi teléfono no dejaba de vibrar sobre el lavabo. Las notificaciones estaban a punto de colapsarlo. Parecía que todo el mundo quería algo de mí. Estaba lidiando con las consecuencias de mi creciente notoriedad mientras me desmoronaba por dentro.

—¡Cami! —Me llamaron desde afuera, obligándome a salir del trance en el que había estado—. ¿Todo bien allí dentro? Tengo hora y media esperándote.

Ni siquiera sabía que Pablo estaba en casa, por ello me sobresalté al escucharlo. Respiré hondo y cerré los ojos reuniendo todo el valor que necesitaba para recomponerme.

—Salgo en cinco minutos.

Me tomó diez minutos reunir fuerzas para salir y enfrentarme a la única persona que quería tener cerca. Mientras me envolvía en la bata pude escuchar la voz de Pablo gracias a la puerta entreabierta. Estaba hablando por teléfono, sonando tenso y malhumorado.

Mis pies arrastrándose captaron su atención cuando me adentré a la habitación. Giró un poco el cuello para poder observarme, su postura delataba su estado anímico. Lucía preocupado, se veía agotado. Hizo un gesto con la mano derecha instándome a acercarme. Negué señalando el clóset y avancé hasta ahí, desesperada por ponerme algo de ropa y recostarme de nuevo en la cama.

Habían transcurrido los dos días que Nicole sugirió que me tomara para recuperarme. Sin embargo, me negaba a retomar todas mis actividades. Sentía no estar lista para abandonar la comodidad y refugio que me proporcionaba mi cama.

Tras vestirme, asomé la cabeza desde la puerta de mi clóset. Pablo se estaba pasando la mano por la cara, en un gesto que delataba fastidio, desesperación o confusión. Me moví lentamente hasta llegar hacia él, tragándome todas las emociones atoradas en mi garganta al verlo a los ojos.

¿Por qué a mí? ¿Por qué en ese momento? ¿Qué hice para provocarlo? ¿Cómo lo habría evitado? Los constantes cuestionamientos me llenaban de una inquietud con la que estaba siendo complicado lidiar. Esforzarme por mantener la calma era la única opción que encontré viable, ver a Pablo tan acongojado me empujó a ello.

—¿Estás bien? —pregunté tras detenerme frente a él.

La sonrisa que me ofreció al asentir fue más falsa que mi deseo de ser amable con todo el mundo. Recostó la cabeza en mis pechos, mientras sus brazos me rodeaban la cintura, obligándome a permanecer quieta al pie de la cama.

—Ahora estoy mejor. No, no respondas —pidió en un tono más bajo al escuchar el ruido que hacía mi teléfono vibrando.

Jamás me había tocado enfrentar algo tan complejo como lo que estaba viviendo, por ello no sabía como reaccionar. Nuestras vidas eran un caos de formas distintas. Me sentí perdida en medio de la desesperanza que reinaba por esos días.

—Regresaste temprano.

—Quería verte, si las cosas no estuvieran tan complicadas me quedaría contigo todo el día. ¿Cómo sigues?

Malas Decisiones Escenas extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora