Light-Brown.

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-Buenos días ¿qué puedo ofrecerte?
-Un café de caramelo, por favor.
-¿Su nombre?
-Martin.

La bebida es pagada, el vaso preparado y pronto la orden está lista para ser entregada.
Cuando la campanilla del local suena indicando que el cliente se ha ido, Kunikida se da la vuelta y camina un par de pasos hacia la barra que separa la zona de preparación con la de venta y se inclina para observar el piso donde su amigo se encuentra sentado en medio de una crisis.

-Ya se fue, te puedes parar.
-¿¡Lo viste!? ¿¡Viste su carita!?
-Lo veo todos los días, Dazai, siempre viene.
-¿¡Pero lo viste hoy!? ¡Se veía demasiado lindo!

El rubio suspiró y se alejó de la barra para atender a un nuevo cliente que llegó al local en ese momento. Su compañero prepara la bebida que le solicitan y así despachan al joven que apareció y se fue.

-¿Qué nombre dió hoy?
-Martin creo.
-Ya veo.

Kunikida Doppo mira a su amigo y suspira. Dazai Osamu es un muchacho cuya personalidad le molesta y estresa en niveles que no logra dimensionar. Y al mismo tiempo, es alguien que no imagina fuera de su vida. Se conocieron dos años antes, cuando el castaño llegó a la cafetería completamente mojado producto de la lluvia que caía en la ciudad ese día. Ellos ya estaban cerrando cuando apareció; temblaba como un pequeño bebé ciervo y apenas era capaz de mantenerse en pie. Él y Tanizaki (otro compañero) le ayudaron a sentarse y aunque Kunikida le dijo al muchacho que llamara a una ambulancia, Dazai les rogó que no. Dijo que solo necesitaba calentarse el cuerpo y estaría bien, que no llamaran a nadie por solo haber olvidado un paraguas y la fuerza de la tormenta le había azotado tan fuerte que ya se sentía enfermar. Fue tanta la insistencia, y todavía más el miedo en la voz ajena que Tanizaki y Kunikida decidieron hacerle caso y en su lugar, le prepararon un café al chico, le dieron ropa seca y le ayudaron a entrar en calor al prender las máquinas de la cocina.
Estuvieron bastante rato en esa misma posición, hasta que Dazai (quien nunca se presentó en ese instante) tuvo las fuerzas suficientes como para levantarse, agradecer y salir del lugar.
Volvió a la semana siguiente casi en una situación similar, solo que ahora no estaba empapado, estaba herido. Hicieron preguntas, por supuesto que sí. Hablaron con él, prácticamente le rogaron para que les dijera qué le ocurría, pero les salió en cada ocasión con alguna tontería y pronto simplemente dejaron el tema.

La escena se repetía cada dos semanas. Dazai llegaba ya fuese herido o mojado, pedía un café, conversaba de cualquier cosa con Kunikida y Tanizaki y luego se iba.
Fue cuando Kunikida no lo soportó más y sabiendo que Dazai llegaría esa noche, que llamó a su jefe, mismo que habló con el castaño en privado y de pronto... Tenía al tipo trabajando con él.

Eran amigos, sin embargo. Dazai sonreía y molestaba a Kunikida como si de un hermano se tratara. No temía decirle las cosas en la cara y tampoco le asustaba cuando el rubio se enojaba. Era una relación de amor-odio, les decían en el café. Era netamente platónica claramente, y Kunikida debía admitir que adoraba al sujeto y lo consideraba un igual.
Dazai jamás dejó de llegar herido. Las vendas en sus brazos y parte de su cuello ya eran permanentes, aunque nadie además del jefe sabía qué era lo que le ocurría y tampoco nadie hacía preguntas.

-Mañana dile que de su nombre real.
-No soy tu mensajero, dile tú.
-¡Lo haría si pudiera!
-No puedes porque no quieres.
-Que cruel eres, Kunikida-kun.

Volviendo al problema actual, Osamu tenía un crush. Se trataba de un chico pelirrojo que aparecía todos los días para pedir el mismo café dulce de siempre. Osamu lo había visto el primer día que llegó, cuando estaba encargado de preparar las órdenes. Había oído su nombre desde atrás de la barra y había quedado prendado de inmediato.
Sin embargo al día siguiente el chico había dado otro nombre. Y luego otro. Y otro.
Y Osamu no sabía cómo demonios se llamaba. Daba nombres en japonés, en español, incluso sabía que había dado nombres en chino o árabe, pero jamás había repetido uno. Y Dazai jamás le había atendido.

-Solo digo que si lo atiendes tú, quizás diga un nombre decente.
-Todos son nombres decentes, Kunikida, se trata de él.

La mirada soñadora del castaño hace sonreír al rubio y pronto la hora de cerrar llega.
Al día siguiente, la escena se repite y la conversación vuelve a ser la misma. Todos en la cafetería saben del crush que Osamu tiene con el pelirrojo o "chico caramelo" como es el apodo que le dieron por tratarse del sabor de café que siempre pide, así que nadie pierde el tiempo de burlarse de él cada vez que aparece.

Sin embargo, es un día en el cual debía llegar mercadería y realizar entregas de pasteles a otra ciudad cuando todo cambia.
Kunikida está en la parte trasera del local recibiendo todo y Dazai se encarga de atender y preparar las bebidas.
Es un día tranquilo y el hombre es eficiente, así que no teme quedarse solo en absoluto y Doppo tampoco se preocupa demasiado.
Aunque todo da vueltas cuando cierto pelirrojo hace acto de presencia. Osamu está distraído y es por eso que no le ve acercarse al mostrador.

-Hola ¿en qué puedo ayudarte?
-Quiero un café de caramelo, por favor.

Dazai se queda de piedra al alzar la vista y caer en cuenta /finalmente/ de quién está ahí. Doppo entra justo en ese lapsus desde atrás y se percata que su castaño amigo se ha quedado helado mientras el pelirrojo le mira con curiosidad. Kunikida carraspea lo suficientemente alto y se dirige a la barra para preparar la bebida que sabe ha pedido y ruega a todos los cielos porque Dazai reaccione de una maldita vez.

-¿Estás bien?
El chico caramelo habla, ya preocupado por el súbito mutismo del que se supone está tomando su orden e incluso agita una mano frente a su cara para sacarle de ese trance en el cual se ha metido.
Doppo desde atrás no sabe cómo ayudarle y en un desesperado intento por espabilarlo es que le lanza un vaso pequeño a la cabeza. El golpe descoloca a Dazai que se lleva una mano a su nuca y se gira para mirar de mala gana a su amigo. Amigo que le hace caras y gestos para que termine la maldita orden y pueda tener su tan anhelada interacción con el dueño de sus suspiros.

Osamu suspira y se gira, poniendo una de sus mejores sonrisas y es ahí que entra nuevamente al papel de "servidor."

-¿Nombre?
El chico ríe bajito, mira al castaño durante varios segundos y después de un rato, responde:

-Chuuya. Nakahara Chuuya.

Osamu anota el nombre en un vaso que luego le entrega a su compañero y tarde cae en cuenta que no le ha dado solo un nombre. Le ha dado...
Se gira con violencia hacia el pelirrojo que le mira con cierto tinte de diversión en sus azules ojos y no puede evitar sonrojarse por la forma en que sabe, él también le mira.

-¿Qué...?
-Pensé que nunca te animarías a atenderme, he querido preguntar tu nombre desde el primer día, pero jamás consigo hablar contigo.
-Pero...
-Creí que si daba un nombre diferente cada vez vendrías tú a preguntarlo, buena estrategia ¿no?
-¿Estás loco? Es la peor estrategia.
-Bueno, ha funcionado, entonces ¿me dirás tu nombre?
-¿Y qué gano yo?
-Depende de qué quieras, pero podríamos comenzar con un café.

Kunikida se atora con su propia saliva detrás del mostrador y los otros dos desvían su atención hacia él justo cuando está escondiéndose tras la barra. Osamu hace la nota mental de golpearle por interrumpir su conversación, pero también de agradecerle por sacarle de su infinito trance. Aunque por el momento tiene otras prioridades.
Se gira y con una sonrisa, continúa:

-¿Un café de caramelo?
-Conoces mi orden.

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