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Marion termino por explicarle todo lo que necesitaba de él. Su cerebro exprimió una excusa lo suficientemente creíble para hacerle entender la importancia sobre una supuesta donación de sangre a una de las tantas empresas de los Fuji y como está serviría para una investigación. Era tonto que diera tales excusas, sobretodo si había sido tan recelosa con él en un principio, era posible que incluso pensará que ella era una hipócrita. Apretó los labios. Y así de rápido como esos pensamientos cruzaron su cabeza, así mismo los desecho, había vivido demasiado tiempo como para darle importancia a nimiedades como esa. Le daba igual lo que él pensará de ella o eso quería hacerse creer así misma.

—Se que no he sido una compañera de clases estrella— reflexionó, pensando que la petición era algo injusta dado que le había ignorado y malhablado hasta hace solo unos minutos atrás— Pero puedo asegurarte que con esto vas a ayudar a proteger a otros—

El joven se mantuvo callado por un largo periodo de tiempo, en su rostro podía notar que se encontraba sopesando los contras de hacer lo que ella le pedía. Era una respuesta natural, pensó ella. Pero al ver que sus ojos bicolores volvía a mirar los suyos, Marion supo que ya había tomado una decisión.

—Lo haré— ante su tono decidido la peliazul suspiro más tranquila regalandole una sonrisa.

—Bien, entonces...—

Él le cortó repentinamente.

—A cambio, quiero que me des algunas respuestas— el bicolor vio como los ojos de la chica se hacían un poco más claros y su cuerpo se chistaba ante la mención de un precio por su ayuda. Lo había decidido, ese día iba a tener respuestas. Sea por voluntad o a cambio de cualquier cosa. Ella se mantuvo en silencio expectante y temerosa— Quien es Marion?—

La vio tratar de tranquilizarse en cuanto menciono aquel nombre. Cómo la última vez, se había puesto en guardia y se comportaba de manera extraña.

—Donde haz escuchado ese nombre?— le pregunto en respuesta, él también se hacía la misma pregunta. Aún no lo había descifrado y creía que la chica frente a él tenía las respuestas que necesitaba. Al percibir sus dudas, la peliazul se colocó más en guardía— Tus padres han dicho algo sobre ella?—

Él nego frenéticamente con las manos.

—No, no creo que mi madre sea capaz alguna vez de hablarme sobre algo que no sea cumplir mis sueños o lo buen hijo que puedo ser— suspiro en silencio, su madre no era capaz de darle malas noticias o de reñirlo sobre alguna cosa que estuviera haciendo mal. Así era ella, demasiado tranquila y nerviosa. Cualquier tema que sobrepasaba lo normal la alteraba y demostraba ser alguien inestable cuando sus sentimientos afloraban. Por eso su padre la tenía tan consentida y sus hermanos mayores había hecho lo propio, al ir por el camino que ella misma les había escogido con adulaciones— Preguntarle a ellos está fuera de mis límites—

Observo como el cuerpo de la peliazul se relajaba un poco, soltando la tensión acumulada de sus hombros. Un deseo se inflo en su pecho como un globo, al pensar que con todas las interrogantes que tenía la harían sentir amenazada. Era inimaginable el hecho de que podía preocuparse tanto por alguien que apenas conocía. Era antinatural, se sentía que incluso no era algo propio de él. El dolor en su marca de nacimiento volvió a asotarle, como si fuera un recordatorio de algo que no debía olvidar.

—Me ayudarás sin problemas si puedo responder a tu pregunta?—

El bicolor tragó saliva ante la maravillosa idea de que se confiara a él, su relación estaba avanzando a pesar de las circunstancias. Asintió decidido, aquel sería el inicio de algo.

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Sintió que la noche prometía. En alguna parte de su ser sabía que esa vez iba a cazar al demonio que acechaba el colegio, y eso la ánimo en gran medida. Ryūjin había prometido pasar por ella después de entrada las 10 de la noche, hora en que ya se encontraba desierto el edificio.

Mientras se encontraba dubitativa en la única mesita de la cocina, una figura apareció a través de marco de la puerta. El pequeño gato calico que lo acompañaba hizo unas maniobras con sus agilidades gatunas, quedando en la mesa y acercándose a ella para recibir una dosis de caricias.

—Escuche que haz vuelto a encontrarte con un Rengoku— la voz del hombre con el que vivía se alzo entre la oscuridad. Marion le sonrió en respuesta, podía distinguir la preocupación en su timbre— Estás segura que es esto lo que deseas?—

Ella ignoro lo que le pregunto.

—No tienes ni idea de lo mucho que se parecen— dijo melancólica mientras observaba la foto tipo carnet del muchacho, la había robado de uno de los documentos del colegio en una de las tantas veces que había sido citada a la oficina de Miyami-sensei. En ella, estaba Toujuro con un sonrisa deslumbrante vestido con su uniforme de colegio. La segunda era una foto completa, de un tamaño más amplio en el que se veía al chico con un trofeo en la mano. Su uniforme de Kendo se encontraba desordenado y el sudor acompañaba aquella sonrisa triunfal— Necesito terminar esta misión lo antes posible—

Su voz sonó reprochante al notar que le estaba sonriendo tontamente a las imágenes.

—Haz pensado que tal vez... Él ya reencarnara?— no le gustaba entrar en esa clase de detalles, pero era bueno saber si la mujer frente a él pensaba en las muchas posibilidades. Después de todo, su amado había sido humano, por lo que el infierno no tenía las puertas abiertas de par en par para él... A diferencia de ellos, unos demonios.

—No digas tonterías como esa. La reencarnación no existe... Nunca la hemos visto y hemos vivido durante un largo tiempo. Tu más que yo, Yushiro—

El pintor de la Tamayo se dirigió hasta la ventana de la habitación, mirando al pequeño exterior. No había hecho nada para cambiar algún aspecto de la casa, los árboles seguía siendo los mismo, la fachada era la misma e incluso el interior... Con alguno que otro implemento moderno no había sufrido grandes cambios. Era como quedar estancado en el tiempo, aquella Mansión seguía viéndose igual a cuando vivía con Lady Tamayo.

A diferencia de Rengoku, aquella mujer había sido un demonio con más de 300 años de edad. El infierno no tenía contemplación para aquellos que habían sufrido la demonización y habían sucumbido al deseo de carne y sangre humana, incluso si lo habían hecho inconscientemente llevados por la sangre maldita de Muzan. Yushiro no te ninguna esperanza de volver a ver a Lady Tamayo, por lo que el tema de las reencarnaciones era solo una charla para pasar el tiempo, viendo cómo su acompañante negaba fervientemente que la existencia de su amado jamás volvería a tocar la inmundicia del mundo.

En ese momento, observo como el descapotable de Ryūjin aparecía en el enorme aparcamiento de la Mansión, llevaba un pequeño pergamino con una ilustración en uno de sus limpia parabrisas. Era la invitación a ese espacio, una de las pocas maneras de ver la casa a través de su Arte demoníaca.

—Ryūjin acaba de llegar— era estúpido mencionarlo, pues ambos habían sentido el aroma a humano en cuanto atravesó la barrera de la casa. Marion se levantó de su asiento dejando ambas fotografías arrugadas en la mesa. No era habitual que se despidieran o fingieran ser parte de una familia humana. Pero esa vez, Yushiro pensó que necesitaba hacerle sentir como una persona normal— Buena suerte—

Ella se detuvo en el umbral de la puerta y solo giro un poco la cabeza para regalarle una sonrisa comprensiva.

—Volvere pronto a casa—

Corazones en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora