Frutos enteros

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Kazutora, como llevaba haciendo desde hace ya algunas mañanas, rellenó de agua la regadera con forma de elefante que Chifuyu le había regalado, caminó los escasos pasos que separaban el fregadero del balcón y en cuclillas, dejó caer la fresca llovizna sobre la pequeña planta que crecía en el único macetero que mantenían ahí. Las hojas verdes estaban algo caídas y apagadas y por más que la regara, esta se negaba a crecer o por lo menos, verse más viva.

El chico, resopló decepcionado de ver los escasos resultados de su trabajo diario, cambiando la ubicación de la maceta para que tomara el suave sol matutino.

Había oído que no todas las personas podían cuidar plantas. Que el aura de su dueño influye en su crecimiento y Kazutora creía que él tenía la culpa del lamentable estado de su plantita de tomates. Si su planta era un reflejo de sí mismo, entonces estaba destinada a secarse y morir porque así se sentía cada día, como un ser inerte que estaba estancando de un lugar incapaz de tener el poder de levantarse y avanzar.

Se quedó unos minutos sentado a un costado de la maceta, dejando que los rayos de sol también penetraran a través de su piel, como una forma de tomar otro color además del blanco de enfermo del que tanto se quejaba Chifuyu. Es que habían días en los que no le apetecía salir para nada del departamento al que Matsuno lo llevó a regañadientes ¿que haría allá afuera? los trabajos a los que había postulado quedaron en ello, postulaciones sin respuesta. El dinero le hacía falta cada día como para poder ir de paseo y aún no estaba del todo convencido de ir a trabajar a la tienda de mascotas. Ya vivía gratis sin más que aportar que el espacio que ocupaba su humanidad en el piso, no podía seguir exprimiendo la amabilidad de Chifuyu tomando un trabajo remunerado- pago que saldría de su bolsillo- con seguro médico incluido.

Kazutora cruzó las piernas y apoyó los brazos en las rodillas. De soslayo observó las gotas de agua resbalar por las hojas cayendo a la base del tallo, volviendo a suspirar. Su plantita seguía igual de mal que hace cinco minutos. Escuchó movimiento de platos y ollas en la cocina, así que supuso que Chifuyu se había levantado para hacer el desayuno. Los pasos del joven se apresuraron hasta la ventana del balcón y al ver su apesadumbrada expresión preguntó preocupado.

-¿Qué sucede, Kazutora? -. el nombrado levantó la vista y volvió a suspirar.

-Sigue igual que ayer... -. En los labios de Chifuyu se dibujó una expresión de asombro que dio paso a una sonrisa divertida. Sentándose al lado de su compañero de piso, observo con detenimiento la planta y dijo

-Tal vez deberías hablarle ¿sabes? Leí en internet que las plantas crecen más rápido si tienes conversaciones diarias con ellas. Cuéntale sobre tu día, cómo te sientes. Quizas funcione -. el rostro de Kazutora se ensombreció aún más.

-No tengo nada bueno que contarle a nadie, ni siquiera a una planta -. Esta vez fue el turno de Chifuyu de resoplar cansado. Levantándose del suelo comentó con seriedad.

-Pues yo creo que tienes mucho qué decir... -. entrenado a la cocina sin más, para comenzar a preparar la comida. Kazutora dejó caer los hombros hacia abajo pensando en la solución dada, ¿de que podía hablarle a su tomate? cuando dijo que no tenía nada bueno que decir era en serio, no había algo interesante que comentar, no salía de casa ni frecuentaba a otras personas. Socialmente estaba mucho peor que la planta, por lo menos ella los tenía a los dos, a Peke J, a los pájaros del tendido eléctrico, el sol de primavera, el agua de la regadera y su propia vida germinando. Lo tenía todo para ser el tomate más hermoso del mundo, sin embargo no era suficiente.

¿Era su culpa en realidad?

¿Debería rendirse con ello?

Tal vez yo no soy suficiente...

Frutos enteros [KazuFuyuKazu][Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora