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•𝐁𝐚𝐡í𝐚 𝐝𝐞 𝐓𝐨𝐤𝐢𝐨, 𝟐𝟑 𝐝𝐞 𝐣𝐮𝐥𝐢𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟏•

Si a los ocho años, cuando se anotó en el equipo de baloncesto —simplemente por diversión y porque llevar un nivel de vida sedentario no era saludable—, le hubieran dicho que llegaría a representar a su país en los Juegos Olímpicos, no lo hubiera creído. A tan temprana edad, su sueño era formarse en Biología Marina —la idea de estudiar los seres vivos que habitan el ecosistema marino la apasionaba—, no lanzar una pelota al interior de una canasta. Más tarde, al comenzar el instituto, se planteó estudiar Ciencias de la Actividad Física y del Deporte o, incluso, Fisioterapia; pero, a los dieciocho, cuando descubrió que su hobbie se había transformado en mucho más que un mero pasatiempo, descartó toda idea que implicase ir a la Universidad. Y, cinco años después de haberse planteado su futuro, ¡allí estaba! En Tokio, capitaneando la selección nacional de baloncesto femenino de España; cumpliendo un sueño del que no se sentía merecedora.

—Tierra llamando a Vega, ¿sigues aquí con nosotros?

Aturdida, buscó a Lucas Mondelo. La mirada del catalán, inquisitiva y ansiosa, se localizaba sobre su jugadora estrella. La muchacha se había sumergido tan en las profundidades de sus pensamientos que había ignorado la orden dictada por su entrenador.

—Te necesito aquí; conmigo, con tus compañeras —apuntaló el hombre, aproximándose a la joven—. ¿Dónde estabas, Vega?

—Lo siento; el jet lag...

El jet lag era un pretexto exageradamente engañoso; aún así, resultó convincente. El responsable del insomnio de Vega y de que su mente se encontrase ko, había sido el "los Juegos Olímpicos te vienen grandes" pronunciado por Iván, no la diferencia horaria.

—Está bien, ¡se acabó por hoy! —el plan de entrenamiento que Mondelo había elaborado para el día uno no había podido ser completado con éxito; pero se sentía satisfecho con los resultados obtenidos durante aquella misma mañana—. Tratad de descansar y de conciliar el sueño, aunque entiendo que es complejo adaptarse al jet lag; pero intentadlo. Mañana os quiero activas y con ganas de pelear estas olimpiadas, ¿ha quedado claro?

Un sonoro y conjunto sonó como un eco en la cancha de baloncesto. A continuación, un rebumbio de risas y alivio sustituyó la calma del pabellón; Vega no era la única que se hallaba completamente agotada.

—Ahora una ducha y a dormir hasta la hora de la cena —manifestó Abril atajando la cancha para alcanzar a su amiga.

—Yo primero debo llamar a mi madre; está ansiosa porque le cuente cada mínimo detalle de mi día a día aquí —expuso Lena, colocándose a la derecha de Vega.

—¿También le vas a contar que ayer ligaste con un apuesto catalán? —se carcajeó Abril, al tiempo que intercambiaba una fugaz y cómplice mirada con su coautora en la misión "celestinas modernas"; como la propia andaluza la había bautizado.

—No fui yo quién se pasó toda la cena charlando y riendo con Javier —atacó la madrileña, dándole jaque mate a su amiga—. ¿O me lo negarás?

—¿Y qué querías qué hiciese si tú estabas ocupada babeando por Eric? Y eso si no hablo de lo encandilada que tenía Pau a Vega.

Cuando el ataque de Abril impactó en la capitana de la selección, la vergüenza la invadió. No esperaba que la metralla la alcanzase a ella también.

—Pau no me tenía...

—Dios Vega, niégalo todo lo que quieras, pero tu sonrojo grita lo contrario —manifestó Lena completamente sorprendida. La noche anterior, aunque no llegase a admitirlo en voz alta, se encontraba tan ensimismada en Eric que no había reparado en Pau y Vega.

𝑻𝒐𝒌𝒊𝒐 // Pᴀᴜ TᴏʀʀᴇsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora