~Un buen marido~

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El agraciado hechicero se encontraba en su estudio, revisando sus preciados libros de magia. De repente oye un grito:

Audwiiiin.
— Voy!

Bajó apresuradamente hacia la cocina. Al poner un pie en la entrada, se encontró con la pícara mirada de Signy. Ella se encontraba preparando una mezcla algo extraña de helado, casi sobrepasando los límites sanos de azúcar.

Oh, no. Sabía lo que venía. Había empezado.

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Signy casi siempre mandaba a lavar sus sábanas, pues su mar rojo la inundaba de imprevisto. Así que, por la mañana, nuestro querido buhito pensó en ayudarla con esa tarea. Trató de abrir lentamente su puerta y entrar en completo sigilo, pero parece que no logró del todo.

Su esposa, aún acostada plácidamente, había virado su cabeza y lanzado una mirada amenazante; como diciendo que si apreciaba su vida, salga de inmediato y regrese en unos minutos más.

Acobardado, cerró la puerta con ímpetu.

¿Cómo el gran y poderoso hechicero podía sentirse intimidado?

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Pasado el mediodía, nuestra chica se había tumbado en los cómodos sofás de la sala de estar. Tratando de distraerse de sus dolores del vientre, pasaba de canal en canal para ver si encontraba algo lo suficientemente entretenido en la televisión.

Obviamente los antojos no podían faltar. ¿Quién podría atenderla?

Oye mi romántico encubierto. -disfrutando de la divertida reacción de su esposo, quien se había dado la vuelta a la velocidad de la luz, mirándola con una ceja enarcada, acompañado de un tierno y leve sonrojo. — ¿Podrías ir al almacén y traerme unas gomitas sabor sandía?

Saliendo de su trance le responde.
¿Y si te las invoco yo mismo?

Solo recibió una mirada suplicantemente tierna.
Está bien. Te las traeré. -suspirando y dándole un suave beso en su cabeza.-

Antes de atravesar la puerta, vio el radiante rostro sonriente de Signy, tomándolo como pago.

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Listo caballero. Que las disfrute. -mencionó amablemente el cajero después de recibir su pago.

Audwin iba con funda en mano, caminando con la intención de llegar a su hogar. Mas sin embargo, una reluciente tienda, blanca como perla, llamó su atención.

— "Productos de higiene femenina"

Conocimientos aquí vamos, se desafío.

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Sin nada más entrar, una dama lo atendió.
Buenas tardes señor. ¿Qué se le ofrece?
— Disculpe, ¿me podría decir donde se encuentra la sección de toallas higiénicas?
Acompáñeme, por favor.

Al parecer, ésta se encontraba un tanto lejos, por lo que la vendedora aprovechó para preguntar.
¿Desea que lo ayude a escoger?
— No, gracias. He estado leyendo acerca del tema porque mi esposa casi me mata del susto.

"Signy X Audwin" ~OneShots~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora