❧Isabella
No tenía fuerza, ni mental ni física.
Había caído en una cueva oscura negándose a salir. Sabía de la crueldad de Maximiliano más no pensé que sería capaz de obligarme a estar con él de esta manera.
Me deje conducir por el chico de voz áspera, quien me repetía una y otra vez que no iba a lastimarme. Mi subconsciente se aferraba a esa tonta promesa, buscando un atisbo de calidez humana.
Una nueva razón para no caer aun más.
—Metete a la ducha, el agua caliente te va a hacer bien – ordenó.
Hice lo que me dijo sin oponerme. No había nada que me hiciera bien después de estos momentos. Como tampoco, había algo que pudiese hacerme más daño.
Por inercia, comencé a frotarme el jabón por el cuerpo. Las lágrimas me inundaron cuando la espuma no sacaba la suciedad de sus manos y sus besos. Mi entre pierna aún dolia, tenía rastros de él mesclados con la sangre.
Fue un maldito animal conmigo. Ahora estaba consciente de lo que me esperaba a su lado.
—Te vas a lastimar – detuvo mi mano.
—¡Déjame, vete! ¿Por qué me ayudas? De seguro sos igual a él – le grité presa del dolor que oprimía mi pecho.
El rostro se le desfiguro por una milesima de segundo.
—Nunca más vuelvas a decir eso. No soy, ni voy a ser nunca como él – su voz seguía sonando tranquila. Lo seguí con la mirada mientras buscaba una toalla y me la extendía.
Sabía lo que quería, debía vestirme y bajar nuevamente a la fiesta. Pensé en la hermandad, en mi hermano y en mi papá, debía recobrar la compostura. Nadie podia verme sumergida en la verguenza en la cual me encontraba.
Sería una humillación peor que la muerte.
Lo hice, me vestí y maquillé bajo su mirada. Como si la ropa limpia o el maquillaje cambiase el hecho de que mi propio esposo, quien había prometido cuidarme, abusara de mí.
Estuve varios minutos prendida de la perilla de la puerta buscando fortaleza de dios sabe dónde. Cuando por fin abrí y salí note que no me seguía, que se había quedado dentro, me volví
—¿No vienes? – le pregunté con un hilo de voz.
Él negó.
—Baja primero.
No sabía si las piernas me temblaban por el miedo de volver a tenerlo cerca o por el dolor que aún no se me iba, pero baje con una enorme sonrisa en el rostro.
La música se escuchaba desde las escaleras. Todos estaban como si nada hubiese pasado, reían, bailaban y tomaban ajenos a todo, mientras yo luchaba por no derrumbarme delante de ellos.
Lo visualice a lo lejos, estaba riendo y tomando como si no me hubiese lastimado de la peor forma que pueden lastimarte, arrebatándote la inocencia, no solo del cuerpo sino también del alma.
—¿Dónde estabas Isa? – Ann me atropello.
Se la veía feliz y un poco borracha.
—Subí a cambiarme – mentí, callando todo.
—¡La novia ha vuelto! – grito llamando la atención de todos.
Hasta la de él. Sus asquerosos ojos se posaron en mí, la sonrisa que tenía se le borró al verme, desvié mi mirada evitando su asquerosa cara.
Mis ojos se encontraron con los de chico de voz áspera ¿En qué momento había bajado? Lo vi sonreírme y por alguna razón su sonrisa me reconforto. Y le agradecí internamente por haber estado ahí.
—¿Qué estas tomando? – le pregunté a mi amiga que no dejaba de sonreír y llevarse el vaso a la boca.
—Oh ¿Esto? Es margarita ¿Quieres? – extendió el vaso en mi dirección y me lo bebí de una. El líquido trasparente me quemo la garganta.
—Ven – la tomé del brazo –Vamos por más.
Ella me siguió alegre, moviéndose al ritmo de la música, mientras que yo solo quería una salida para este dolor que me estaba consumiendo.
No fui consciente de cuantas margaritas me tomé. Lo único de lo que estaba segura es de estar en el medio de la pista moviéndome junto con Anna. Jamás había bailado de esta manera, pero solo quería olvidar. Copiaba los movimientos de Anna siendo conciente de que los demás nos veían y sonreían contagiándose de nosotras.
—Deja de tomar – volví a escuchar al chico a mis espaldas.
Me giré mareándome en proceso por todo el alcohol que me había tomado. Fruncí el ceño al no verlo
¿Era un fantasma?
—¡Pues no dejo de tomar un carajo bastardo hijo de puta! – grité.
Todos me escucharon ya que la canción había llegado a su fin. Lejos de sentir pena seguí bailando mientras tomaba otra margarita.
—¿Qué mierda estás haciendo? – el agarre de mi papá me tenso trayéndome el recuerdo de sus manos sobre mí.
Lo aparte bruscamente con la poca fuerza que tenía.
—¡El bastardo que me regalo a la bestia! – hable riéndome como loca.
La música se había detenido, muchos de los invitados me miraban sin poder creer lo que decía y otros con pena.
—¡Basta! – intento volver a tomarme. Di varios pasos hacia atrás, tambaleándome.
—¿O qué padre? – lo reté alzando más la voz – Ya no puedes arruinar más mi vida.
Lo vi levantar la mano para abofetearme, pero fue detenido por Mijaíl.
¿Acaso mi padre iba a golpearme? ¿El mismo padre que jamás me había levantado una mano?
—Ven Is,a tomemos un poco de agua – mi amiga se esforzaba por sacarme del lugar.
Muchos ojos me siguieron incluyendo los del bastardo y los del fantasma sexy.
Me senté en la sala mientras la vi caminar a la cocina. Llevé mis manos a mi cabeza apoyando los codos en las rodillas, todo giraba a mi alrededor.
La figura doble del chico fantasma se arrodillo ante mí. Intenté tocar una de las dos caras, pero se alejaba.
—Sos un fantasma bastante bonito – dije sonriendo valla a saber por qué.
—¡Toma esto! – puso una pastilla en mi boca – Es para la resaca.
Y se fue antes de que Anna volviese con el agua.
Vi a Mijaíl llegar seguido de mi padre, el bastardo y su amigo
—¿Qué mierda estás haciendo? – pregunto.
Ignore la pregunta de mi padre levantándome. Todo volvió a moverse como si fuese una montaña rusa, el amigo del idiota me sostuvo cuando las piernas me fallaron.
—Ey, tu también eres guapo peli gris - dije intentando tocarlo.
Pero no dejaba de moverse.
—Isa - escuche mi nombre, más no supe de quien.
Los ignoré a todos y comencé a subir las escaleras. Lo único que deseaba era mi cama, mi habitación y poder liberar un poco de dolor.
Maximiliano me había destruido.
Y desde ahora, tendría que aprender a convivir con la bestia.
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Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...