9- Ley y Justicia

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Nueva York, Febrero de 1930

Aquél hombre sollozaba, con el rostro desfigurado a golpes. Atado a la silla, le iluminaba una única luz, una bombilla con pantalla metálica que colgaba del techo alto y oscuro.

-Se lo prometo, Capo... No fui yo... No fui yo...

Vitto estaba en el exterior del círculo de luz, y únicamente se entreveían sus ojos penetrantes iluminados por la suave incandescencia de su cigarrillo. Negó con la cabeza, e indicó que Giovanni le asestara otro puñetazo, que cruzó su rostro como el disparo de un cañón. Un diente rodó, ensangrentado, hasta la punta de mis zapatos. La escena todavía me impactaba, pero había aprendido a soportar aquellas torturas durante el tiempo que llevaba viviendo con Vittorio.

-Mientes. Sé que mientes. Dime dónde está el cargamento de tabaco.

-Capo, por favor, le juro que no sé nada...

Vitto estaba tenso e incómodo, y la escena que se dibujó ante mis ojos fue, de lejos, la más aterradora que podría ver jamás. Apagó el cigarrillo en la mano de aquél desgraciado, se quitó con cuidado el abrigo negro, quedándose en mangas de camisa, y se retiró los gemelos de plata grabados para subirse las mangas, dejando al aire los antebrazos. Tragué saliva. Vittorio nunca deshacía su elegante figura por nadie más que por mí, por lo que aquello únicamente tenía un significado: Amor o Muerte.

Se acercó a una mesa y apoyándose con ambas manos echó mano a un cajón del que sacó una navaja de barbero, abriéndola con delicadeza. La hoja brilló plateada en su mano, y la observó con ojo experto.

-¿Sabes, Luigi? Lo que más me duele de todo esto es que sé muy bien a quién le has vendido mi mercancía. -El tal Luigi se mantuvo en un silencio tenso, observando a Vittorio fijamente mientras mi esposo preparaba la delicada navaja.- Lo sé, porque esa mercancía tenía una cosa. Una baliza. Un paquete de tabaco... En mal estado.- Vittorio ladeó la cabeza, y se giró de nuevo a Luigi.- Y ahora todo el East Side se queja de que el delicioso tabaco rubio de Virginia que están vendiendo los Juliano... Está mohoso, podrido, maloliente. Un tabaco que, aseguran, se empezó a distribuir el día antes de la recogida pactada... En el muelle tres... - Los pasos de Vitto lo llevaron al interior del círculo de luz. El gesto de Luigi, el estibador, era lívido.- Y ese muelle es el tuyo, ¿verdad?

Luigi no respondió, pero un sonido líquido y un hedor almizcleño inundaron la sala. Se estaba orinando de miedo. Vitto se apartó con asco, y Giovanni pateó la silla, apartándolo con una exclamación de desagrado.

-¡Encima de traidor, meón!- Gritó Gio mientras yo me llevaba un pañuelo perfumado a la nariz.- Perdónenos, Madame Puzo, no esperaba que esto fuera a ser tan desagradable.

-No te preocupes, Giovanni. Todos los malditos cerdos apestan.- Respondí entrecerrando la mirada con desprecio.

-Eres un libro abierto, Luigi. No puedes mentir, porque eres tan simple como un ratón. Es más, los ratones son más inteligentes que tú. ¿Pensabas que iba a hacer pasar mi cargamento sin saber cuál era, y que se lo ibas a vender a los Juliano mientras me decías que te habían robado? Ohhhh... No... Y aunque te hubieran robado, te lo hubiera hecho pagar.- Apoyó la hoja de la navaja en la mejilla del estibador, que ya lloraba suplicante, sollozando como un niño pequeño.- Pero si me hubieras dicho la verdad, o si el robo hubiera sido cierto... Simplemente me deberías dinero, o un favor.- Ladeó de nuevo la cabeza, analizándole con la mirada hipnótica de una serpiente.- Ahora bien, has decidido intentar mentirme.

-Lo... Lo siento Capo... Desde lo de la Bolsa mi familia ha perdido el trabajo y... Y necesitaba dinero...

-Y por eso aceptaste la oferta de los Juliano, ¿verdad?

Madame Puzo- Una Historia de Time Princess (Liz Colvin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora