𝘥𝘦𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪𝘰𝘯

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Hoy era un día gris en la vida de Horacio, que va, gris no, negro, de por si todos sus días eran grises, pero hoy no quería levantarse de la cama, no quería comer, no quería bañarse, no quería trabajar, no quería respirar, no quería vivir.

Su alarma sonó aturdiendolo y el estiró su mano apagandola, debía levantarse, puesto que hoy tenía entrenamiento con la malla.

Abrió sus ojos, con la vista clavada en el techo se quito las cobijas de encima, se levantó y sin ganas se dirigió al baño, tomó su cepillo de dientes y se miró en el espejo mientra limpiaba su blanca dentadura, el cabello ya empezaba a crecerle de forma pareja, quizás lo dejaría de esta manera.

Terminó de asear sus dientes y se retiro su ropa, de reojo y sin querér miro su cuerpo en el espejo, le desagrado.

Miró sus pequeños muslos, su abdomen delgado, sus cosillas que se marcaban muy ligeramente, sus clavícula visibles su rostro con notables ojeras y se odio, odio su cuerpo.

Horacio entró en la ducha y abrió el agua helada, se ducho lentamente sumido en sus pensamientos.

Al salir se puso su ropa de deporte totalmente negra y cubrió su piel expuesta con bloqueador.

Fue a la cocina y tomó un vaso de agua fría, lo dirigió a su boca y trago sintiendo como le quemaba en el interior.

Se hizo unos huevos revueltos, más cuando los tuvo enfrente suyo, no quiso comer, el hambre le invadia y su cuerpo pedía por alimento, pero algo en su interior le impedía comer.

Tomó el plato, lo llevó hacia el cesto de la basura y lo vació en el, con una mueca de inconformismo.

Se encaminó al lavavajillas y dejó allí lo anteriormente ensuciado.

tomó su teléfono, lo miró, miro a todos esos hombres con cuerpos perfectos, con una vida de ensueño, todos siendo tan felices, con sus parejas y sus padres, con un trabajo que amaban, personas que les querían a su alrededor, todas las personas con mucho dinero que a diario salían y convivían con amigos, todas esas personas que no habían tenido que sufrir tanto como el, todos los omega enlazados con sus alfas, todas esas familias que vivían felices.

Estaba triste, y su aroma lo demostraba, se percató de aquello y tomó de su mesita de noche los supresores, los ingresó a su boca y los trago sin agua.

Espero acostado mirando al techo que su olor se disipara, lo cual sucedió, luego de 20 minutos.

Se dirigió a paso lento hacia la puerta. Tomó las llaves de casa y las de su motocicleta.

Salió y se monto sobre su motocicleta en diréccion a la playa.

El aire frío pegaba en su rostro puesto que no llevaba el casco, de vez en cuando daba largos pestañeos sintiendo como el mundo a su alrededor se esfumaba, sólo estaban el y su sufrimiento.

Poco a poco el aire era más pesado y el mundo a su alredor comenzaba a asfixiarle, sentía una dolorosa presión en su pecho, cerró sus ojos y se dejó llevar, consumido por su dolor.

El sonido de un claxon, miles de luces enfrente suyo, el sonido de una sirena, gritos, movimiento, un dolor punzante, la pérdida de la conciencia, una luz, el amor de una madre, un reencuentro, una mascota fallecida, más sirenas, la manipulación de un cuerpo, un futuro en llamas, dolor, más dolor, voces, oscuridad, no más amor, miles de trozos de un corazón roto, maltrato, hambre, ansiedad, un abuso, gritos, dolor, movimiento, más voces, una camilla, gritos retenidos, desnutrición, el triple de dolor, un qurifano, una vida destrozada, soledad, depresión, abandono, gritos, preferencia, un león enjaulado, movimiento, el olor a hospital, una voz muy familiar, dos voces tranquilizantes, un vacío en la mitad, desesperanza, los latidos del corazón, personas, dolor, máquinas, desesperación, ABRIÓ LOS OJOS.

𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora