10- El Espejo Veneciano

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Nueva York, Abril de 1930

Vittorio me llevaba con los ojos tapados hasta el patio trasero de la casa. En todo el día no me había dejado salir al jardín, ya que me esperaba una sorpresa.

-Ahora, Liz, ¡abre los ojos! ¡Ta daaaaa..!

Me retiró las manos de los ojos, y frente a mí estaba el coche más hermoso que jamás había visto. Era un Peugeot 201 Cabriolet "Spider", importado directamente desde Francia, en un precioso color crema. Tenía la lona retirada, por lo que podríamos viajar por las carreteras disfrutando del aire fresco. Era una idea tan romántica como loca ya que, ¿qué jefe de la Mafia italiana pensaría en ir al aire libre por las calles de Nueva York?

-Vittorio, amor, ¿te has vuelto loco? Quien quiera liquidarnos lo tendrá tan fácil como acercarse y disparar... No podemos ir por la ciudad con esto, por precioso que sea.

-Ahí está la segunda sorpresa. Sube, Liz. Vamos a dar un paseo.-Levanté suspicaz una ceja. Cuando un señor del sindicato del crimen te invita a dar un paseo no suele ser para una fiesta precisamente. Me subí suspicaz al asiento del copiloto mientras Vitto me acompañaba en el del conductor. Se ajustó unos delicados guantes de conductor en cuero negro, y se colocó unas lentes oscuras para protegerse del sol. Arrancó el coche, y salimos del jardín. El viento suave agitó mi cabello, y sonreí al sentir el sol primaveral en el rostro. Todo hubiera sido perfecto, de no ser por el horrible hedor que provenía del Hudson, aquél río que arrastraba toda la escoria de aquella ciudad que se pudría desde sus cimientos.- A partir de ahora, querida, todo es un absoluto secreto. Nadie más que tú y yo vamos a tener conocimiento del lugar al que vamos.

Le miré extrañada, ya que Vittorio solía confiar sus secretos a su más allegados; Nino, Giovanni y yo. 

-¿Y Nino y Giovanni..?- Pregunté. Vitto negó con la cabeza mientras giraba el volante para salir a la carretera principal. Rápido cruzamos los barrios obreros y las fábricas, de camino al interior del estado.

-Espero que el coche te parezca cómodo. Va a ser un viaje largo, Liz.

Empezaba a sentirme confundida. Eché una mirada atrás y descubrí un par de bolsas de viaje. Volví a mirar a Vittorio, que sonreía de oreja a oreja.

-¿Qué narices tienes en mente?

-¡El futuro, Liz, el futuro! Y el futuro está lejos. Lejos de Nueva York. Tan lejos que te va a sorprender. Es mi sorpresa para tí, Elizabeth Puzo. Nos vamos, de momento unos días, pero algún día, algún día nos marcharemos. He comprado algo... He comprado una casa...

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Nueva York, Mayo de 1934.


El guardia permite a Madame Puzo el paso a aquella sala oscura, y le ruega que se siente en una incómoda silla. Frente a ella, esposada a la mesa, Lily Juliano espera vestida con el burdo uniforme de una presa. Aún no había habido juicio, pero seguía encarcelada de forma preventiva. Su carrera en Broadway se había ido al garete tras aquel escándalo. Tráfico de opio. Lily mira de forma iracunda a Elizabeth, quien apoya ambas manos sobre la mesa. Están solas en la sala de interrogatorios, a excepción de un espejo a un lado de ambas, presumiblemente de doble vía.

Al otro lado, Diane Boseman observa la escena con los brazos cruzados. Junto a ella, un agente de la fiscalía mordisquea sin mucho afán una vara de regaliz.

-Jefa, ¿para qué ha hecho pasar a esa mujerzuela a la sala? No le va a sacar nada en claro.

-Cállate, Thomson. Elizabeth Colvin es capaz de hacer hablar a las piedras. Sé que sacará información al respecto.

Madame Puzo- Una Historia de Time Princess (Liz Colvin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora