-𝙻𝚊𝚜 𝚑𝚞𝚎𝚕𝚕𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚐𝚊𝚝𝚘.

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Mikasa Ackerman y Eren Jeager habían convivido desde que eran muy chicos, el tiempo que pasaban juntos era tanto, que llegaron a odiarse en la mayor parte de su vida, pero bueno, todo da un giro, no?

Sus familias tenían un lazo íntimo, ya que sus padres eran fieles amigos desde la secundaria. Compraron casas en el mismo vecindario, y por trágicos asuntos, sólo se tenían a ellos mismos. No visitas al abuelo, o tíos.

Todo era a la casa de al lado, cada celebración, cada suceso, era celebrado por sus enérgicos padres. Eren siempre había sentido molestia, debido a que cuando Mikasa los visitaba, se llevaba toda la atención de su madre. Esa fea asiática piel de fantasma le estaba arrebatando todo a  aquel impulsivo castaño de ojos esmeraldas. Los mimos excesivos de su madre, la delicadeza de su papá, y algo que le molestaba aún más, la atención de su medio hermano, Zeke.

Eren siempre había sido su favorito, bueno, desde que él nació, claro. Zeke vivía con ellos desde lo que recordaba, nació en un mal momento y tenía pocas oportunidades para su brillante futuro, y Dina, la ex pareja de su padre le entrego la custodia del rubio, para trabajar por ambos. Su madre, Carla, lo recibió con los brazos abiertos, él tan sólo era un niño con problemas de afecto, y ella estaba dispuesta a brindarle lo que fuera. Por años Eren había sido el centro de atención de aquella casa, todos los domingos, jugaban béisbol en el patio de su casa, Zeke era un maestro en ello, según sus relatos, había tenido un amigo quién le enseñaba diariamente.

Pero ya nada era así, esa tonta había acaparado todo lo que era suyo, y él era lo suficientemente egoísta para luchar por ello.

—Oye, fea. —Su voz infantil sonaba molesta, estaba al límite. —Vete a tu casa y deja en paz a mis cosas, no molestes. —Un ceño fruncido y su inocente rostro, ojos esmeralda destellantes de furia.

—¿Huh? —Mikasa no entendía lo que estaba pasando, ella sólo quería jugar un poco. Hace dos meses sus padres se había mudado a este lugar, era una niña bastante tímida. Eren era muy rudo con ella, y le costaba socializar, Zeke se había ofrecido a ser su amigo.

—Oye, Eren. No seas así con la pequeña Mikasa. —Regañó Zeke, estaba cansado de las actitudes caprichosas de su pequeño hermano.

—¿T-tengo que irme? —La dulce voz de la fémina apenas fue escuchada por los hermanos, la vergüenza la estaba consumiendo.

—¡SÍ! ¡No quiero que estés aquí! Sólo quieres quitarme todo. —Alegó Eren furioso.

—Basta, Eren. —Intervino Zeke. En verdad se estaba cansando de sus actitudes egoístas. —Sólo estás celoso porque ya no eres la fuente de atención, acepta a Mikasa y conviviremos felices, es todo.

—No, ella cree que puede ganarme en todo.

—Yo mejor me voy... —Mikasa entregó cuidadosamente a Zeke la pequeña pelota con la que jugaban, y cruzó el patio, entrando a la cocina donde todos se encontraban.

—Oh, Mikasa. —Su madre llamó. —¿Qué pasó, mi niña? Ya no estás jugando con los chicos.

—Lo que pasó es que me siento ma- —Ella intento excusarse, pero el hermano mayor de Eren intervino nuevamente.

—Disculpe la intromisión, señora Ackerman. —Esta le dió una sonrisa genuina, indicando que todo estaba bien. —Ella estaba jugando conmigo, pero Eren la insulto y le pidió que se marchara.

Eren quién estaba atrás de Zeke, prendió en furia, no esperaba que su hermano lo delatara, y menos cuando los Ackerman estaban aquí. Carla al escuchar la confesión, apartó a Zeke y tomo con un poco de fuerza la oreja de su hijo, preparada para darle un buen sermón:

❅➢𝚁𝚎𝚕𝚒𝚚𝚞𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝙼𝚎𝚗𝚝𝚎.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora