Sunghoon podría definirse como muchas cosas excepto sociable. Tenía maravillosas cualidades, un sentido del humor ligero y contagioso, un corazón enorme que se preocupa por los demás y oídos atentos para quien lo necesite. Era sin duda un muchacho con carisma y una bonita sonrisa que no mostraba muy a menudo, pero muy pocas personas conocían está faceta de él, ya que además de reservado y muy poco conversador, Sunghoon era tímido a morir y muy inseguro.
¿Cómo podría alguien con tantas cualidades, ser introvertido? Culpa suya no era, hay que tenerlo presente. Sunghoon sí que había intentado hacer amigos, participar en algún club de la escuela, asistir a las fiestas y hacer amigos con sus compañeros de equipo, pero siempre antes de abrir la boca, antes de comenzar una conversación o halagar la camiseta de alguien, lo callaban. Sunghoon siempre se quedaba con las palabras en la boca porque antes de opinar alguien más hablaba y el chico, introvertido y tímido, poco a poco se fue haciendo de una gran bolsa de inseguridades que cargaba al hombro día tras día.
Así llegó al último año de la preparatoria, dispuesto como cada año a no levantarse de su silla a menos que fuese absolutamente necesario. Durante los años anteriores, Sunghoon subió de peso y esto le valió de burlas y comentarios llenos de veneno, que únicamente lo hicieron hacerse más y más pequeño en su sitio, día tras día. Así iba sumando Park Sunghoon inseguridades a su lista que parecía quedarse sin papel de lo larga que era.
Como siempre, el salón se llenó de estudiantes que no le dirigían la palabra. El silencio se vio opacado cuando voces se sumaban a animadas conversaciones sobre las vacaciones y cuánto se habían divertido y extrañado. Un pequeño grupo siempre se formaba al fondo y ocasionalmente, dos de sus miembros le sonreían con cautela a lo lejos, cuando sus miradas chocaban por accidente. Esa era la única comunicación que tenía con el mundo aparte de su familia.
Sunghoon comenzó a poner fecha en su libreta, cabizbajo y con una mano recargada en su mejilla izquierda, mientras garabateaba sin ganas, contando así un día menos hasta terminar el curso. Apenas alzó la vista, notó que sus compañeros se dirigían curiosos a la puerta, con murmullos y sonrisas dirigidas a un nuevo estudiante que Sunghoon jamás había visto.
—¿Esta es el aula C?— preguntó el muchacho castaño, mirando alternadamente una hoja entre sus dedos y a los estudiantes dentro del salón.
Su acento era notable a pesar de tener un manejo del idioma bastante fluido, sus ojos eran brillantes y sus pestañas largas. Llevaba el cabello peinado hacia arriba y el uniforme pulcramente vestido. Era algo bajo, delgado y con una mochila que se veía carente de demasiados libros a la espalda. Sunghoon recuerda que una chica le dijo que sí y el muchacho agradeció cortés antes de tomar asiento en la banca frente a él. Recuerda que le sonrió cuando colgó su mochila y le dijo, sonriente «Hola, compañero» y Sunghoon se hizo bolita en su banca cuando la vergüenza le subió por las mejillas, sin responder nada.
Así fue como conoció a Jake.
Supo su nombre esa tarde cuando lo siguió hasta la puerta, soltando preguntas que Sunghoon no respondió ni una sola vez, con los hombros alzados en busca de protegerse del efusivo muchacho extranjero. Jake se le puso enfrente y le extendió una mano, diciéndole su nombre y pidiéndole que la tomara.
Sunghoon balbuceó su nombre y Jake sonrió victorioso, para seguir con la pregunta —¿Tomas el autobús?— que no tuvo respuesta. Pero el chico se rio, encogiéndose de hombros —Ok, creo que es muy rápido. Avanzaremos después.
Jake hablaba mucho, la mayoría del tiempo solo porque, aunque Sunghoon lo acompañaba a comer a la cafetería y escuchaba atentamente lo que el chico tenía que decir, casi nunca respondía más allá del «Hm», «Sí», «Ya veo», «No». A base de pequeñas respuestas, Jake supo que tenía una hermana menor, que le gustaban las películas de miedo, que tomaba el autobús hacia el sur y que no le gustaba hacer ejercicio. Pasaron semanas para recolectar tan poca, pero valiosa información y Jake no se rindió ni un solo día, obteniendo su recompensa al día 16.
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Efusivo || Jakehoon
Short StorySunghoon era tranquilo, callado y de intereses simples, siempre con la mirada al suelo y la guardia alta. El chico vivía por sobrevivir día tras día, hasta que un parlanchín y efusivo extranjero llegó no solo para hablar hasta por los codos y arrást...