NO SE PUEDE HUIR DEL DESTINO

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NO SE PUEDE HUIR DEL DESTINO

Blaine y Sam entraban en su apartamento entre risas. Cinco años atrás, esa situación les habría parecido imposible. El rubio había roto con Mercedes y volvió a Lima con la intención de empezar una nueva vida, lejos de esa profesión que pensaba que era su destino pero que se había probado que no era la ideal para él. Sin embargo, todo cambió cuando recibió una llamada desde Nueva York. El moreno, entre lágrimas, le contaba que Kurt lo había dejado y que lo habían expulsado de NYADA por sus bajas notas. El ojiverde se sintió fatal al no haber estado junto a su mejor amigo en ese duro momento por lo que llamó a Cooper para encontrar una solución. El mayor de los Anderson les propuso que se mudaran los dos a Los Angeles con él para encontrar su nuevo camino. Con eso en mente, Evans viajó a la gran manzana y obligó a su amigo a meterse en el avión que los llevaría a la ciudad donde, juntos, empezarían una nueva vida.

En esos cinco años que habían pasado, las cosas habían cambiado mucho. Sam encontró una academia en la que explotar su vena artística y había cambiado los retratos con macarrones por la pintura. Tenía un pequeño puesto donde vendía sus cuadros y realizaba retratos a turistas cerca de la playa. No iba a hacerse rico si no encontraba algún amante del arte que le permitiera hacer una exposición, pero ganaba lo suficiente como para vivir bien y eso era lo que le importaba. Por su parte, Blaine había conseguido el título de profesor y daba clases de canto y piano a varios jóvenes, además de que un instituto lo había contratado para ser el profesor del Glee Club. Se sentía orgulloso con el décimo puesto que sus chicos habían conseguido en los nacionales el año anterior. Estuvieron un año viviendo con Cooper hasta que consiguieron estabilizarse y pudieron alquilar un apartamento entre los dos.

En el terreno amoroso, ninguno había tenido suerte. Habían tenido parejas, pero pronto se alejaban de ellos. Ellos no habían terminado ninguna relación, siempre eran los otros los que los dejaban. Un novio de Blaine había tenido un ataque de celos por Sam, algo de lo que los dos se reían con asiduidad, no creían que su relación fuera tan rara... Ni que fueran los primeros mejores amigos del mundo. En ese momento, los dos estaban solteros, aunque abiertos a la posibilidad de volverse a enamorar.

El timbre sonó poco después de que los dos llegaran. El moreno abrió la puerta y sonrió al ver a su hermano mayor. Era muy común que Cooper se auto-invitara a cenar con ellos, sobre todo cuando tenía problemas de dinero y no podía permitirse llenar su nevera. Los dos lo acogían sin protestar, sabían lo duro que era verse sin nada y el mayor los había ayudado en los momentos más duros.

– Squirrel... ¿Por qué sigo recibiendo cartas tuyas? – El ojiazul cuestionó, aunque luego se corrigió cuando vio al otro. – Bueno, de los dos.

El actor les dio a los dos un sobre algo más grande de lo habitual. Eran exactamente iguales, sólo cambiaba el nombre de la persona a la que iban dirigidos. Los dos los abrieron y Sam no pudo evitar mirar a su amigo cuando fue consciente de lo que era.

Kurt Hummel y Elliot Gilbert tienen el placer de invitarles a su enlace...

La expresión del ojimiel era relajada, tranquila. No había dolor ni rencor, no cuando entendía que su ex no era una persona que estuviera hecha para él. Ninguna de las oportunidades que se habían dado había resultado. La segunda parte de su relación había sido un desastre y él jamás pensó en tener una tercera...

– Estoy bien. – El músico susurró al ver la preocupación en el rostro de su amigo.

– No tenemos que ir si no quieres... Además, sé que Mercedes irá con su prometido y tampoco será agradable... – El rubio aclaró. Tina le había hablado de la última noticia de su ex, aunque parecía que se le habían adelantado al poner fecha para la boda.

No Se Puede Huir Del Destino (Blam boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora