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-Te lo he estado diciendo por una hora: Deja de llorar, no fue tu culpa.
Llevó su brazo derecho a la cabeza del chico a su lado que no paraba de sollozar.
-P-pero, te quebraste el brazo por protegerme. Si yo hubiera- Le tapó la boca para que no siguiera hablando.
-No. No podías hacer nada, y habrías sido tú el que acabara en el hospital. Prefiero no tener que verte sufriendo o lastimado.
Observó como más lágrimas brotaron de los bonitos ojos del chico, causándole aún más dolor que su brazo.
Se movió un poco en la camilla, dejando un espacio a su lado.
-Ven. - Palmeó en el espacio vacío, insistiendo para que el otro le acompañara y dejara de llorar.
Terminó rindiéndose ante su insistencia y subió con cuidado a la camilla, siendo rodeado por el brazo derecho de su pareja.
-Sabes que no hay nada que no haría por ti, aún cuando eso me deje en condiciones como esta.
-Lo sé, pero no es justo. -Limpió con el dorso de su mano los restos de lágrimas en su rostro.
-¿Por qué no?
-No quiero que sufras por mí. No es tu culpa que hayan intentado golpearme hoy, pero aún así acabaste con el brazo roto. Si yo hubiera sido capaz de resolver mis conflictos, esto no habría pasado. No es justo que el perjudicado seas tú.
Apoyó su cabeza contra la del más bajo, tratando de brindarle un poco de calma.
-Desde tu punto de vista, es así. Pero si tú estuvieras en mi lugar ahora mismo, yo me sentiría impotente y no sería justo para mí. Se supone que debo cuidarte, y no soy capaz ni siquiera de evitar que te golpeen. Me sentiría el peor novio del mundo si algo te pasara bajo mi guardia.
No obtuvo respuesta por su parte, por lo que asumió que estaba procesando su punto de vista.
-Está bien. Dejaré de llorar solo porque no quiero hacerte sentir peor. -Pasó su brazo por su rostro.
-Gracias. -Dejó un beso en su frente, logrando sacarle una pequeña sonrisa.
-¿Sabes qué sería de mucha ayuda?
De inmediato obtuvo la atención del otro.
Era lindo el hecho que respondiera sin dudar cuando podía ayudar a otros con cualquier cosa que le fuera posible hacer.
-Dime.
-Puedes contarme alguna de esas historias de los diarios de tus antepasados.
-Pero si ya te he contado mucho. Probablemente te canse escucharlas de nuevo.
Sí, le había contado muchas historias.
Pero eran verdaderamente atrapantes, como si fueran un libro de ficción. Excepto que eran verídicas.
Además, la sonrisa y la emoción en el rostro de Tanjiro cuando hablaba de eso le encantaban. Estaba muy orgulloso del legado que le fue dejado a su familia.
-Pero me gustan mucho. Además, eres bueno narrando historias. Si lo haces, me sentiré mejor.
No podía negarse a una petición como esa.
Y no lo hizo.
Comenzó a relatar las historias, que se sabía de memoria, hasta que el doctor les informó que podían retirarse, no sin antes detallarle a Giyuu los cuidados que debía de tener.
Tanjiro había avisado a su madre que se quedaría a dormir en casa de su lisiada pareja, para ayudarle con lo que fuera necesario.
La presencia y cuidados de su novio sin duda le harían más llevadera la recuperación.
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