Esa horrible pesadilla me perseguía. Dormido y despierto.
-Tal vez tengas que ir a ver a tu padre a la carcel. Al menos, sólo para decirle que te vas a casar.
Manci me aconsejó que lo hiciese.
Pero yo no podía, y lo sabía. Era consciente de mi integridad mental y sabía perfectamente que nunca soportaría volverlo a ver. Después de todo, me había acostumbrado a vivir solo. A estar solo. A no tener padres. A no tener a nadie a mi lado.
-¿Y que le digo? "Si, hola. ¿Me recuerdas? Mataste a mi madre. Pues eso, que me caso. Estas invitado". -Hize una mirada de sarcasmo- ni loco voy a pisar una carcel, y menos para irle a ver a él.
Odiaba tanto a mi padre por el mero echo de que él era contra la clase de personas que había de tratar día a día.
-¿Sabes? Tal vez, si ayudases a la gente que causa el problema y no quien lo recibe, esto se solucionaría.
-¿A que te refieres- la miré de una manera diferente, con rencor. Si era a lo que yo me estaba pensando, iba bien equivocada, no trataría con esa clase de gente.
-Sabes a lo que me refiero. Podrías...
-Ni se te ocurra decirlo.
Salí de el despacho como una bala. No quería oir esa frase. No. Ni loco la iba a sentir.
-Podrías..- ella me intentó perseguir por el pasillo.-Podrías hacerle terapia a tu padre.
Lo había dicho. Había dicho aquella horrible frase.
Había pensado en hacerlo. Lo había pensado un par de veces, pero nunca me había atrevido a decirlo en voz alta. Para mi resultaba muy horrible decirlo. Para mi era..era muy raro.
-Ni muerto- me giré y seguí caminando por el pasillo.
Ni yo sabía a donde iba. Mis píes andaban solos, como siempre.
-Entonces no arreglaras nunca el problema. Las ayudarás, si. Pero... ¿Las podrás salvar de otro hijo de puta que las maltrate? -Manci empezó a sonar con un tono muy desafiante- ¿Podrás?
Se me quedó mirando. Tenía razón. Paré en seco. Me dí la vuelta y suspiré. Debía de admitir que sería un buen método para acabar con los abusos, pero no me hacía nada de gracia tener que verles la cara a esa clase de gente.Para mi, no eran personas.
-Puedo...-tartamudeé-Puedo intentarlo.
Manci sonrió con una sonrisa triumfal y se volvió a su despacho.Aquel mismo día, llame a la cárcel donde estaba mi padre. Le había caido una condena perpetua por pegar a mi madre numerosas veces y matarla. Pero, si se comportaba bien, tal vez le dejaran salir.
Hablé por teléfono, y luego, tube que desplacarme hasta la carcel. La cárcel estaba algo lejos de nuestra casa, (ya nos habíamos mudado) así que me tomé toda la tarde para ir.
Le explique al director de la prisión que era el hijo de el preso num 211, que era una espécie de experimento, y que si iba bien, daría mis servicios a la mayoría de presos con ese problema.
-De acuerdo, pero me gustaría destacar que John no va muy bien de memoria- si, mi padre se llamaba igual que yo- por lo que, no creo que se acuerde de usted.
-Mejor- susurré- no me gustaría que recordase que yo era al hijo al que pegaba.
Me dirijieron hasta su celda. Estaba sentado en la cama, con las manos cruzadas sobre su regazo. No parecía mi padre.
Yo siempre había recordado a mi padre como un hombre fuerte, duro, imponente. No como ahora. Ahora estaba delgado, chucladisimo. Su mirada había perdido todo rastro de seguridad en si misma. No era el mismo. Estaba claro que, había cambiado.
Se abrió la puerta de la celda. Él me miro, extrañado.
Sonreí, no se por que. Me alegraba, en el fondo, de volverlo a ver.
Creo que, esa sonrisa fue la que ayudó a mi padre a recordarme. Pues, después de todo, alguna vez me había visto sonreír, ¿verdad?
Me senté a su lado. El se me quedó mirando. No tenía una sonrisa en su rostro, pero tampoco tenía aquella mirada de odio, tan típicamente suya.
-Hola- dije en un hilo de voz.
-Estás muy grande, John.- me miro de arriba a abajo- Muy grande.
Quise hacer un comentario, hacía a él, pero no encontré ningún punto alagador que pudiera afavorecerle.
Se creo un incómodo silencio entre nosotros dos. Esperé a que él empezara una conversa, pues ni yo sabía a que diantres había venido.
-Me han dicho que querías verme. Por lo de tu madre...- se le rompió la voz.
Le caía una lágrima de el ojo. Me sentí mal. Y extrañado. Él la había matado pero, despues de todo.. ¿Realmente la quería?
-La echo de menos.
-Tú la mataste- Tenía mucho dolor acumulado dentro, tenía que decirselo.
-Lo sé.
Hizo una pausa. Tragó saliva.
-Y me odiaré el resto de mi vida por ello. Por averte arrebatado a la persona que más habías querido, tu madre. Por que, aunque lo niegues, sé que no me querias. No me querias lo mś mínimo. Y yo, en aquel tiempo, tampoco le tomaba mucha importancía a lo que pensase un nio de 10 años. Pero por lo visto, ahora si.
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Todo realmente todo, acaba en tu sonrisa.
RomanceDos chicas que se aman y ... (Porque no lo lees? Simplemente te encantara) (Siente la novela) (Vivela)