El odio me invade cada vez en mayor cantidad. Nubla mi vista, oscurece mi mente y borra todo rastro de felicidad que alguna vez pude haber almacenado. El odio es una parte esencial de mi ser y del de todos ustedes. Algunos no lo aceptan. Algunos viven toda su vida pensando en hacer el bien y derrocar el odio para ganar un cielo que ni siquiera saben si existe. Dedican su vida a aquel ser que dicen, los llenará de amor y bendiciones, pero yo nunca vi nada. Nunca me sentí plena como ellos decían sentirse, el odio nunca abandonó mi sistema, nunca dejó de existir, porque los sentimientos, los recuerdos y las costumbres no se van de un día para otro. El odio persiste, el odio insiste y permanece hasta el último aliento.
Nunca le he encontrado el sentido a vivir por algo, seguir un protocolo de vida, buscar la perfección con desesperación, para darte cuenta de que todo fue en vano, de que te privaste de los placeres más grandes de lo que se podría llamar vida para nada en absoluto. El mundo no tiene sentido para mí, las personas fallan, se van y nunca regresan y tú te quedas cada vez más solo, dándole vueltas a todo lo que has vivido, las palabras que has oído, el rencor que se acumula en el fondo de tu ser, y aquel odio, que para mí es sinónimo de vivir, porque cada vez que siento aquel odio inundarme me recuerda que sigo viva, ¿para qué? No tengo idea, si fuera por mí me gustaría ser invisible, mejor aún, una espectadora invisible de la vida y odiar el mundo invisiblemente.
Las bendiciones ya no existen, el equilibrio tampoco. Me como a mí misma con cada día que pasa, cada guerra perdida, cada miembro inflado, dolor, odio, más odio y ganas de hacerme daño, de rasgar toda la piel y no parar hasta llegar a los huesos. Que duela, que duela mucho porque lo merezco, porque me odio más de lo que te puedo odiar a ti o al mundo. Soy la cuna del odio, soy un fracaso, estoy pérdida, muy perdida y no sé ni siquiera si quiero seguir respirando ahora. La muerte me coquetea cada minuto de mi vida, me seduce con su paz, me muestra aquella sonrisa que rebela todo lo que anhelo, mi propósito en la vida, dormir para siempre, llegar a los huesos, vivir en un lugar oscuro, sólo yo y mi odio, sólo yo y la verdad, porque a veces creo que dios no existe, que todo lo que viví fue como una obra de teatro, donde yo interpretaba el papel de una persona triste, muy triste que por arte de magia descubría que podía sonreír, que podía soñar con alguna estupidez y decírsela a todos para que la creyeran una persona normal. Déjame informarte que el show ha acabado, que vivo para complacer a los demás, que quiero vivir de aire, que quiero hacerme tanto daño que me haga reír. Esta soy yo, soy un ser que se alimenta de odio, soy todo lo contrario a ellos y sé que me odian por eso, porque no soy la hija perfecta que siempre quisieron, porque no me interesa dedicar mi vida a dios, no me interesa pasar sentada toda mi vida en una iglesia perdiendo el tiempo, me odian porque lo único que hago es dar problemas, pero ellos no recuerdan cuando también se alimentaban de odio, cuando todo era oscuro y la palabras pasaban a través de mí, la vía de mensaje, el ser que piensa cada minuto de su vida en la muerte desde los doce años, que trató de matarse de hambre y fracasó, que prefiere vivir la vida de personas ficticias y que es inmadura, siempre inmadura por pensar diferente, por alienarse cuando todo se derrumba, porque sí, la vida es un constante derrumbe, un derrumbe donde las madres tratan de quitarse la vida, pero luego ven la luz y todo es perfecto, pero una no puede equivocarse, no puede caer, porque no puede ser el retrato de aquella vida pasada, porque tiene que surgir de alguna manera, que tiene la culpa de todo lo que pasa y que el mundo gira a su alrededor. Soy un ser egocéntrico, que destila todo el veneno que contamina esta familia. Quiero morir lentamente, que duela y dejar mi testimonio, aquel testimonio que contará que fui una persona que se alimentaba de odio, que nunca fue capaz de amar y nunca fue amada, porque era todo lo contrario a ello. Sólo era un monstruo gordo y egocéntrico que se alimentó de tanto odio que explotó pero no dejó rastro, sólo fue un estorbo más en este mundo, que no es el único que existe, verás, hay millones de galaxias, con millones de otros planetas, porque claramente no somos los únicos seres que existen, y no creo que dios si es que existe haya creado sólo vida en este planeta. Para mí todo es como un cuento, como una de las tantas historias que leo, donde la vida significa algo, donde los personajes son lo opuesto a mí, ya que siempre el amor los cura, pero eso no corre para mí; Porque soy un ser tan repugnante que nadie soporta mi compañía por mucho tiempo, siempre me dejan, se aburren, no me tocan porque soy una masa amorfa, no aquel cuerpo que todos esperan ver, soy una abominación, y sé que dirás que estoy sobre exagerando, que soy una persona completamente normal sin ningún miembro u órgano menos, pero simplemente en mi universo, aquel universo distorsionado y alimentado por odio, soy lo más bajo que puede existir y no merezco nada, porque no aprecio nada. Mi vida es una rueda constante de lamentos, desilusiones y fracasos como el pan de cada día. Hay veces en las que me aterra salir a la calle, no por el qué dirán, si no que por que el mundo de por sí me asusta un montón, porque la falsedad es tan notoria que las náuseas no me abandonan jamás, porque me sobrealimento con odio y me sigo hinchando cada vez más, lo cual pensándolo bien no es tan malo, porque me acerca cada vez más a aquel sueño que tanto anhelo.