Una vez, bajo el cielo del oriente

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OneShot

Por: Primrose



Desierto de Palmira, Siria.

— ¡Estamos perdidos! — Exclamó un hombre moreno al tiempo que giraba la cabeza de un lado a otro, con la mano derecha sobre sus ojos marrones a modo de víscera — ¡Debimos decirle a Samir que viniera con nosotros! — Declaró señalando con el índice a la mujer que tenía enfrente — Mejor aún ¡A Terry!

— ¡No necesitamos niñera! — Espetó la chica, con los ojos verdes brillando de molestia.

— ¡Terry no es una niñera! ¡Es un guardaespaldas contratado para nuestra protección!¡¿Qué no lo entiendes?! — Inquirió entre desesperado y molesto — ¡Tu hermano va a matarme! — Dijo el hombre dándose golpes en la frente con el puño.

— ¡No sea ridículo Neal! Albert no va a matarte.

— ¡Claro que no! ¡Porque moriré derretido en medio del desierto!

— ¡Serás idiota! ¡¿No tienes sentido de la orientación?! ¡Te digo que no estamos perdidos! — Clamó Candice Ardlay, periodista de la revista "Vision of the World" de Chicago.

— ¡Todo por querer ir a ver unas ruinas!

— ¡Si sigues quejándote voy a patearte para que te caigas del caballo y dejarte aquí!

— ¡Debería estar en el hotel! Comiendo esas ricas frutas exóticas, tomando ese delicioso café ¡Pero no! ¡La señorita más cabezota del mundo me obligó a acompañarla!

— ¡Yo no te pedí que vinieras! ¡Me viste salir y viniste atrás de mí!

— ¡Tú no "estabas saliendo del hotel"! ¡Te estabas escabullendo para venir sola!

— ¡Es que ya estoy harta! ¡Tú y ese gorila arrogante y mandón no me dejan trabajar! ¡¿Cómo se supone que haré mi reportaje si no me dejan ir a los lugares que necesito?!

— Candy, tienes que entender que este país es...

— ¿Qué? ¿Neal? — Inquirió la chica al ver cómo el rostro de su acompañante perdía color al tiempo que señalaba, con la mano temblorosa, hacia el lado izquierdo de donde ellos se encontraban.

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Terrence Grandchester tenía una rutina establecida, años de servicio al ejército de los Estados Unidos habían creado un hábito, que, a pesar de ya no pertenecer, cumplía a rajatabla, cada uno de los días de su vida.

Pero en los últimos cuatro días en particular, todo a lo que estaba acostumbrado estaba de cabeza, la causa, el último trabajo que adquirió.

La agencia de seguridad privada en la que prestaba sus servicios desde que se retiró del ejército, le asignó la guía y cuidado de una joven reportera, que además formaba parte de una familia adinerada y poderosa de Chicago.

La chica en cuestión, tenía la cara más bonita que había visto jamás, cuando la conoció, le impactaron el tono de sus ojos verdes, su voz dulce, y ni hablar del cuerpo bien formado y con lo suficiente para apretar en las partes más importantes; solo que esta diosa de 1.57 metros, era más terca que una mula.

Para empezar, se levantaba más temprano que él, se empeñaba en ir de aquí para allá como si estuviera en su casa, lo cual lo sacaba de quicio, ya que el lugar donde estaban era peligroso y las mujeres no eran tan libres de hacer lo que quisieran, se la pasaba diciéndole a cada rato que se ajustara el *hiyab ya que los rizos rubios y rebeldes se le salían mientras recorrían el bazar de Damasco, lugar sumamente peligroso y lleno de controles militares. En otra ocasión, estuvo a punto de darle dos golpes en el trasero al querer reclamar al mesero del restaurante el no haberle dado el menú y luego no servirle la bebida, al menos bastó con una de sus miradas de advertencia patentadas para que cerrara la boca.

Una Vez, Bajo El Cielo Del OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora