1. La varita-repuesto

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Capítulo 1: La varita-repuesto.

Nadie podía negar que algo extraño pasaba con esa niña, aquella del rincón, a la que todos temían.

De pequeña, cuando aún dormía en cuna, una serpiente entró en su cama silenciosamente, y a la mañana siguiente, la serpiente se había transformado en una de peluche que los demás niños decían se transformaba en serpiente por las noches, asustando a todos menos a la pequeña bebé.

Cuando tenía ocho años, en su tercer año de escuela, hizo que los sapos de la clase de Biología flotaran por los aires hasta el patio antes de que los mataran para estudiar su organismo.

Y a los nueve años había descubierto que podía hacer que la gente hiciera lo que les ordenaba (aunque solo cuando estaba muy, muy enojada).

Era cosa del demonio, aseguraba la Madre Superiora, luego de haber visto con sus propios ojos como mientras la niña dormía las cosas empezaban a volar a su alrededor.

Y ahora, dos años después, cuando la niña tenía once años, y aún luego de que dejarán de ocurrir ese tipo de cosas extrañas, todos seguían temiendo a Maggie Snape...Por algo dormía en el ático.

Y aquel día...Quizás si fuera la excepción.

El día comenzó tan extraño como todas las primeras semanas de julio, pues en esos días miles de bandadas de lechuzas surcaban el cielo. Le gustaba apreciar el espectáculo.

Murmullos en la planta baja captaron su atención. Solo llegó a entender un par de frases.

— Está allá arriba.

— Asusta a los demás niños.

— Es cosa del demonio.

Luego de taaan amables palabras de parte de la Madre Superiora, el hueco de la trampilla se abrió, dando paso a un hombre que subía con dificultad. Cuando finalmente subió, se permitió observar el aspecto del hombre. Era curioso, muy curioso (»¡Qué cosas tan curiosas inventan los muggles, á Arthur Weasley le encantaría! «Exclamó mientras cerraba la trampilla).

Era un hombre alto y de avanzada edad. Su cabello era blanco y tenía una larga barba que llegaba unos centímetros arriba de sus rodillas. Sus ojos eran celestes y tenía una sonrisa bondadosa, inclusive algo cuidadosa. Iba vestido con una túnica roja con muchos bordados. El hombre le sonrió.

— ¿Tú eres Margareth? —le preguntó el hombre. La niña solo asintió, mirándolo con resignación.

— ¿Es usted un doctor? —preguntó en un bajo murmullo. El hombre negó mientras se sentaba a su lado en su pequeña cama que empezó a crujir por el peso extra.

— Mi nombre es Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, y estoy aquí, por que yo, como tú, también soy especial —le explicó Dumbledore con voz suave. Maggie arrugo la nariz, confundida.

— ¿Es usted también un engendro del demonio? —cuestionó con ironía, recordando las palabras de la Madre Superiora. Dumbledore sonrió.

— Tanto tú como yo sabemos que eso no es cierto —dijo Dumbledore.

— ¿Soy una bruja? —preguntó Maggie, mientras Dumbledore asentía, complacido por la inteligencia que la pelirroja demostraba.

— Supongo que has estado investigando por tu cuenta y pues sí, yo soy el director de un colegio de magia y vengó a darte algo —dijo Dumbledore.

— Oh, ¿Y qué es? —preguntó Maggie con curiosidad, aunque algo desconfiada todavía, mientras Dumbledore empezaba a buscar en uno de sus tantos bolsillos internos.

Las Crónicas de Maggie Snape I: Visiones (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora