12 El Viaje

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—¡No puede ser!— dijo Sahara cuando comprobó por ella misma que la primera cafetera que tuvo en su vida se había descompuesto otra vez en un lapso de 7 meses.—Debo llamar a guilacuchi— salió de mi vista.

Nos había llamado a mi y a Victor en sábado diciendo que necesitaba ayuda, sin especificar con qué. Lamentablemente no pude hacer nada y Sahara no hacía más que perder los estribos a medida que pasaba el tiempo.

En ese momento se abrió la entrada de la cafetería. Sara y yo volteamos a ver y ambos agradecimos en silencio que fuera un Victor bastante sonriente el que entrara, y no un cliente que estuviera deseoso de tomar un expreso.

—Que bueno que llegaste Victor— saludó Sahara a Victor mientras el se reunía con nosotros al otro lado del mostrador.—Es el Apocalipsis.

—La máquina de expreso no sirve— expliqué antes de que Victor se preocupara de más.- Sahara está siendo dramática— dije volteándola a ver.

—No estoy siendo dramática Benji, ¿Eso piensas de mi? ¿Qué soy una dramática?— me reprochó mi jefa mientras efectivamente estaba siendo dramática, sólo que esta vez sin gritos. Victor y yo sólo cruzamos miradas por un instante y supe que ambos pensábamos que estaba loca.—Victor, atiende la cafetería— ordenó a mi compañero, el cual todavía estaba intentando asimilar la información. Creo que estaba un poco asustado y no lo culpo, es muy difícil atender toda la cafetería tú solo.—Benji, tú y yo iremos a que la reparen a guilacuchi— yo sólo recordé el martirio que fue para mi ir con Sahara y mi mente pensó en una coartada para no ir con mi jefa.

—¿Y si Victor y yo vamos?— propuse y no sonaba mal esa idea, después de todo nos llevábamos muy bien.

—Ok— dijo Shara sin pensarlo dos veces. Agradezco que estuviera tan estresada como para acceder a no ir a dejar a su bebé personalmente al doctor.—Pero no vuelvan sin una máquina funcional, lista para hacer café.—Me entregó las llaves de su coche.—Ten, lleva mi coche— fue a seguir hablando por teléfono.

—Ah, ¿Qué tan lejos está Guilacuchi? Tengo un compromiso con Mía y no puedo faltar— espetó Victor. Piensa rápido Benjamin.

—Ah, está a un par de horas, pero si nos vamos ya llegaremos a las 10 y en lo que la reparan, podrás estar de vuelta a las 4– espero no haber sonado tan desesperado como creo que soné y ojalá lo convenza claro.

—No sé si pueda— dijo serio.

—Por favor Victor— le regué.—Yo no puedo ir a otro viaje con Sahara. La última vez quiso detenerse a hacer compras y estuve dos horas viendo como se medía suéteres horrendos— al recordarlo abrí los ojos y Victor me miraba pensativo.—Los compró todos Victor, los más feos— tendrían que haberlos visto para entender mi frustración, sobre todo si conocen mi buen gusto por la moda. De eso siempre me enorgulleceré.

—Ok, bien— dijo Victor cediendo al fin.—Iré, le diré a Mía.

—Eso— dije triunfante y con una sonrisa imposible de ocultar.—Tú manejas, tienes licencia, yo no pasé el examen— le di las llaves a Victor y el sólo sonrió, pensando que lo de la licencia era un chiste, pero desde mi accidente no puedo manejar porque entro en pánico.

Fui a mi locker para ponerme una playera y tomar mi mochila. Vi de reojo que Victor estaba hablando por teléfono y supuse que se trataba de Mía. Yo envié un mensaje a mi mamá avisando que iba a ir a Guilacuchi. En ese momento llegó Susan.

—¿Qué está pasando chicos?— nos preguntó a ambos mientras Susan daba vueltas con el celular en la mano.

—Ah, se descompuso la máquina de expreso— dijimos ambos en sincronía y después nos miramos y soltamos una risita.

Love, BenjiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora