Capítulo 3 ;; La cita.

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El Ateneo de Boston es una de las librerías más distinguidas de Estados Unidos. Como el nombre lo advierte, está ubicada en Boston. Su origen se posiciona en 1807 y les puedo asegurar que en persona es mucho más gloriosa que en fotos.

Fantaseo con ir desde que tengo memoria, pero como la entrada es paga, siempre comprendí que no es un gusto que pueda darme. Al menos no en este momento de mi vida, donde apenas y tengo lo justo para mantenerme.

¡Por supuesto que este es el último lugar al que esperaba que me trajera!

—Así es —me sonríe; su calma contrasta graciosamente con mi ferviente emoción.

Y sin embargo...

—La entrada es muy cara. No me alcanza —admito, apenada.

Nuestros ojos se encuentran cuando sus dedos levantan mi mentón para que alce la cabeza.

—El dinero no es un problema para mí y lo sabes.

—No quiero que pagues todo —digo muy decididamente.

Suspira y niega, como pensando "no puedes ser más terca". Al final, parece que se le ocurre algo porque asiente y me vuelve a observar.

—Si me dejas pagar esta vez, la próxima te dejo que pagues tú.

El hecho de que da por sentado que va a haber otra salida remueve algo en mi estómago. Un estímulo que parece activarse sólo con él, una emoción que creía muerta.

—Hecho —le extiendo mi mano libre y se la queda mirando con las cejas enarcadas.

—¿Qué haces?

—Cierro el trato.

—¿Por qué tan serio?

—Intento ser civilizada y educada.

—No puedo verte como una persona civilizada y educada desde que me amenazaste con una enciclopedia porque pensaste que te quería robar.

Bufo y dejo caer la mano a mi costado.

—¡De verdad tienes que superarlo, Malcolm!

—Jamás, loca de la enciclopedia.

Entrecierro los ojos en su dirección, deshago nuestro agarre y me dirijo a la entrada, muy digna.

—¿A dónde vas?

—¿A dónde crees?

—No puedes entrar. No tienes el dinero.

Me detengo y no protesto sólo porque sé que el maldito tiene razón. Me quedo estática en mi lugar hasta que siento que me vuelve a tomar de la mano y tira de mí para ingresar, no sin antes pagar la entrada —que, a juzgar por el precio, parece que las paredes están hechas de oro—.

El Ateneo es mucho más grande por dentro de lo que aparenta; cuenta con varios pisos, pero lamentablemente me enteré gracias a los de seguridad que sólo contamos con media hora para recorrer, así que no nos alcanzará para ver todo tan detalladamente como me gustaría.

—¿Te gusta? —susurra Malcolm cerca de mi oído.

Doy un pequeño brinco por el sobresalto y le doy un golpe en el pecho, por imbécil.

—¡Claro! Es mucho mejor de lo que pensé —murmuro, volviendo a mi embobamiento.

No sé en qué momento cambiamos de papeles, pero ahora soy yo la que lo está arrastrando tomado de la mano.

—Sabía que te gustaría —comenta, orgulloso.

¡Después de todo, creo que no existe ningún otro placer como leer! ¡Uno se cansa primero de cualquier otra cosa que de un libro! Cuando tenga mi propia casa, sería miserable si no tuviera una biblioteca excelente —cito, con una risita, pasando mis dedos por el lomo de un libro.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora