~CAPITULO 32~

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Sentía caricias en mi cintura, un bulto en mi culo y besos húmedos en mi cuello. Abrí despacio los ojos y recordé lo que había pasado la noche anterior, mis mejillas comenzaron arder.

¡Mierda!

Estábamos desnudos pegados y había follado con Sam. Lo extraño era que me había encantado y de recordar la sensación de sentir sus caricias, su toque en mí y sentirlo dentro mío comenzaba a erupcionar por dentro.

No quería mirarlo, tenía miedo. ¿Y si no le había gustado? ¿Y si luego me trataba como una más del montón?¿Y si me veía patética y se burla porque había caído en su red?

Giré mi cabeza hacía atrás lentamente y lo vi que me miraba con una pequeña sonrisa, hecho que me tranquilizó. Imite su gesto con un poco de vergüenza.

— Buen día, preciosa.— Saludo con voz ronca mientras acariciaba mi abdomen produciendo que se erizara mi piel.

— Buen día—dije con una sonrisa.

Me di vuelta para quedar cara a cara mientras coloqué mis manos en su pecho desnudo y el subió mi pierna sobre la suya. Trataba de no mirarlo, tenía mucho pudor.

Tenía que hacer la pregunta que rondaba mi cabeza, era como una espinita clavada.

—¿Sam?

—¿Mhm?

—¿Qué fue lo de anoche?—inquiero un poco nerviosa.

—¿Es por eso que no me miras?— Yo asentí.

— Mírame.

Así lo hice lentamente para encontrarme con unos perfectos ojos casi transparentes de lo claros que son.

— Kayla, te demostré que no tienes que tener miedo y que eres tan apetecible aunque no lo creas.— Me ruborice y los dos sonreímos en grande.

— Pero no está bien.— Tenía que volver a la realidad.

—¿Por qué no? Eres mi esposa, ¿no es así?—cuestiono airado.

— Sí, pero no de verdad. Es sólo q...— me interrumpió

—¿No te gusto? ¿Te sentiste incómoda en algún momento es eso?

—¿Qué? No, tranquilo estuvo magnífico y sabés que lo disfruté.— Lo miré con cara de obviedad.

— Sí, ya lo creo—comentó riendo, negué divertida—. Entonces, ¿cuál es el problema?

— Sam, piensa, tú y yo estamos por un contrato y no quiero que juegues con mis sentimientos luego. Te conté mi pasado y... no lo se, tengo miedo.— Listo, lo dije. Ya no quiero que nadie más me dañe.

— Entiendo el punto, y lo que te diré es que vayamos conociéndonos, dejemos que todo fluya y luego veremos ¿de acuerdo?

— De acuerdo.

Espero no arrepentirme

—¿Quieres que nos duchemos?— pregunta con una mirada seductora.

Abro los ojos como platos y rio.

Muy tentadora la propuesta.

— Me parece una excelente propuesta.

Se levantó mostrándome como Dios lo trajo al mundo, tiró de las cobijas quedando completamente desnuda y tiró de mi tobillo hacía la orilla del colchón para luego tomarme y ponerme sobre su hombro.

Mi vista quedó en su hermoso culo con unas nalgas bien redonditas.

¡Que delicias!

—¡Bájame! ¡Sam!

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora