Estaba de muy buen ánimo cuando subió las escalinatas de Lavender House. Hasta saludó a la señora Zornosa con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, su humor cambió cuando le asignaron la tarea del día: limpiar los baños. Esperaba recordar como se hacía. La última vez que había cumplido con esa tarea tenía doce años. Desde entonces, en su casa contrataron una mucama para la limpieza.
Una hora y media después, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no había sido tan terrible como creyó en un primer momento. Enjuagó el lavabo de la habitación de Jamie Brubaker y se quitó los guantes de goma. Al abrir la puerta del baño encontró a Jamie, un paciente con sida, descansando muy tranquilo. Momentos antes, luego de una conversación de diez minutos con él, había decidido que era una persona muy interesante. Antes de enfermarse, se desempeñaba como piloto en una aerolínea.
Sin embargo, se alegró de que estuviera dormido. Pobre. Hasta una breve charla lo agotaba.
Una vez fuera, colocó el balde con los artículos de limpieza en el carro y tachó la habitación. Sólo le quedaban dos y luego podría bajar para preparar las bandejas con la cena. Esa tarea le gustaba. Por lo menos, mientras acomodaba los platos y envolvía cubiertos tenía alguien con quien hablar. Empujó el carro por el pasillo y frunció el entrecejo al notar que el próximo baño que le tocaba era el de Matthew. Tal como le habían indicado, golpeó suavemente la puerta y luego asomó la cabeza. Le habían dicho que, si los pacientes estaban durmiendo, no tenía que molestarlos a menos que fuera estrictamente necesario.
Matt estaba sentado junto a la ventana.
― Pasa ― le dijo, en voz baja.
― Vengo a limpiar tu cuarto ― explicó.
― Adelante. ― Le sonrió con simpatía.
________ apoyó el balde con sus cosas en el piso y comenzó a cerrar la puerta.
― Déjala abierta ― indicó Matt.
________ alzó la cabeza y lo vio de pie afuera.
― ¿Por qué? ― le preguntó ―. ¿Te espanta verme refregando lavabos?
― Lavabos no ― corrigió, apoyado contra el marco ―. Inodoros.
― Muy gracioso. ― Estuvo tentada de cerrarle la puerta en la nariz, pero lo cierto era que se alegraba de tener alguien con quien conversar. ― ¿Por qué no estás en la cama?
― Porque no estoy cansado. Y necesito compañía. Hasta la tuya me vendría bien.
― Muchas gracias. ― Roció la bañera con un producto de limpieza. ― Debes de estar muy desesperado para sentir necesidad de hablar conmigo. ― Experimentó una repentina irritación. De acuerdo, puede que ella estuviera en mejores condiciones que él y tampoco trabajaba allí por que era generosa, pero eso no le daba derecho de ser tan… tan… despectivo. ― ¿Qué pasa? ¿No tienes amigos?
Matt se rió y apartó un mechón de pelo de sus ojos. El gesto atrajo la mirada de ________ a sus manos y brazos. Eran tan delgados, que parecían piel y hueso; las venas de las manos se marcaban claramente en su piel morena. La irritación de ________ desapareció al ver la enfermedad. Habría apostado su mensualidad entera a que debajo del conjunto deportivo de algodón que llevaba puesto, el resto de su cuerpo estaría igualmente arruinado.
― La mayoría de mis amigos viven en Los Ángeles. Y a diferencia de los tuyos, papi no les regaló un auto para su decimoséptimo cumpleaños.
― Es bueno que te enteres de que yo viajo en autobús ― refunfuño ________, despidiéndose de su compasión.
― Sí, pero apuesto a que tienes un auto.
Ella cerró la boca y colocó el trapo de limpieza debajo del grifo. Moribundo o no, era un idiota. Si tenía o no razón, era tema aparte. Claro que tenía auto. ¿Y con eso qué? ¿Acaso tenía que sentirse culpable porque sus padres trabajaban mucho y le regalaban cosas bonitas?
― Lo tienes, ¿verdad? ― continúo él ― -. ¿Qué marca es? ¿Un llamativo convertible, un juguete que cuesta mucho dinero y que papi no quiere que traigas a un barrio como éste?
― No es un convertible ― contestó ella. Abrió el grifo y enjuagó con abundante agua los bordes de la bañera. ― Es un auto chico.
― ¿Entonces por qué vienes en el autobús?
Tuvo intenciones de decirle que no quería traerlo a ese barrio humilde por lo que él había conjeturado, pero, para su asombro, no le pareció bien mentirle.
― Cuando me arrestaron, mis padres me quitaron la licencia.
― Un golpe bajo, ¿eh? ― murmuró, aunque ________ supo que no sentía ninguna pena por ella ―. Por lo menos, la recuperarás cuando hayas cumplido tu condena. A propósito, ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?
― Tengo que cumplir trescientas horas de servicio comunitarios ― contestó, mientras se levantaba del piso ―. A razón de veinte horas por semana, saca la cuenta. Si necesitas ayuda, puedo prestarte la calculadora que tengo en mi mochila.
― Puedes guardártela. Siempre he tenido diez de promedio en matemáticas ― le contestó. Volvió a reírse.
Ella se sorprendió.
― ¿De veras?
― Por supuesto ― repuso, orgulloso ―. ¿Qué pensabas? ¿Qué los chicos que vivimos aquí en esta zona servimos para atacar a la gente en patota y manejar cascajos?
― Yo no dije eso ― se defendió, molesta porque él estaba acusándola de encasillar a las personas en estereotipos racistas.
― ¿Entonces por qué te sorprendieron mis calificaciones?
― Porque sí, eso es todo. ― Matt estaba incomodándola. ________ estaba asombrada de sí misma. Nunca se había creído prejuiciosa. Pero si así era, ¿por qué se había asombrado tanto al enterarse de sus calificaciones?
― De acuerdo ― admitió él, cauteloso ―. Tal vez no me creías un rufián violador de mujeres.
― Y tal vez yo no debí sorprenderme tanto ― concedió ella. Por alguna extraña razón, se sentía obligada a ser honesta con ese chico. ― De todas maneras, lamento haberte ofendido.
― No te preocupes. Yo tampoco debí haberte atacado de inmediato. Supongo que soy un poco sensible en cuanto a los sajones. Para que sepas, toda mi vida he sido un alumno de diez. Me otorgaron una beca para la universidad. ― Se encogió de hombros y concentró su atención en las cerámicas del piso. ― Por supuesto, jamás llegaré a usarla.
________ lo miró fijo. No sabía qué decir. Sí bien Matt no era santo de su devoción, en ese momento le inspiraba una profunda tristeza. Una beca completa y jamás tendría oportunidad de poner un pie en la universidad. Recordó su modesto seis cincuenta de promedio y la insistencia de sus padres para que lo levantara. Dios, que injusto. Idiota o no, Matthew Espinosa se había quemado las pestañas para ingresar a la universidad. Nadie tenía esas calificaciones si no se mataba estudiando.
― Oye, te pido disculpas. Realmente debes de haberte esforzado mucho, tantos diez no pueden salir de la galera.
― No me compadezcas ― le dijo él y levantó la mirada buscando la suya. Sus ojos eran cavernas de antigua sabiduría. Infinitamente tristes, infinitamente comprensivos. ________ sintió un nudo en la garganta. Movió los labios, luchando por decir algo… pero no hubo palabras. No había nada que decir.
― A veces ― continuó Matt en un tono suave ―, tú atrapas al león. Otras, el león te atrapa a ti.
________ intentó borrar de su mente esos últimos minutos con Matt. Se quitó los guantes de goma y miró sus manos. Tenía la piel colorada, irritada. A pesar de todas las precauciones que había tomado, fue imposible que no le entrara agua. Tenía que acordarse de humectar sus manos con abundante loción una vez que llegara a casa.
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NO ME OLVIDES (Matthew Espinosa y tú)
Fanfiction"Querido diario: ¿Por qué la vida es tan difícil? Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se derrumbaba. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de trescientas horas de servicio comunitarios. ¡Toda...