A UN VIEJO AMOR

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Aunque te niegues a  mirarme y tus pasos diminutos no sé detengan frente a los cansados y arrugados zapatos del centinela que por las mañanas vela a que pases presurosa y te pierdas en la niebla.

Aunque desvíes la mirada y hagas una mueca de fastidio, las cejas eleves y tus pestañas enrejen a los pájaros altivos, en sus aposentos verdes.

Y te vayas a lo lejos sin voltear a verme.

Mi soledad, en deprimente terquedad te sigue y aunque me desdeñes de pies a cabeza.

¡Por favor!
Haz un alto y despierta tu nobleza.

¡Mujer de vientos gélidos!

Para levantar al muerto de su oscuro féretro.

Dónde hace años me encuentro.

¡Pero ten en cuenta! ¡Alguien dice!
¡Hay un suspiro qué emana de su cuerpo furtivo!

Y adentro de ti se aviva una flama de tristeza y soberbia y te lleva a lo tétrico de una existencia muerta.

Dónde domina la oscuridad y una mano yerta.

Qué no será la mía sino el largo infortunio qué da la vida.


Y en estos otoños aburridos y grises mi desesperación vuela a una doncella y recuerda a la quinceañera vestida de reina, qué dejó una alma al filo de una brillante daga.

La que trocaba besos y prometio su presencia llena de ternura, de embelesos, de fe profunda la que me lanzó al futuro para traerle a mi madre.

¡Y un día enseñarle!

A esta muñeca viva que acompañaría hasta llegar la tarde y en una noche sin aire entregarle por último el equipaje qué arde.

Para unir dos corazones nuevos, de ensueños, de te amos, de emociones acompañada de muchos regalos y sobre todo su boca aspirando la mía hasta que me acabe la vida.

Nada de esto vendría yo bien que lo intuía, pues su mano estaba concedida a otro humano.

Afortunadamente se quedó con el, porque si hubiera estado conmigo la llenaría de hijos.

Pues ese era mi destino traer estirpe de puros Ángeles parecidos a ella.

Y aunque no lo crean era muy bella.

Pues le arranque al universo la mejor estrella.

Y se privaria de los sentidos por los besos qué le tomaría.

El corazón su latido detendría por las ansias locas de amarla todo el día.

Y a temprana edad se volvería anciana al robarle energía por darle montañas de alegría.

Y de cuantiosas veces de abrazarla poco a poco me comería su alma.

Y me la acabaría estoy seguro que lo haría, ¡Porque yo sí la quería!

Y mi razón ya lo decía, desde que la vi esa luna era mía.

Más todo fue un engaño el futuro me lo diría.



Por esto y por otras angustias más despacio y tiritando de frio en este otoño nostálgico.

¡Señorita desconocida!

¡Detén tu pasó y no te esfumes en la niebla!

Te pido por una vez eleves las pestañas y deja que vuelen tus pájaros encantados a mis aposentos abandonados.

En este invierno qué se acerca por no tener a mí quinceañera.

León

Sep 17 1991

A una desconocida que todos los días pasaba al ir al trabajo.

En una mañana de otoño opaca y sin luz.

Cachitos De Mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora