5.

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ASHLEY

Por un instante, creí que me desmayaba. Literalmente.

En cuanto la persona que tenía delante entró en mi campo visual sentí que dejaba de tener conciencia de todos mis músculos y sentidos. No podía ser.

No, no y no.

Me negaba a que fuera él. Tenía que ser un sueño. Austin no iba a estar aquí este verano. Iba a estar fuera, de vacaciones, por ese motivo yo había accedido a venir.

Tuve que pestañear varias veces para darme cuenta de que no era un sueño en absoluto. Austin, la persona de la que me había enamorado y la que luego me rompió el corazón, estaba delante de mis narices después de un año, mirándome boquiabierto. Vista su expresión, era más que obvio que tampoco entraba en sus planes encontrarse conmigo.

El salón se había sumido en un silencio demasiado horrible. Andrew miraba a su hijo con los ojos como platos, intentando entender por qué había tenido que venir en ese mismo instante. Mamá tenía cara de póquer, y giraba la cabeza continuamente para mirarme, y luego a Austin.

No había ningún espejo para verme, pero mi expresión seguramente sería digna de hacerme una foto y enmarcarla. La de Austin igual.

Tuve que sujetarme al borde de una silla para no caerme redonda allí mismo. No estaba preparada para verle, ni mentalmente ni físicamente. Había sido que entrara por la puerta y ya había notado mis mejillas cambiando de color.

No. Estaba. Preparada. Y al parecer, nadie lo estaba, porque todos permanecimos callados durante lo que me pareció una eternidad.

Austin no decía nada, estaba ahí paralizado, con dos maletas a sus costados, mirándome fijamente totalmente estupefacto. Él también había cambiado. Parecía mucho más mayor, el pelo se le había oscurecido, ya tan solo quedaban restos del tono rubio rubio que tenía cuando le conocí. También estaba más alto, y se veía a simple vista que había ido al gimnasio mucho más a menudo. Llevaba una camiseta de tirantes holgada, que dejaba ver que había entrenado bien. Me fijé en que se había hecho un tatuaje nuevo.

Tragué saliva.

Joder, estaba incluso más atractivo.

No podía seguir con esa guerra de miradas y aguantando eso, me iba a dar algo. Sin pensarlo dos veces, reaccioné, y como flash, salí por la puerta, cogiendo las llaves que mamá había dejado en la mesita, con la mirada en el suelo, sin levantar la cabeza para evitar mirarle a la cara. Pasé por su lado y se apartó de golpe, como si él tampoco quisiera tener contacto. Mamá ni me impidió salir, también seguía sorprendida.

Entré en casa para llegar a mi habitación, y aún con el corazón y la respiración acelerada, me dejé caer de golpe en la cama. Me froté la cara con las manos, rezando en silencio para que fuera un sueño y que en verdad siguiera en Nueva York, con la persona a la que acababa de ver a muchos kilómetros de distancia.

Solté un suspiro dramático. No iba a llorar, pero dejé escapar varios gruñidos cargados de frustración. Estaba enfadada. Eso no tenía que pasar. Yo no iba a tener que verle. Ahora bien, como me enterara de que mi madre y Andrew lo tenían planeado, me iba a cabrear increíblemente.

Le di golpes a un cojín, y también me lo puse encima de la cara para soltar un par de gritos.

Durante los siguientes quince minutos, me dediqué a gruñir mientras daba vueltas enfadada por la habitación. También gritaba y hablaba conmigo misma. ¡Es que no podía ser!

Yo había olvidado a Austin, había al menos INTENTADO, olvidar lo que pasó el verano pasado, y ahora se plantaba aquí, delante de mis narices como si nada. ¿¡ES QUÉ ME TOMABA EL PELO?!

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora