Capítulo 13 (mini)

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Él le estaba esperando, pero no se volvió cuando sonó el sonido de sus zapatos. Estaba apoyado en la balaustrada, sin ningún rumbo al que mirar, salvo cuando supo que había llegado.

¿Qué otra persona podía ser? Era las doce pasadas.

No había tenido esperanza de que viniera.

Pero lo había sorprendido.

- Creí que no vendría – no se giró en ese instante -. Me imagino que le pudo la curiosidad.

Le respondió el silencio, como era de esperar de ella. Se giró, poniendo sus ojos en su figura.

- No he venido por eso.

- Entonces, ¿a qué debo su presencia? Si no es porque la he citado personalmente, no se habría presentado.

La joven se aseguró de que no había nadie a su alrededor y se adentró. Chica precavida, pero no tanto, estando a solas con él.

- Quiero que pare. No sé lo que pretende al mandarme ese libro y esa dichosa carta.

Tenía carácter.

- Un regalo – respondió con pereza -. ¿No le puedo mandar regalos?

- No. Ni los deseo.

Se miraron, entregándose a una lucha de voluntades, que él alteró torciendo sus labios en una media sonrisa, queriéndola provocar pero que no cayó en su provocación.

- ¿No me va a decir el por qué? – apoyando su espalda en el murete de la terraza, poniéndose cómodo, como si creía que iba a permanecer mucho tiempo.

Ella no lo iba a consentir.

- Sabe perfectamente el porqué. Nunca fuimos amigos, ni me trató bien cuando éramos niños. ¿Qué interés tiene ahora el fingir ser amable conmigo? Yo se lo diré, ninguno salvo que quiere fastidiar a Edward, cosa que no se lo permitiré. Bastante lo hizo en el pasado. Así que le pido que no me mande ninguna nota más, ni visitas innecesarias que los dos sabemos que no son bienvenidas.

Hizo el ademán de irse, dejándole con la palabra en la boca, pero la sorprendió, hablándole.

- Es una pena; no todos los días uno es rechazado – si no fuera porque su voz era tan suave, tan falsamente fingida, se habría compadecido de él, pero sabía que de esa persona no había ningún sentimiento -. No la molestaré más, si no quiere.

- No quiero – se lo confirmó, pero debería haberse ido porque el hombre se alejó de su apoyo para acercarse a ella.

- ¿De verdad? – conteniendo la respiración, él le colocó un mechón que se le había soltado por la brisa de la noche y le rozó la oreja con sus dedos, calentando ese trocito de piel. Se apartó, asustada y enfadada, le ardía la punta de su oreja -. No se preocupe, no la molestaré. Lo único que quería era advertirle una vez más.

No le habló. Pero eso no fue impedimento a él, para continuar.

- Ten cuidado con Edward, no es el único lobo con piel de cordero.

Elle se enfadó y apretó los puños en sus costados.

- Él es mil veces mejor persona que usted. Ya más quisiera alcanzarle la suela de sus zapatos.

Le resbaló su defensa hacia Harold.

- A diferencia de él, no voy regalando promesas de amor baratas – la joven jadeó y le iba a dar una bofetada, que él tuvo con el buen reflejo de detenerla, su sujeción fue apretando su muñeca, recordándole la sensación de un grillete -. Ha caído como una mosquita en su red; pero no puede culparle, lo hace con todas.

- ¡Es mentira!

La sonrisa masculina se amplió.

- ¿Está segura de que es mentira? Bueno, yo no la obligaré a que se mienta a sí misma si es lo que quiere. Uno puede ser más feliz viviendo en la dulce e indolora ignorancia. Aunque no lo comparto, lo respeto.

La liberó de la prisión de su mano. Ahora fue el hombre que hizo el ademán de irse.

- Esto me lo dice porque siempre le ha tenido envidia – dijo aguantando el sollozo de impotencia que le nacía del pecho, intentando no caer hacia el abismo que había creado -. Es un bastardo sin corazón.

Un latido, dos latidos... Creyó que no le iba a responder, que se había ido, pero fueron sus últimas palabras las que flotaron en el aire de la noche.

- No se lo discuto; lo soy. Buenas noches, señorita Green.

No pudo dormir en toda la noche por culpa de ese miserable que no estaba contento con que las personas fueran más felices que él. A la mañana siguiente, le envió una carta a Edward, pidiéndole que fuera a visitarla.

Necesitaba tanto un abrazo suyo.

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¡Hasta el finde que viene!

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No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora