Ciber-seguimiento

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Un gran estruendo finiquita la placidez del sueño. La luz y el humo pestilente inundan la habitación. Cuatro encapuchados se abalanzan sobre mi cama tiñéndome de puntitos rojos el rostro y pecho. A duras penas la tos me permite articular palabra.

—¿Qué ocurre?, ¿Qué pasa?

Ni puto caso, no contestan, solo actúan. Dos de ellos me incorporan asiéndome por las muñecas con toda la fuerza y violencia de la que son capaces consiguiendo que aúlle de dolor. Una brida eléctrica une mis muñecas mientras alguien me agarra el pelo tirando de él como si quisiera arrancarlo. Otra brida en mis tobillos me inmoviliza totalmente y una cinta pega mis labios. El cuarto individuo sigue apuntándome con su arma entre los dos ojos. El coordinado ballet de fuerza y violencia finaliza por el momento.

¡Agh!, noto un escozor en el cuello, acaban de inyectarme algo que rápidamente hace su efecto, mis ojos se cierran contra mi voluntad y comienzo a ponerme rígido.

Entre sueños observo cómo me introducen en una especie de bolsa negra acolchada. Parece que me preparan para un viaje.

Nunca debí descargarme ese archivo.

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