RAZIEL

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Veo el auto de Bellish dejar el estacionamiento y desaparecer en la noche con el Angelito en el asiento de copiloto. Lo último que me queda de su rostro es aquella mirada que se esfuerza por esconder sus verdaderos sentimientos, inexpresiva pero que dice más de lo que debería.

Siendo consciente de su ausencia, puedo sentir el frío de la soledad.

No hay dudas de que está enfadada; la pregunta es: ¿por qué?

Hoy no hemos hablado, así que asumo que fue algo que cometí ayer.

Retrocedo a lo que ocurrió por la mañana del día anterior.

Una pesadilla me sobresaltó y abrí los ojos de golpe. En ella, soñaba que la tierra se agrietaba y caía a la oscuridad absoluta, sin encontrar un punto final. Con el corazón aún agitado me las arreglé para extender el brazo fuera de la cama, hacia el velador, en busca de mi celular. Según logré ver en la pantalla, apenas eran las 6:13 de la mañana. Todavía me quedaban unos minutos hasta que la alarma sonara y tuviera que arreglarme para salir.

En la barra de notificaciones me encontré tres llamadas perdidas y un mensaje de texto. Todos de Cam. Últimamente está alterada por mi nuevo trabajo y no ha dejado de intentar convencerme de que lo deje.

Lo abrí y leí:

Okey... Jamás volveré a ir sin avisar a tu depa. Por lo que escuché, asumo que hicieron "las paces". Bien por ti. Como sea... y a lo que iba: Lester te escribió, revisa.

Mierda.

Odio tener que buscar mi otro celular tan temprano por la mañana para escribirle, prefiero las visitas sorpresas, porque suelen tomar a las personas desprevenidas y a mí me ayuda a ver sus reacciones. Lo inesperado siempre saca la cara verdadera de las personas, aunque sea durante una miserable fracción de segundos.

Además, seguro que Lester estaba durmiendo a esas horas y no valía la pena. Opté por pasar a hablar con él después.

Lester, Lester, Lester. O el hijo de puta que se está llevando todos mis ahorros.

Echaba de menos tener noticias suyas.

Dejé el celular sobre el velador antes de que mi brazo fuera del edredón necesitara calor. Me giré sobre la cama, encontrando a Audrey.

Despertar junto a ella podría volverse una costumbre de la que jamás me aburriría. Es un verdadero ángel perdido en los confines del universo, ajena a toda la mierda que le rodea, a todas las mentiras, las desilusiones, los peligros... Si la miro desde esa perspectiva, siento la necesidad de protegerla, de abrazarla para que nadie más pueda tomarla o aprovecharse de ella, susurrarle que todo estará bien porque estoy de su lado. Pero mi voz interna, la voz de la conciencia, me dice que yo soy parte de esa mierda de la que se debe proteger.

Incluso sabiendo esto, las ganas no se me quitaron y fui presa de mis culposos deseos. La tomé por la espalda para fundirla bajo mi brazo y mi pecho. Olía a mi shampoo, a mi loción, a mi ropa. Llevaba puesta mi playera vieja y desteñida por el tiempo.

Mi agarre la despertó. Se movió de manera taciturna emitiendo un «mhmm» alargado y buscó mi rostro. Apenas podía verme, así que puso todo el esfuerzo en intentarlo.

—¿Qué pasa? —Su voz era ronca y cansada.

—Tengo frío.

Una mueca se alojó en su comisura, formando una sonrisa torcida.

—Eso te pasa por no dormir con ropa.

Se acomodó en mi pecho desnudo, hundiendo su cara. Pude percibir su aliento contra la piel y brindarme un calor agradable, como si escarbara en mi carne y calentara mi corazón. Me rodeó pasando los brazos bajo los míos y sus dedos, que acariciaban mi espalda y enviaron una onda eléctrica a mi espina, provocando un escalofrío agradable.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora