Culpa mía.

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Corazón de hierro,
déjame fundirme en tu pecho, conseguir que sístole y diástole me cojan de la mano en plena Gran Vía,
que tu voz me vista de invierno y que Neruda sepa cómo dictar nuestra historia.
Aprendí que en el amor, sufrimos queriendo, y queremos,
sin querer, como decía Salem; y que por muy jodido que esté el camino, a fin de cuentas son tus pasos los que determinan el trayecto.
No tengo muy claro el concepto de necesitar a alguien, quizás sea porque le puse tu nombre desde el principio y lo clavé en el tablón junto a nuestra foto. Culpa mía. Jamás supe que hasta el mismísimo oxígeno que nos rodea se quedaría sin aliento al nombrarte, qué ingenua me creía por entonces y qué forma de echarte de menos tengo ahora.

En tu métrica me desangro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora