A la mañana siguiente...
Residencia de los Green.
- ¿Me puedes decir qué estabais hablando tú y lord Myers?
Levantó su mirada ojerosa de su plato hacia su madre, Eve Green, estaba tan tranquila, desayunando cuando le inquirió con esa pregunta.
- Nada en particular – dijo escuetamente, revolvió el huevo que había en su plato -. No le di pie a que me diera conversación.
- No se le ve buen muchacho, muy... - movió la mano en círculos sin llegar a la palabra que buscaba -. Muy... ya me entiendes.
- No me gusta – atajó antes de que su madre diera alas a una cosa que no tenía futuro, ni pies ni cabeza.
- Pero puede que sea al revés, ¿no?
La ingenuidad de su madre le despertó las ganas de reírse. Sí, tenía un sentido del humor retorcido.
- Si fuera así, no me casaría con él.
- No permitiré que mi hija viste santos. Tenía puesto mis esperanzas en el joven Harold, pero mira por donde no ha tenido sus frutos.
Elle se sonrojó, ¿debía decírselo o esperar a que Edward encontrara el idóneo momento? Se notaba que estaba resquemada porque creyó que sería su futuro yerno.
Y lo sería, pero aún no lo sabía.
- Siempre anda visitándote, siendo atento. No lo entiendo, no puede venir más y que le sigas dando coba.
- Yo no lo estoy dando coba, madre. Es mi amigo.
- Sí, amigo. Ten cuidado, porque puede ser cuando no te enteres, ya se haya metido debajo de la mesa.
- ¿Qué quieres decir, madre? – confusa con sus palabras.
- Los hombres pueden ser muy zorros; no solamente las mujeres. Recuérdalo.
Parecía ser que entre lord Myers y su madre se habían confabulado sin saberlo, lo que la enfadó y se levantó de la mesa de desayuno.
- Ya he acabado.
- Pero, hija, si no te has comido...
No la llegó a escuchar porque se había ido.
- ¿Qué mosca le habrá picado?
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No soy como él (Volumen I)
Ficción históricaEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?