8. Mejores amigos

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Lunes 5 de agosto del 2019

Lea Cristaldi

—¡Aaaaah!

Respiro agitadamente, el corazón me late desbocado y me es imposible controlar el sudor y lágrimas que salen de mis ojos.

Enzo entra corriendo, como lo ha hecho todas las noches se desde hace una semana. Se sienta a mi lado, rodeándome con sus brazos mientras acaricia mi espalda.

—Solo fue una pesadilla, tranquila.

Niego con la cabeza— La vi... Los vi.

—Estamos bien, Lea. Estoy aquí, Cassandra está bien, yo estoy bien.

Asiento, temblando.

Llevo una semana soñando con la muerte de mi madre, ella culpándome, ella alejándose de mí. Después todo se vuelve oscuro y al prender la luz, me encuentro rodeada de sangre con los cuerpos de los Jiménez, Cassandra y Enzo al frente y yo con un arma en la mano. Y la frase se repite una y otra y otra vez «Fue tu culpa, fue tu culpa»

—Respira, Lea. No estás respirando.

Lo intento, pero es imposible, el aire no entra a mis pulmones. Mi cabeza no para de repetir las imágenes de ellos muertos, de mi madre.

—Oye, mírame — agarra mi barbilla, obligándome a mirarlo— Estoy aquí ¿Si? Estoy bien.

Asiento, respirando poco a poco.

El lunes pasado, al llegar, me enseño su departamento. Es algo normal, solo cuenta con lo necesario; cocina, baño, Sala, comedor y dos cuartos. Se parece mucho a la casa que tenía con mamá en México. Solo que esa era un poco más grande.

Él se va todos los días a la Universidad y solo regresa a cambiarse y se va a trabajar. Como dijo, ni cuenta me doy de que vive aquí.

Por Vittorio y los chicos, no me preocupo. No hay posibilidad de que rastreen mi celular, ya que Massimo puso no sé qué dispositivo para hacer más difícil esa tarea. De cualquier forma, lo mantengo apagado y solo lo prendo cuando tengo que hablar con los Jiménez.

—¿Hoy si vas a ir?

Lo pienso. Ese es otro problema, no puedo ir a la Universidad, ya que Braider también va, y posiblemente los chicos igual.

Él ve mi duda y hace una mueca.

—No puedes seguir faltando. Estás perdiendo clases que pueden ser importantes.

Asiento— Tienes razón.

Da una leve palmada en mi muslo —Arriba, vamos. De regreso podemos pasar por mi trabajo.

—¿Dónde trabajas?

Ríe — Ya lo verás.

Asiento. Me pongo ropa cómoda y salgo casi corriendo ya que es un poco tarde. Durante el camino ninguno dice nada ¿Qué estudiará?

—Llegamos.

Asiento y suspiro — Ahora ¿Cómo nos libraremos de ellos al salir?

Hace una mueca— No lo pensé...

Lo miro —Oye... No quiero que me vean contigo. No es por ti o por algo así, más bien es porque no quiero que pase lo mismo que con Cassandra.

Me sonríe y acaricia mi mejilla dulcemente— No te preocupes por mí, me se cuidar solo.

—Pero...

—Pero nada. Tranquila, linda.

Dice que se sabe defender, pero... Ellos tienen armas. Tienen a personas que pueden mandar a matar... No quiero que eso pase. No quiero que lo lastimen. Él ha sido muy amable conmigo y odiaría saber que lo pongo en peligro.

En las sombras (En Pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora