Conversaciones / Espejo de Oesed.

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Ya se acercaba la época de navidad, el mes favorito de Liliana.

Podía ver el frío en su ventana se empeñaba cerca de la chimenea, podía jugar lanzando bolas de nieve a los alumnos y escapar de estos mismos, hacer regalos a todos los profesores como a Hagrid, a su padre y a su abuelo, hacer galletas en la cocina junto a lis elfos, o aprender a tejer con la profesora McGonagall una bufanda.

Pero lo mejor.

Era que la dejaban caminar por los pasillos junto a los alumnos. Y por si alguien preguntaba qué hacía allí. Todos decían que venía para festejar las fiestas navideñas y no sería nada extraño como para sospechar.

Liliana corría por los pasillos para llegar a lo que alguna vez, era un prado lleno de flores, ahora era una capa de nieve que cubría la tierra. Respiro hondo por unos segundos, le traía malos recuerdos, pero en su mayoría buenos, así que decidió quedarse con los que le gustaban y mantener su firmeza y su ánimo como mejor lo hacía.

Sintió unos pasos un poco más grandes que ella, luego, no vio nada, Liliana estaba con los ojos cubiertos, sonrió alegremente, ya había sido el segundo año en el que lo conocía, intercambiaban cartas y de vez en cuando jugaban juntos, se había convertido en alguien importante en su vida.

– ¡Cedric! – le llamó. Enseguida el chico se alejó sacando las sus manos de sus ojos. – Sabía que eras tú.

– ¿Qué? No me digas... – sonrió de lado. – ¿Me extrañaste mucho, Lily?

Aunque sabía que estaba mal que supieran su nombre algunos alumnos, no era su culpa, la había encontrado en unos momentos muy sensible y vulnerable, en cambio, en aquel entonces, él era un alumno de Hufflepuff de tercer año. 

Quién despertó una gran curiosidad en ella e intentó de mil formas, hacerla sonreír, y lo logró, le ayudó a sanar una herida muy profunda que tenía en su pecho y creía que nunca sanaría. 

Después de eso, día tras día, durante las vacaciones se empezó a acercar a ella generando una enorme confianza en él.

– ¡Ahy! – Bromeo. – Ni que pudiera vivir sin ti.

– Pero yo no puedo. ¡Oh! Me duele tu indiferencia. – Cedric se hizo el herido, llevó su mano al pecho.

Liliana se rio. – Ya, mejor dime que paso con esas admiradoras que decían que te iban a enamorar. Creo que de ahí viene tu ego. – bromeó.

– Si ser egocéntrico es tener esta hermosa cara pues sí, si lo soy. – mostró una sonrisa de lado para luego sentarse en la nieve y ella también. – Pero, me siento mal por eso, digo, no soy como ellas piensan que soy y no creo ser lo suficientemente bueno para alguna de ellas y no sé cómo darles entender. Mientras hablo más se sonrojan.

– Lo que pasa es que eres demasiado amable con ellas. – comentó con sinceridad. – No digo que esté mal, pero de esa forma les das a ellas varias ilusiones.

– Supongo que sí, – asintió. – Pero así soy y que le voy a hacer. Por cierto, el próximo año entras a Hogwarts ¿No?

– ¿Asustado? – preguntó. – Mis tíos dicen que voy a destruir el castillo cuando entre aquí. – murmuró deprimida. – Me gusta aquí, así que planeo portarme lo más bien posible.

– Vaa, solo están exagerando. – le reto importancia. – ¿Ya te interesa alguna casa?

– No... – murmuró. – Nunca lo había pensado, aunque no creo que ninguna casa sea perfecta o mala, así que creo que me da igual donde quede.

– ¿Y Hufflepuff?. – preguntó con un semblante serio.

– Una de las casas más amables y aventureros, además de ser personas nobles y dedicadas en lo que hacen... – murmuró pensante. – Si, sería bueno ser de Hufflepuff.

La Guardiana De La Piedra Filosofal (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora