Capítulo 5.

17 3 0
                                    

Me vestí y esperé a que Miriam saliera de la habitación. Llevaba 1 hora arreglarnos. No entendí por que, si total, solo era una cena de año nuevo, en teoría. Aunque, para a mi sería uno de los días más importantes de mi vida. Si, ya sabía que ella ya me había dicho que si, pero quería hacerlo bien, como si nada hubiera pasado, como si yo no supiera su respuesta. Quería que fuese algo típico, romántico. Como en las películas.

Salió al cabo de el rato. Llevaba puesto un precioso vestido dorado y unos zapatos de tacón altos. El pelo suelto y algo maquillada. A lo que a cualquier hombre le hubiera parecido “de el montón” a mi me parecía astronómico. Nunca la había visto tan bonita. Tal vez eran los nervios que tenía, tal vez que iba a ser una noche mágica, tal vez ambas cosas.

Fuimos en coche hasta el restaurante, yo llevaba el anillo en el bolsillo.

Me sudaban las manos. El restaurante estaba lleno a reventar. Como era año nuevo, parecía que medio Nueva York hubiera salido de sus casas, se habían puesto de acuerdo y habían reservado mesa en el mismo restaurante que yo.

Estaba nervioso. Había acordado mentalmente conmigo mismo que se lo diría después de el postre, así que no quería parar de comer. Pues, enfrentarme a eso iba a ser muy duro.

Ya lo había echo, pero claro está, era diferente. Lo hice sin pensarlo, sin apenas planearlo. Salió por salir. Ni yo quería que saliera, pero así lo hizo. Y ahora, que quería que saliera, no salía.

Acabemos de comer, ella no paraba de sonreír. Siempre sonreía.

Respiré hondo, un par de veces. Se me ocurrió una extraña estrategia para pedirle matrimonio, otra vez. Era algo rara, pero al menos, funcionaría.

Tiré el tenedor al suelo, disimuladamente. Aunque, lo de disimular no era lo mío.

Miriam me miro y casi se pone a reír.

-Ya lo cojo.

Me agache. Se había caído, mejor dicho, lo había tirado debajo de la mesa. Por lo que tenía unos segundos para replantearme que diantres iba a hacer, decir y pensar para que todo saliera bien. Cogí el tenedor. Más o menos, sabía que decir. Más o menos.

Me puse a sus pies, de rodillas. Me saqué el anillo de el bolsillo, cerré los ojos y suspiré.

-Miriam, se que ya te lo pedí ayer, pero me pareció una manera muy vulgar para pedir matrimonio a una princesa como tú.- me quedé sin aire, tuve que abrir los ojos, respirar y volver a cerrarlos. En ese abrir y cerrar de ojos, y nunca mejor dicho, vi que Miriam sonreía más que nunca.- Así pues, Miriam ¿Quieres casarte conmigo?

Abrí los ojos, me la quedé mirando. Su rostro tenía una mezcla entre romper a llorar de la alegría en pocos segundos y soltar una risa nerviosa. Asintió con la cabeza.

-Pues claro que quiero.

Me dio un beso y yo le puse el anillo de compromiso en la mano.

La gente de el restaurante aplaudió, muy en plan película americana.

Dieron las campanadas. Le propuse a Miriam de ir a tomar algo, pero me dijo que estaba cansada y teníamos que ir el día siguiente a Long Island a comer con sus padres, que se habían mudado hacía poco más de un mes.

La idea de comer con mis suegros, no me gustaba mucho. ¿Por que? Por su padre. Su padre y yo nunca habíamos acabado de entendernos, por así decirlo. Su padre era muy...raro. La palabra que lo definía era raro. No había otro termino.

Pero pese a todo, como yo quería a Miriam más que a mi mismo, siempre intentaba no odiar a su padre cuando me miraba con desprecio, que era casi siempre que me veía.

Por esa razón, no me encantaba la idea de saber que tendría que soportar a su padre durante casi todo un día, pero no me podía negar a ir.

-De acuerdo cielo, te quiero- le dije antes de apagar la luz para irnos a dormir.

Dormimos abrazados, como siempre.

Todo realmente todo, acaba en tu sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora