Capítulo 25 (muy breve)

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Pero hasta los matrimonios sólidos se pueden tambalear si de los cimientos que han nacido son débiles

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La servidumbre de Myers no olvidaría lo primero que ordenó la señora al ser presentada por su esposo. Necesitaba una cesta, un tazón y una manta para el gatito, que intentaba escapar del brazo de su dueña ya que le parecía muy extraño el lugar.

- ¿Los señores no cenarán?

- Estamos cansados del viaje, ya si lady Myers le apetece algo...

- No, no, gracias.

- Señor, tiene que atender a...

El mayordomo no dio tiempo a anunciarlos porque su familia política se presentó allí, buscando respuestas. Elle tuvo que darle el gato a uno de los sirvientes; se vio apretujada por el abrazo de sus padres. De fondo, podía oír los maullidos.

- ¡Cómo se te ha ocurrido hacernos esto! No sabes lo que hemos pasado estos días. Estábamos muertos de la preocupación.

- Lo siento, mamá, pero no podíamos postergarlo más.

- Ay, querido, tenía razón. ¡Nuestra niña está embarazada!

A lord Myers se le desecanjó la mandíbula y Elle tuvo que apresurar para desmentirlo.

- No, no es así, madre.

- ¿Dónde está tu... Tu esposo? - el señor Green demandó - ¡Qué dé la cara si tan hombre es!

- Aquí estoy - sus suegros dieron un respingo sin esperarse que hubiera estado todo el tiempo detrás de ellos -. Me disculpo por mi manera de proceder, pero como ha dicho bien su hija no podíamos retrasar más el momento. Queríamos casarnos cuanto antes. Nos era imposible esperar. Estamos muy enamorados, señora Green.

Tuvo que sujetarla por la cintura, para dar más énfasis a su falsa declaración de amor, gesto que ruborizó a su esposa que intentó disminuir la intensidad de su agarre.

- No se le puede decir que no a este hombre - le dio varias palmadas, no muy suaves, en su torso -. Lo siento mucho, mamá y papá. Sé que os hubiera gustado estar presentes.

- ¡Como mínimo! - aún sorprendidos de que estuvieran juntos y casados.

¡Quién se lo iba a decir!

- Pero ha resultado ser las cosas así. Estamos casados que es lo importante.

- Ay, hija, teníamos miedo de que no fuera verdad y hubieras caído en desgracia.

Su madre estalló en sollozos. Fue hasta ella y la abrazó.

- No lo hubiera permitido.

- Aun así, vuestros nombres están en la boca de todos.

El llanto se agudizó y Damien pidió a uno de los criados que trajeran té ante el peligro que la habitación se inundara.

- Creo que lo más conveniente sería que celebrarais otra boda, así se calmarían las malas lenguas.

La posibilidad de otra boda le dieron a los dos los mil sudores.

- Ya veremos, madre - y cambió de tema, estaban agotados por el viaje -. Si le parece bien a mi esposo, podéis quedaros esta noche. Es tarde...

No le dio tiempo a pensar una respuesta que los pudiera despachar. Tuvo que ingeniárselas y decir algo, amable y generoso, para no quedar mal delante de ellos:

- Si, tendréis una habitación preparada para vosotros.

- Gracias, echábamos de menos estar con nuestra niña.

Lo que les obligaban a fingir que era una pareja feliz cuando... En fin, debían dormir juntos.

No soy como él (Volumen I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora