El Lord ‹Sonamy›

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Ya se había anunciado de forma oficial que habían atrapado al peor de los criminales, e iba a ser condenado a la horca pública. En tan solo dos días.
¿Quién era ese mercenario? El Lord Sonic The Hedgehog, acusado de ser un violador, asesino, estafador, con millones de multas sin pagar y demás actos atroces.

¿Esto era cierto? Por supuesto que no. Esos fueron los motivos que se dictaminaron para su sentencia, ya que el verdadero estaba destinado a enterrarse en la tumba junto al nuevo rey, Shadow, que había planeado todo esto.

Como cualquier otro delincuente que estaría temblando y llorando de miedo en la jaula donde encerraban a las pobres almas condenadas a sufrir un intenso dolor y humillación antes de perder la cabeza por el juicio final, se esperaba que estuviera en esta angustia de saber que tenía los minutos contados.
Pero él no lo estaba. Él seguía con la cabeza en alto.
«¡Qué sinvergüenza!»; gritaban algunos de los plebeyos que le lanzaban tomates podridos, ignorantes que creían saber el cuento del principio al final. Pero no se imaginaban lo lejos que estaban de la verdadera historia.

Sonic por supuesto; no estaba feliz. Pero, lo único que lo reconfortaba era saber que su amada estaba bien.
Quizás no pudo cumplir el resto de sus sueños, formar una linda familia y educar a sus hijos, aún así moriría dignamente al saber que su amor era correspondido.
Pensar en Amy era lo que podía calmarlo, lo que hacía que no le importara sentir el olor putefracto de esos asquerosos tomates, o los gritos de plebeyos que se sentían repugnados de sus supuestas acciones, o de las miradas de asco que le daban otra gente de la realeza, los cuales se creían superiores porque por lo menos ellos podían ocultar esos actos.

Mientras tanto; en una habitación remota, se encontraba Amy.
Perdida en sus pensamientos, ella no creía que lo que estuviera viviendo fuera real. El sol resplandecía en su rostro, dejando más a la vista las evidentes lágrimas que caían por sus mejillas.
En aquella casa, nadie de los empleados hablaba, por más que tenían muchas cosas para decir. No lo hacían porque se les quebraba la voz de la angustia, y el nudo se expandía más y más en sus gargantas.

Todos estaban afectados por la noticia.
Pero había alguien; que trabajaba mejor bajo presión.

— Tenemos que reunirnos con la princesa. —Habló, rompiendo el silencio— Podemos salvarlo.

— Señorita Sally, ¿Usted cree que a ella le interesaría...?

— ¡Por supuesto que sí! Eran amigos. Ella sabe toda la historia. Ella puede ayudarnos.

— Tiene razón. —Se metió el zorrito, conocido por escuchar conversaciones ajenas— Tenemos que salvar a Sonic. Esto no tiene por qué acabar así.

— ¿Pero cómo podría escucharnos? No puedo ni enviarle una mísera flor...

— A Amy seguro que la escuchará. Probablemente ya sabe de la noticia. Tenemos que actuar, es ahora o nunca.

— Iré a ver si la Señorita Amy está en condiciones para charlar ahora. Cream, mi niña, ¿Me ayudas a levantarme?

— No va a ser fácil llegar. —Explicó el equidna, mientras que con una paja de un cereal se limpiaba un residuo de la carne que había comido recién— Ni con los cinco mejores caballos del establo podríamos llegar en menos de 3 días. El camino está en condiciones terribles.

— ¡Pero yo conozco un atajo! —Dijo el albino, al ver que todos quedaron en silencio— En unas 5 o 6 horas estaríamos en la puerta del castillo real. Eso sí; hay mucho barro.

— ¿¡A quién le importa!? ¡Silver, es usted un genio! Preparen sus cosas, vamos a salvar al Lord.

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