El empleo con el famoso

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Capítulo 1

Le gustaba ver el sol salir, para ella era como comer un dulce chocolate con su ser amado. Ni idea de cómo se sentiría pero se le hacía hermoso. Veía el sol salir cada que iba camino al colegio, pasaba por el callejón donde normalmente siempre comía una manzana.

Las manzanas son preciosas, tienen un sabor exquisito y su enrojecimiento que da el toque de amor y bondad. Si ella fuese una fruta sería una manzana.

La vida de Diana era un hermoso recorrido por pruebas que había que enfrentar, usualmente había mucha felicidad o tal vez solo la imaginaba...

Así fue el día que cambió su vida.

“31 de agosto de 2020. Lunes. 5:45 am.”

Diana Campbell

Hoy comienzan mis escritos de vida. Decidí hacer esto porque la motivación del señor Jobs, mi maestro de literatura, por relatar mis días me inspiró. Él me convenció de escribir, así como él lo hizo de joven para recordar sus anécdotas cuando ya estuviese viejo. Me alegra ser su amiga.

Desperté muy temprano en la mañana para ir al colegio que queda en la ciudad, la cual está muy lejos de casa. Ya lista, salí de mi pequeña habitación que va directo a la cocina-sala.

—¡Un día más, otra sonrisaaa! ¡AAaaA!—dije desentonada, antes de morder la manzana de la mesa. Una noche antes siempre la dejo ahí.

—O otra desgracia, como el oirte cantar—replicó Ruby, mientras leía el periódico sentada en la mesa del comedor. Es raro que esté en casa, por lo normal siempre sigue en su trabajo a esa hora de la mañana. Tiene al menos cinco empleos diferentes en lo que se turna la semana.

—¡Oye, me ofendes!—coloqué mi mano en el pecho, fingiendo estar ofendida—...da igual, ¡hoy es un día especial!—contesté, dando vueltas en mi propio eje y masticando la dulce manzana.

—¿Es por eso que te levantaste tan temprano?—preguntó Ruby, mirandome con duda, como si el hecho de que yo me levantara temprano fuera raro. Pero bueno, ella casi nunca está así que no sabe mucho sobre a qué hora llego o me voy.

—Antes de ir a la escuela, voy a buscar trabajo en la ciudad—informé, con una sonrisa esplendorosa, entusiasmada de lo que pasaría.

—No vas a ir.

—Voy todos los días—contesté quejumbrosa al ver su negación ante mi presunto trabajo.

Además voy todos los días a la ciudad, porque allí está mi colegio.

El colegio, una de las instituciónes más prestigiosas de la ciudad. Está rodeado de arboles, flores distintivas, fuentes, el cespéd más verde que haya visto en mi vida, maestros cien por ciento dedicados a la enseñanza, y chicos. No, no chicos casuales...

Chicos hijos de empresarios, herederos a grandes riquezas, millonarios desde que nacieron. Pero también hay quienes se ganan el estudiar ahí, con su inteligencia y perseverancia.

¿Yo cómo me gané entrar ahí?
Tengo a mi mejor amiga, Brittany. Heredera a la fortuna de los Marckglary, creadora de productos para cabello.

Por tres años asistí a un colegio público, no me gustan los recuerdos de ahí. Gracias a Brittany, mas bien a su padre, logré incorporarme al colegio; Brittany le pidió a su padre cambiarse a mi escuela para pasar más tiempo juntas, pero él se negó y le ofreció cambiarme a mí de escuela. Claramente acepté.

El señor Marckglary paga mis estudios. No lo conozco pero los paga.

Ruby me siguía mirando fijamente a los ojos con algo de enojo en ellos, pero no respondía nada. Conocí esa mirada, pero yo fui más fuerte que eso.

La caídaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora