Pavos reales

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Liliana y Draco llegaron al observatorio del jardín, después de todo la niña no podía acercarse al hogar de los pavos reales ya que la perseguían para atacarla. Draco se sentó en una de las sillas de piedra y miró avergonzadamente a su amiga.

— Siento mucho que mi papá te incomodara, es muy estricto. — le justificó.

Liliana guardó silencio por unos momentos, se sentó a su lado y recordó a su padre, él era muy estricto con ella, pero nunca le decía que se callara o se molestaba cuando respondía una pregunta. Y si le lo preguntaban, ella consideraba que él Señor Malfoy, más que estricto, es que era alguien casi, sin sentimientos ya que cualquier palabra que decía Draco parecía disgustarle.

Su padre en cambio era muy atento, cuando Liliana sentía miedo, a causa de unos ruidos extraños que se oían afuera del castillo, conjugaba su expecto patronus para calmarla. O aquella vez que no se quería dormir, le leyó un cuento de los muggles llamado «La cenicienta» y «Blancanieves y los siete enanitos» hasta que se quedará dormida.

También, cuando se resfrió, Severus dejó de dar clases sólo para preparar la poción para que se recuperara. Además, por una extraña razón vio que, por medio de sus ojos de Lucius, que la despreciaba y odiaba con todo su ser.

— Está bien. — murmuró. — No es como si me importara.

— ¿Por qué no mejor jugamos ajedrez mágico? — le retó con una mirada confiada. —De penitencia tú vas a acercarte a los pavos reales y si pierdo voy a hacer lo que tú quieras.

Liliana lo pensó un poco y sonrió — Me agrada la idea. — Draco sacó su ajedrez mágico y lo puso entre ellos. — Será mejor que empieces a buscar tu ropa negra, me aseguraré de que seas mi mayordomo para toda la vida.

— No lo creo. Tu vas a perder.

Ordenaron las piezas y empezaron a jugar. Llevaban jugando y compitiendo un arduo tiempo, movían los peones de un lado a otro, moviéndose entre ellos, las torres se movían recto para matar a los alfiles, también un caballo mató a su reina, siguieron así hasta que pusieron jaque al rey. 

Y luego... Se oyó un grito emocionado por todo el observatorio y escondite secreto de Draco Malfoy.

— ¡Gane! — dio un salto emocionado y continuó gritando alegremente. — ¡Te he vencido Lily!

— ¡¿Qué?! — murmuró ilusa, Liliana siempre había jugado con la profesora McGonagall al ajedrez, le había enseñado todo lo que sabe y ahora... ¿Cómo le diría que perdió? — ¡No puede ser! Hiciste trampa.

— ¿Qué? No me digas que no vas a cumplir tu parte del trato.

— C-Claro que la cumpliré. - dijo entre dientes.

— Entonces vamos. — se levantó sin antes guardar todo.

Liliana estuvo sentada hasta que se levantó de una vez y trago duro, Draco se rió sin vergüenza alguna.

Desde que se hicieron amigos, ella no había podido regresar al sector de los pavos reales sin ser perseguida hasta ser picoteada y por lo menos tenía la intención de que se llevaran mejor. Caminaba tan lento que el peli rubio no tuvo más opción que arrastrarla para que fuera más rápido, del brazo.

— ¿Por qué quieres que haga las paces con los pavos reales? — pregunto.

— Bueno eso es simple. No creo que puedas siempre escapar de ellos o mantenerte alejada, un día de estos tienes que enfrentarte a ellos.

— Supongo que es verdad — dijo entre dientes. — O lo que quieres es verme correr por mi vida otra vez.

Draco se rió nuevamente. — Tengo que admitir que es divertido verte correr y gritar por tu vida. Pero quiero ayudarte a llevarte bien con Loth y Yini.

La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora