Olivia y Amanda

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La razón por la que estoy viva, en este momento está muriendo.

Hace unos meses le detectaron un tumor en la cabeza, y está creciendo cada vez más.

Sé que le duele, sé que está sufriendo, sé que no quiere irse y dejarme, pero también sé que no puedo evitarlo.

Ella va a morir, y no puedo hacer nada para detenerlo, la único que la hace sentir mejor, son sus medicinas y el hecho de tenerme a su lado.

Siempre intento consentirla. Paseos en el parque, comidas en la cama, noches de películas. Quería que pasáramos buenos momentos juntas.

Los últimos momentos que nos quedan juntas.

En nuestra última visita al doctor, él nos dijo que debido al tumor creciente es su cabeza, la perdida de memoria iba a estar presente, era posible olvidar lo que ella quería decir, era posible olvidar las palabras, era posible olvidar a las personas... Era posible olvidarme a mi.

Estoy molesta con la vida, ¿Por qué tiene que ser tan injusta? ¿Por qué Dios tiene que llevarse a personas buenas? ¿Por qué siempre las personas buenas terminan sufriendo?

—Olivia—Estabamos caminando hacia micasa, esa era la sexta vez que ella repetía mi nombre.

—¿Amanda?—Esa era la sexta vez que le respondía.

—Olivia—Paré de caminar.

—¿Qué sucede amor? ¿Te duele algo?

—Olivia, te...tengo miedo—Esta enfermedad la hacía tartamudear—...no me quiero ir... yo... yo quiero estar contigo... para siempre... no me quiero... no... yo no me quiero ir—No dejé que siguiera hablando y la abracé procurando no ser tan brusca para no lastimarla.

La abracé porque yo también tengo miedo de perderla, la abracé porque la necesito a mi lado, la abracé porque ella es mi vida... Porque ella es mi hogar.

—Está bien, mi amor, todo va a estar bien—Nada iba a estar bien, y lo sabía.

Esa noche lloré en el piso de nuestro baño, lloré porque ella sufre, y lo único que la ayudan son todas esas malditas medicinas que le dan sueño. Lloré porque lo mejor que me ha pasado se está llendo poco a poco.

Limpié mis lágrimas y salí del baño pretendiendo que todo estaba bien. Tengo que ser fuerte por ella, no puedo permitir que sus últimos días hayan sido tristes.

—¿Ya estás durmiendo, amor?—Pregunté recostandome a su lado en la cama.

—No puedo, me... me duele mucho, Liv.

—¿Quieres tus pastillas para dormir?—Le pregunté ya lista para buscarlas.

—Amor—Pronunció muy débil, apunto de llorar—Cre... creo que es tiempo de... irme.—No pude evitarlo más y la abracé sosteniendo su cabeza contra mi pecho, sentía mi camisa humedercerse levemente; producto de sus lágrimas que caían con esmero, más no entiendo ningún sonido, era un llanto silencioso lleno de dolor.

—Todo está bien, mi cielo ¿Quieres esa inyección?—Dije intentando controlar mi propio llanto. Le estaba ofreciendo al amor de mi vida la opción que había estado intentando evitar desde que supimos de su enfermedad.

Este tipo de cosas me hacían dudar siempre de la existencia de Dios, porque si había tanta gente mala afuera, decidía llevarse a un ángel como Amanda; mí Amanda, mí novia, mí ángel. Era totalmente injusto, ¿Por qué nuestra historia terminaría de una manera tan cruel?

Ella se separó de mí, viéndome justo a los ojos. Ambos llenos de tanto dolor, era como si nuestras miradas hablaban. No hacían falta palabras. En ese momento todo estaba claro: Esa sería nuestra última noche, mañana estaríamos en la clínica, y yo regresaría a casa sola...

Olivia y Amanda: Un amor eterno (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora