Juliana.
Escucho el goteo constante de la ducha del cuarto de baño. Tic, tic, tic. No he debido de cerrarla del todo bien. Miro el móvil que he dejado en la mesita de noche y advierto que son las cinco de la mañana. Permanezco un poco más entre las sábanas, con el cuerpo cálido de Valentina al lado, hasta que me hago a la idea de que ha llegado la hora de irme. Intento no hacer ruido mientras me incorporo y me pongo los jeans y la camisa.
Cuando voy por el móvil y las llaves de la mesita, advierto que el cajón superior está ligeramente abierto y que dentro no se ve nada. Lo abro un poco más. El lugar en el que antaño guardaba mis cosas, está ahora completamente vacío y yo no puedo evitar preguntarme por qué Valentina no lo ha llenado con su ropa y sus mil potingues; recuerdo que siempre se quejaba de no tener suficiente espacio.
La miro una última vez y, al final, descarto darle un beso para no
despertarla. Voy al cuarto del baño, cierro bien el grifo del agua y cuelgo la toalla que antes hemos dejado en el suelo. Estoy a punto de enfilar el pasillo que conduce hasta el recibidor y la salida, cuando mis ojos se detienen sobre la puerta contigua.Dejo de respirar durante unos segundos, justo cuando poso la mano en el pomo sin apenas ser consciente de qué es lo que estoy haciendo. Abro la puerta.
Todo está sumido en la penumbra y la más absoluta oscuridad.
Tanteo la pared hasta encontrar el interruptor de la luz y lo presiono con
delicadeza. Todavía no he conseguido fijar la vista en un punto concreto cuando noto un vuelco brusco en el estómago que me corta la respiración.Aferro con las manos el marco de la puerta, sujetándome, e intento coger
aire. No sé si voy a ser capaz de sostenerme en pie.Todo está igual.
Los muñecos de peluche sobre la cama y la colcha azul repleta de globos de colores que él solía contar antes de que consiguiésemos que se durmiese. Los juguetes están apilados en cajas transparentes a un lado de la habitación y sobre el escritorio hay un montón de recuerdos, de cuentos que nunca pude llegar a leerle y de lápices de colores con los que le encantaba garabatear sobre el papel; todos están tirados de cualquier modo, como si alguien…, como si él… los hubiese dejado así antes de…
—¿Qué estás haciendo aquí? —escucho la voz agitada de Valentina a mi espalda, pero soy incapaz de moverme—. ¿Por qué lo haces? Juliana …
No puedo apartar los ojos del mural de corcho que cuelga de la pared y que su tía Sofía le hizo al cumplir los dos años. Se suponía que tenía que ser el primero de muchos, pero en realidad fue el último cumpleaños que celebramos juntos. De la punta superior de madera cuelga un lazo azul claro de raso y está repleto de fotografías hechas por Valentina. Un montón de instantáneas que recogen esos momentos felices que ahora parecen difusos y lejanos, como si no hubiesen sido reales.
Y Daniel sonríe en todas ellas.
Sonríe entre nosotras, tumbado en la alfombra del comedor.
Sonríe abrazado a su madre, a Valentina, con esa mirada tan alegre y traviesa.
Sonríe aferrado al peluche del elefante azul con el que iba a todas partes…
Sonríe. Siempre, siempre sonríe.
No puedo creer que ya no esté. No puedo. Da igual el tiempo que pase. Me niego a aceptar que no volveré a abrazar su cuerpecito, a hacerle reír, a corretear tras él por toda la casa, a llevármelo a nuestra cama los sábados por la mañana cuando se despierte temprano, a besarle, a morderle los mofletes hasta hacerle estallar en carcajadas, a cuidarle y enseñarle y… y…
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¿Quién detendrá la lluvia en mi? - Juliantina
FanfictionSigue lloviendo...Juliana y Valentina no han vuelto a ser las mismas. Después de formalizar su divorcio, cada una intenta reconstruir su vida e ir encajando las piezas de un puzle que creían haber concluido y que ahora se ha roto. Pero a veces los p...