Las manos de Alexander rodean mis muñecas, su piel es cálida y agradable, los latidos de mi corazón se ralentizan poco a poco. Mi respiración se acompasa a la suya y cierro los ojos relajada. Subo mis manos por sus brazos desnudos, su piel prácticamente arde y la sangre me late en las yemas de los dedos a causa del calor.
-Ardes...- Susurro con la voz ronca, aún sin abrir los ojos.
-Lo sé...- Responde en el mismo tono de voz- es normal en mi, mi cuerpo siempre está a cuarenta y cinco grados centígrados.
Frunzo el ceño y abro despacio los ojos, su piel tiene un color normal, no parece encontrarse mal o tener fiebre a simple vista.
-Es irreal, deberías estar muerto a semejante temperatura.
Él asiente con la cabeza soltando lentamente mis muñecas y se pasa los largos dedos por el pelo castaño, a la luz del sol es casi rubio. Aparto la mirada tragando saliva y miro hacia la casa, Catherine se asoma a una de las ventanas y su largo pelo ondulado cae hacia fuera.
-¡Alex! Os estamos esperando para comer.- Grita para hacerse oír.
Alexander asiente en su dirección y se gira para comenzar a caminar de vuelta a la "mansión". Le sigo en silencio, con las manos en los bolsillos de mis pantalones y la cabeza gacha, las deportivas con el logo de NIKE en un lateral resbalan sobre el césped chirriando por la humedad de este. No tardamos en llegar y entrar. Miro a Eli agarrarse a la pierna de Alexander.
-Daniela, ven conmigo te llevaré a tu habitación-. Dice Catherine cogiéndome despacio de la mano.
Asiento correspondiendo a su agarre y camino a su lado hacia las escaleras.
-¿Tienes hambre?
Niego rápidamente con la cabeza. Si que tengo hambre, pero lo último que me apetece en ese momento es estar en un comedor rodeada de personas y conversaciones a las que no soy bienvenida.
Nos paramos frente a una puerta de madera recién barnizada, Catherine la abre sonriendo y se aparta para dejarme pasar dentro. Doy unos pasos al interior de la habitación y observo las paredes de color morado claro, una ventana de considerables proporciones da hacia el bosque de detrás de la casa. La cama está pegada a una de las paredes, el edredón cuelga por los bordes de esta hasta tocar el entarimado, miro el suelo y mi reflejo reluce en la superficie de madera.
-Te...dejaré sola para que puedas descansar.- Murmura ella cerrando la puerta despacio detrás de sí.
Cierro los ojos soltando un suspiro. Destenso todos los músculos de mi cuerpo ante la maravillosa sensación de estar sola. Me dejo caer en la cama y sin poder contenerlo más comienzo a llorar sobre la almohada. Las lágrimas resbalas por mi cara cayendo sobre la tela blanca hasta empaparla.