Abrite a mí (parte 3)

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Dejo la pesada valija sobre la cama y suspiro feliz, aunque un poco ansiosa en el sentido de nerviosismo, ¿habrá sido muy pronto? Espero que no, porque la idea de estar acá con él, la verdad es que casi es un sueño hecho realidad. 

Dos años, eso es lo que me separa de aquel día en que nos conocimos por primera vez, aquel que parecía ser el peor de mi vida y el más obscuro, se había vuelto, sin saberlo, en el mejor que pude tener. De forma oculta, el destino me había sonreído con el regalo oculto que me había ofrecido, y gracias a Dios, había sabido aprovecharlo, porque ahora tenía todo lo que había deseado: libertad, amigos, gente que me quisiera, mi propio trabajo y, ahora mismo, un techo al que realmente podía llamar mío. ¿Qué más podía pedir?

Escucho la puerta cerrarse y sonrío feliz.

-¿Necesitás ayuda?

-No, tranquilo, yo puedo. Solo decime dónde dejo mis cosas y el resto lo hago por mi cuenta.

Sus gruesos brazos me rodean por al cadera desde atrás y un beso es depositado con mimo en mi cabeza, haciéndome cerrar los ojos con relajación ante el gesto dulce de cariño.

-Que puedas hacerlo sola, no significa que no pueda darte una mano. Me gusta la idea de hacer esto con vos e integrarte por completo a mi vida. 

-Pues a ambos nos gusta la idea, al parecer, solo me preocupa que nos estemos apresurando mucho.

-Ya lo discutimos, Lau, no estamos acelerados, llevamos juntos más de un año, casi año y medio, y sabemos todo el uno del otro, lo bueno y lo malo, es el paso lógico que sigue y estoy feliz de que lo demos. Ésta noche me van a dar mi chaleco en la ceremonia de nombramiento y voy a hablar con Grey Fox para pedirle el permiso para darte mis letras de forma oficial. Te lo dije, quiero que seas mi Old Lady, que seas completamente mía y que todo el mundo lo sepa. Te amo y sé que vos también a mí, así que estoy seguro de que esto no es un error. ¿No te parece?

-Sí, estoy de acuerdo, es solo que...

-Ya lo sé, el miedo está ahí, y lo entiendo, sin embargo, te lo juré en su momento, voy a hacer que eso desaparezca algún día y lo cumpliré. Es algo que lleva tiempo, soy consciente, solo necesito que confíes en mí.

-Y lo hago, o no estaría acá con vos.

-Y eso me hace muy feliz.

Me doy vuelta y uno nuestros labios, ansiosa de él y de su contacto. Dieciocho años de frialdad, abandono e indiferencia por parte de mis viejos me han dejado secuelas, miedo a querer a alguien y que esa persona me abandone o que no sea lo que realmente espero o interpreto, por lo que, su paciencia y dulzura conmigo, me hacen sentir tanto felicidad como miedo. Intento concentrarme solo en la parte feliz y le agradezco todo lo que hace por mí, intentando devolverle lo mejor que puedo, sus muestras de amor y cariño. 

-Vas a venir conmigo hoy, ¿no? 

-Por supuesto que sí, no quiero que ninguna de esas chicas que se pasean por el club buscando quien les dé sus letras, se tiren sobre vos como buitres hambrientos sobre carne podrida. 

-¿Soy carne podrida? Qué halagador.

-Tonto, sabés a lo que me refiero.

-Sí, y me gusta cuando defendés lo que te pertenece, o sea yo. 

-Tenés un ego muy grande, ¿te lo había dicho ya?

-Varias veces, sin embargo, te gusta y lo sabés.

-Para qué negarlo.

Vuelvo a besarlo y nos ponemos a ordenar todo en su lugar para unir finalmente nuestras vidas. Ver mi ropa junto a la suya, en sus cajones y colgada en el ropero, mis zapatos acomodados entre los de él, mis fotos y objetos personales... No tengo tantas cosas como uno esperaría, ya que no pude llevarme casi nada de todo lo que había en mi pieza en la casa de mis viejos, ellos "armaron mi equipaje" y a penas si me dieron ropa (obviamente fue solo la que para ellos no era aceptable), por lo que no tardamos mucho en dejar todo en orden. 

La Reencarnación de Pandora (Serie Veneno sobre ruedas II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora