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Nada más lograba apartar mi atención de la escena desoladora que se desplegaba ante mis ojos, salvo por una figura que destacaba en medio de ese caos. Era una mujer que llevaba un vestido rosa palo, ceñido al cuerpo de una forma que realzaba sus curvas de manera tentadora. Cada detalle del diseño, cada pliegue de la tela, parecía haber sido creado para resaltar su sensualidad.

Mi mirada se posó en ella, y una corriente de calor pareció inundar mi cuerpo. Su presencia era hipnotizante, y no pude evitar pensar en lo sexy que se veía. Mi lobo, esa parte salvaje e instintiva de mí, estaba en un frenesí de excitación. Ese aroma, su aroma, flotaba en el aire, envolviéndome con una promesa inconfundible.

Mate.

La revelación fue abrumadora. No había esperado encontrar a mi Mate en este lugar, en medio de este desastre. Pero ahí estaba ella, vestida con ese encantador vestido rosa, y su presencia se sentía como un imán irresistible.

Mis pasos me llevaron más cerca, mi lobo interior ansiaba estar cerca de ella. Pero cuando mi mirada se encontró con la suya, algo en su expresión cambió. Había sorpresa, desconcierto y, si no me equivocaba, incluso un toque de maldición en su rostro.

—Mierda, ¿Samantha?— Las palabras escaparon de mis labios antes de que pudiera detenerlas. La incredulidad resonaba en mi tono. ¿Podía ser verdad? ¿Ella era mi Mate?

Sus ojos me escudriñaron, y había algo en su mirada que revelaba una lucha interna.

...

La visión de Samantha, mi Mate, asumiendo el cargo de Alpha, provocó un torbellino de emociones dentro de mí. En medio de todo el caos y la tensión, allí estaba ella, firme y segura, tomando las riendas de la manada con una determinación que irradiaba poder. La mezcla de asombro y confusión que sentí parecía retumbar en mi cabeza, un eco constante que me recordaba la magnitud de esta revelación.

¿La Diosa Luna estaba jugando conmigo? Me cuestioné internamente mientras mi mirada permanecía fija en ella.

Suspiré, frustrado por mis propias decisiones. Había dejado que Samantha se fuera con Dean, no había intervenido ni tratado de detenerla. Un sentimiento de arrepentimiento ardía en mi pecho, acompañado de la comprensión de que había cometido un error monumental.

Había admirado a Samantha desde hace tiempo, la veía como la chica inalcanzable.

—Alejandro, vámonos.—Mi voz sonaba tensa.

—Matteo, debo decir que me sorprendió saber que tu dulce Samantha era la protagonista de esta escena.— Dice burlón.

De repente, la verdad estaba a punto de salir a la luz. Mi lucha interna por mantener mi conexión con Samantha en secreto estaba a punto de desmoronarse, y Alejandro lo sabía.

—Es mi mate.

—¿En serio? Bueno amigo, la que te espera.

Le propiné un manotazo en el hombro, una respuesta física a su comentario. El nudo de emociones en mi interior seguía apretándose, y cada pequeño gesto parecía liberar una parte de esa tensión.

WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora