13 - Anécdotas de remolachas y tortugas

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Había fijado un recordatorio en mi mente para nunca más pedirle a Mateo que mantuviera un plan en secreto

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Había fijado un recordatorio en mi mente para nunca más pedirle a Mateo que mantuviera un plan en secreto. Cuando llegué por la tarde del trabajo, me ayudó con los productos del cabello y nos quedamos charlando mientras hacían efecto en el cabello, entonces, le conté que había invitado a Halia a casa, con la condición de que no abriera la boca y empezara a molestar con eso.

Obviamente, me equivoqué.

En cuanto asomé la nariz fuera de mi habitación me encontré con tres cuerpos que se alimentan del chisme, esperando pacientemente por su comida.

Mateo, Fer y Abril estaban sentados en hileras frente al televisor, desayunando comida basura. Los saludé y pasé de largo a la cocina, buscando el café.

—Tanto que te saca de quicio que se la pasen aquí y los dejas pasar.

—Sí, me contradigo a mí mismo. Pero eso no importa. Lo que importa ahora mismo es el asunto.

El asunto...

—¿Esas papitas están caducadas? —pregunté, viendo la fecha de caducidad— ¿O adulteradas? ¿Cuál es el asunto, y por qué tanto misterio?

—¿Te estás haciendo la tonta? —soltó Mateo, en un tono muy cercano a la exasperación.

—Sigo sin entender nada —respondí, dando un sorbo al café negro.

Abril y Fer se dieron una palmada en la frente al darse cuenta de que, en realidad, no tenía idea de a qué se refería. Mateo levantó los ojos al techo y parecía estar haciendo una plegaria matutina o algo así, por lo que Abril decidió explicarme. Se recogió el cabello rosa en liga y me dijo que tomara asiento, como si fuera una consulta.

—Hoy viene aquí, ¿no? —confusión— Maya, invitaste a Halia hoy.

Mierda, es hoy. ¿Cuándo había pasado el tiempo? Había estado toda la noche en mi cuarto, escribiendo y tragando gomitas de osito en los momentos en que perdía el hilo.

—¡¿Qué?! —grité, tosiendo por las papitas raspando mis garganta. Los tres abrieron los ojos con sorpresa—. Pensé que seguía siendo ayer. O sea que era mañana, no hoy. Perdí la noción del tiempo, me pasé toda la noche escribiendo y no me dí cuenta de que había amanecido.

Empecé a dar saltos por toda la sala, esperando que mi cerebro pusiera todas las partes en su lugar para poder reaccionar. Me observaron todo el momento, hasta que por fin pude calmarme.

—Vale, ok. ¿Qué hora es?

Fer miró el reloj del celular y recitó:

—10:34 AM.

Revisé el chat con Halia y le mandé un mensaje para que supiera que estaría toda la tarde en casa y podía venir en cualquier momento.

Esperé su respuesta y cuando confirmó. Levanté la mirada a mis amigos.

Las almas de Halia y MayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora