El Ferro era un pequeño pueblo al sur de Sevilla cuyos terrenos pertenecían al completo a la familia Campos. El difunto Salvador Campos había sabido cómo conseguir cada uno de ellos y fue así cómo su poder sobre el resto de habitantes fue aumentando, convirtiéndolos de sus vecinos a sus empleados. Y es que todo aquel que viviera en El Ferro trabajaba de un modo u otro bajo las órdenes de don Íñigo, su único heredero. Y aunque él era quien dictaminaba cómo se trabajaba en los campos, doña Irene, la viuda de Campos, era la que regía cómo se había de trabajar dentro del hogar. Allí vivían la madre y el hijo, acompañados por doña Águeda, la marquesa de los Santos y madre de doña Irene. Acumulaba ya años que nadie se atrevía a calcular y, en los últimos tiempos, había perdido completamente el juicio. O eso decían.
Sin embargo, lo que Luisita y Amelia veían en El Ferro era un pueblo lleno de oportunidades para ellas. La principal, esconderse de las autoridades y, la secundaria, poder conseguir un trabajo honrado con el que sobrevivir. "Estando juntas podremos lograrlo" se decían desde sus respectivos asientos en el tren. Fue al terminar el trayecto cuando supieron que ese lugar recóndito de la capital andaluza tenía para ellas la oportunidad idónea. Fue un amable quiosquero quien les indicó que allí siempre había trabajo y no se equivocaba. Tomaron una diligencia desde la estación y pusieron rumbo a la finca de la familia Campos.
Criadas, mayordomos y jornaleros de todo el lugar estaban, en cambio, ocupados con otros quehaceres: la boda de la Bartolina y el Minguito. Ella, sirvienta y él, labrador, se preparaban para contraer matrimonio en los próximos días en una ermita reservada para los casamientos de la clase baja. Pero esta boda era algo más que eso: si la Bartolina y el Minguito se estaban casando era porque doña Irene había descubierto que se encamaban ¡Puso el grito en el cielo! Y les obligó a casarse antes de seguir corrompiéndose, antes de seguir desobedeciendo la voluntad de Dios.
Fue cargando flores, vestidos y alimentos para el convite como Luisita y Amelia encontraron al servicio de la familia Campos nada más llegar, pero antes de que pudieran presentarse, Luisita perdió el conocimiento y se desmayó. Dos de sus más jóvenes criadas, Candela y Jimena, acudieron a su socorro. La primera fue a prisa a avisar a su hermano Israel, el capataz, para comunicarle que había dos mucamas buscando trabajando en la finca y la segunda, a por unos paños fríos con los que bajar la temperatura de Luisita. Poco a poco, en lo que llegaba Candela con Israel, Luisita fue recuperando el conocimiento mientras Amelia aprovechaba para tantear a Jimena y conocer los detalles de la boda que estaba a punto de producirse. Finalmente, abrió los ojos y, al mismo tiempo, volvió Candela acompañada de su hermano.
-Buscan trabajo-dijo Candela.
-¿Cómo os llamáis?
-Yo me llamo Amelia y ella se llama Luisa.
-¿Sois hermanas?-preguntó Jimena.
-Sí-respondió Luisita reincoporándose.
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El Ferro. Tinta de sangre.
Fiksi PenggemarLa historia de amor de Luisita y Amelia comienza en Toledo durante el año 1967, pero el destino las llevará a viajar hasta El Ferro, un pequeño pueblo de Sevilla, donde tendrán que envolverse en un tornado de mentiras para esconderse de una amenaza...