Capítulo 3.

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Me desperté y allí seguía ella, abrazado a mi cuerpo. Sonreí. Ella siempre tan preciosa. Le besé la frente y abrió los ojos poco a poco. Y una sonrisa se dibujó en sus ojos. No en su boca, en sus ojos.

-Buenos días dormilona-le susurré al odio.

-Buenos días.

Me levanté. Esa mañana tenía que llamar a la oficina, a Manci, para decirle que me cogía unas semanas libres. Pero como también quería preparar el viaje que haríamos para “reavivar la flama de nuestro amor”, decidí ir personalmente a verla, y así, escoger un destinatario por sorpresa para Miriam.

-Iré a la oficina y luego a la agencia de viaje.

Ella estaba comiéndose la primera tostada y yo ya me había vestido.

-¿No puedes esperarme y vamos los dos juntos?-dijo ella dándose prisa para comerse lo que quedaba y venir conmigo.

-No cielo, quiero que el destinatario de nuestro viaje sea una sorpresa.

Y sin decir nada más, la besé, cogí las llaves de el coche, y me fuí.

Manci y yo trabajábamos juntos, aún. Cuando nos cambiemos de oficina, le propuse venirse conmigo, ser mi secretaria. Así, cobraría más. Ella aceptó, claramente.

Manci se había casado y estaba embarazada de mellizos, así que cobrar más, era lo único que necesitaba.

Llegué a la oficina más rápido que ningún día pues, ese día no había mucha gente por la calle, cosa rara, ya que en Nueva York siempre hay mucho tránsito, y más en esa hora punta de la mañana.

Entre a la oficina y Manci estaba en su despacho, que daba al pasillo, atendiendo al teléfono. Colgó de repente al verme.

-Hola John, ha llamado la señora...

-Manci-dije interumpiendola- voy ha tomarte lo que queda de año libre.

Manci puso una cara muy extrañada. Yo nunca me había pedido unas vacaciones. Nunca. Trabajaba de Lunes a Viernes, cada semana de el año, cada día, incluso en verano.

-¿Y eso?- dijo ella sin entender nada.

-Miriam y yo ayer estuvimos hablando- ella ya puso mala cara, sabía que a Miriam no le gustaba que pasase tanto tiempo en la oficina- y vamos a tomarnos unas vacaciones, aprovechando la Navidad, creo que me las merezco.

Manci me sonrió.

-Tienes razón, te las mereces.

-Tu también, así que tienes vacaciones- dije yo sonriendo.

-Gracias John.

Me despedí de ella y fui a buscar una agencia de viajes. No se donde podría llevar a Miriam. Ella era una chica especial, no podía llevarla a cualquier sitio. Los “enamorados” llevan a sus parejas a Nueva York, al menos en todas las películas de amor. Pero yo no podía llevarla a Nueva York, pues ya estábamos allí.

Pensé en llevarla a París, pero es un lugar muy empalagoso. Y nosotros no teníamos ni idea de Francés. Podríamos ir a Londres. Era un lugar bonito, así que, me decidí por buscar un hotel y un vuelo, lo antes posible.

Entre en la agencia, y después de una interminable hora, pude pagar nuestro viaje, tener la reserva de el hotel y nuestros billetes de avión. Como los dos ya teníamos pasaporte, eso no importaba.

Antes de ir a casa, fui a una floristería a comprarle unas flores. Quería pedirle perdón por si alguna vez había echo que ella se sintiera sola, aún teniéndome al lado cada día de su vida.

Llegué a casa y estaba mirando la tele. Estaba vestida y mirando el móvil.

-Joder, si que has tardado-dijo abrazándome.

Le enseñé el ramo de flores. Sonrió.

-Siento mucho no haber pasado más tiempo contigo últimamente- la besé.

-No pasa nada cielo. ¿Donde nos vamos?- dijo mirando los billetes.

-A Londres.

Le ayudé ha hacer las maletas. Bueno, ella me ayudó a mi. Yo no sabía que meter. No sabía cuanta ropa coger. Nunca me había ido de vacaciones yo solo. La última vez fue con mi tío, hacía ya 4 años. Y tenía el pasaporte de decoración en la cartera, más que nada.

Nos íbamos esa misma tarde, en el vuelo de las 10, así, dormiríamos mientras en el avión. Habían 7 horas de diferencia de aquí a Londres, así que cuando lleguesemos serían las 5 de la madrugada, o así.

Fuimos al aeropuerto en taxi. Estaríamos una semana. Des de el 23, que era ese día, hasta el 30 por la tarde. Facturamos las maletas, esperemos hasta la hora de embarcar. Miriam tenía sueño. Se apoyó en mi hombro cuando estábamos en el avión. Ella no paraba de sonreír en sueños.

Me costó mucho pegar ojo en el avión, nunca me había justado estar en uno de ellos. Siempre me había dado mucho miedo que se cayera.

Me despertó Miriam de un golpe. Abrí los ojos de golpe y ella se puso a reír. Me había asustado.

-Va, que ya hemos llegado- dijo cogiendo su bolso.

Le cogí de la mano y fuimos a buscar nuestras maletas.

Salimos de el aeropuerto y cogimos un taxi hasta el centro de Londres, donde teníamos el hotel. Era un hotel de 5 estrellas, en el centro de la ciudad.

Eran las 6 y media de la madrugada, y yo y Miriam no teníamos nada de sueño, es más, estábamos frescos como una rosa. Propuse de ir a desayunar a algún sitio y luego ir a dar una vuelta. Aceptó encantada.

El bar de el hotel ya estaba abierto, así que nos tomemos un café. Estaba lloviendo.

-Así que, aquí vamos a pasar 1 semana...-dijo ella sonriendo.

-¿Te gusta?

-Londres enamora.

Pasemos toda la semana viendo Londres. Era una ciudad preciosa. Y más preciosa aún, con la chica más preciosa de el mundo a mi lado. La semana se me paso volando. A ella también. Ninguno de los dos quería volver a la rutina.

Yo tenía que empezar a trabajar el día 2 de Enero, igual que ella. Y volveríamos a estar semanas peleándonos, sin apenas vernos, sin apenas besarnos. Así que, ninguno de los dos, quería volver a eso.

Nos hacíamos daño. Por un momento me planteé dejarla, pero luego me di cuenta de que sin ella mi vida no era vida. Su sonrisa iluminaba mi camino.

-Prométeme que pasaremos más tiempo juntos-me dijo de camino a casa, llegando de el aeropuerto.

-Prométeme que te casarás conmigo.

Todo realmente todo, acaba en tu sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora