Capítulo 3: Apogeo.

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El grupo se movía cual rata entre los habitantes del lugar. Se escabullían en cualquier grieta que apareciera en la masa de aliens enojados con el mundo que los rodeaba, o, mejor dicho, con el universo que los rodeaba.

—Brother, ¿Qué onda con las expresiones faciales de estos tipos?, cambian todo el rato—acotó El Líder, sacando un porrito del bolsillo y encendiéndolo entre codazo y codazo.

—Podemos comunicarnos por telepatía. Ustedes son suertudos de no poder hacerlo, mi pareja me está regañando en estos momentos.

El Que Nunca Respira Aire Puro dio una pitadita a su porrito y miró hacia ese cielo tan desconocido. Las nubes le parecían más densas que las de Crisálida, casi tan densas como una fangirl promedio. Pero, cuando se trata con El Que Todo Lo Inhala, nunca se puede estar seguro de que las cosas sean como las cuenta.

 Cuando estuvieron ante la gran torre los humanos presentes empezaron a insultarse de manera aleatoria.

—Las radiaciones de la torre deben estar afectando sus cabezas…pero tú estás bien Lucrecio ¿Cómo lo explicas?—Preguntó curioso Selgula, su guía.

—Mis neuronas aguantan cualquier cosa man—Explicó con una sonrisa digna de cualquier drogado.

Entraron a la torre, se posaron en una plataforma del tamaño de cincuenta patos gordos agrupados y de a grupos fueron flotando hasta la cima. La subida no tardaba ni 5 segundos.

Una vez arriba, un consejo de alienígenas con adornos plateados y  barbas de plumas blancas los recibieron. Estaban sentados alrededor de una mesa ovalada, con cuatro patos gordos de diámetro menor y  siete de diámetro mayor.

—Bienvenidos a Apogeo, primer mundo con vida, segundo con cloacas y tercero en bullying—Dijo Tropar, el miembro más antiguo del consejo

— Controlamos el universo, unimos átomos y conocemos cómo funciona la gravedad. Nuestra voluntad no tarda en ser un hecho—Agregó Geale, ala derecha de Tropar.

—También somos el único mundo con prostigigolos, pero claro, a nadie le importa eso en este planeta de hermafroditas—Dijo Discordia, que por alguna razón se había ganado ese apodo.

—Lo de tercero en bullying es porque ustedes le hacen demasiado a Plutón, lo que lo pone en primer lugar—Explicó Selgula a los humanos. Tropar aprovechó ese instante para acicalarse un poco.

El Hombre De La Visión Nublada estaba dando unas pitadas, totalmente ajeno a la situación que se le presentaba.

—Líder de la humanidad, vienes a discutir una oferta comercial, según me informó Selgula— Tropar fue directo al grano…

—Y esperamos que sea una negociación formal— Geale se perdió, como siempre, en el campo de maíz…

—Y si se pasan de la raya los tiramos en el Sol — y Discordia incendió la granja.

El Líder apagó su porro y se sentó en una silla que ya había reservada. Se tronó los dedos e hizo su oferta.

—Nosotros tenemos vacas de sobra, y según el E.T que nos trajo aquí, ustedes tienen de la buena—El Líder guiñó un ojo y los mandatarios de Apogeo ni se inmutaron.

—¿A que se refiere?—Preguntó Tropar alzando el equivalente emplumado de una ceja.

—No puede preguntar eso, en serio. Este humano es un drogadicto despreciable, ¿o acaso no le pueden ver la cara? O, aún más simple, ¡vean el pedazo de churro que se estaba fumando!— Se desesperó Discordia, ya que las preguntas estúpidas lo sacaban de quicio.

—Exacto—Dijo El Líder, estirando la letra “a” unos tres segundos

—No lo soporto, alguien desintégrelo— se puso histérico.

—Discordia, cálmate. Estamos aquí para negociar, no para  reorganizar galaxias ni para desintegrar gente.

—Tranquilos camaradas,  tiene serviles de más para desintegrar—Observó Geale, que  al parecer no conocía el significado de la sutileza. O el sentido común

Y luego de bastantes desvaríos más, la charla se centró en lo que debía concernir a todos desde un primer momento: Las putas vacas.

El Hombre Pitada A Diario pensaba rápido, había mucho en juego, y los representantes de Apogeo no querían ceder. Si no podía conseguir esa droga, habría perdido un día en vano, y no es como que un día sea poco tiempo para alguien  que se la pasa fumando.

—Que les parece si me dejan probar un poco de La mano del creador brothers, y entonces podemos negociar mejor.

—Entiéndalo, señor Líder, no podemos comerciar con mercancía ilegal.

—Y nosotros no podemos venderle vacas a ustedes, en ese caso. Conocí sus naves, vi su forma y cómo pueden esconderse. Y ahora sabemos donde está Apogeo. Así que si siguen robando vacas… tomaremos medidas. Piénsenlo, pueden obtener la carne de la manera justa… o robar y atenerse a un ataque.

—O podemos dejar de comer las vacas— Dijo Discordia.

— Camaradas, soy un adicto, cuando veo las líneas enemigas, me veo tentado a aspirarlas. Y ustedes ya probaron nuestra droga.

—Es bueno—Pensó discordia. El pensamiento fue transmitido a los otros.

—Tengo hambre—Pensó Gaele. Y con su pensamiento ocurrió lo mismo que con el de Discordia.

—Aceptaremos tus demandas. Se permitirá el comercio. Solo fije usted las cantidades, y podremos negociar—Decidió Tropar.

—Denme un poco de su  mano del creador, veré que se puede hacer. Si es buena… nosotros estaremos en las nubes, y ustedes en la cocina—propuso El Líder.

Un  alien sin titulo nobiliario y de nombre falto de importancia se marchó de la torre, y a los pocos minutos volvió cargando una bolsa llena de semillas en el pico. Obviamente, temas misceláneos se hablaron en el entretiempo. Los súbditos de El Líder se pusieron a jugar a la botellita extrema: si a alguien le tocaba responder tres veces seguidas, debía besar a la más fea del grupo o  tirarse saltando el barandal. Muchos elegían el barandal. Juegos de humanos que los descendientes de árboles de papaya no comprendemos.

—Esto son semillas de la mano del creador. Por su seguridad, solo debe consumir una— le advirtió Geale.

Las vacas van al cielo... y más allá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora