~CAPITULO 35~

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Llevo cuatro días aquí, sin resultado alguno. El bastado se sacó la máscara de su verdadera personalidad y resultó ser un pedazo de escoria maldita. Ahora sí quiere que lo llame Señor.

Desalmado.

Necesito salir pronto, no puedo quedarme ni un minuto más aquí o terminaré en una bolsa de residuos.

Me ha torturado de las peores maneras posibles y eso que llevo cuatro días no me quiero ni imaginar que me quede más tiempo, he tratado de ser fuerte e imponerme al miedo que genera en mí pero he fracasado lamentablemente. Sigue con sus órdenes y castigos de no cumplirlas al pie de la letra, está mañana fui víctima de un "castigo".

Sólo de recordarlo se me eriza la piel...

Flashback...

Ven aquí Kayla, quiero follarte— demanda sentado en la silla de su escritorio.

Como debía hacer unos planos me obligó a quedarme en su despacho con él.

No quiero— Niego con la cabeza desde el sillón—, por favor no...

¡No te pregunté si quieres o no!— Apreta su mandíbula, respira y apreta sus ojos por unos segundos para controlarse—. Te di una orden y no me gusta repetirla— Advierte.

Me paro lentamente pero mi cuerpo queda inmóvil, no soy capaz de dar un paso, me hace doler y no quiero experimentar más ese dolor. Mi vista puesta en el suelo se entorpece por el agua que genera mis lagrimales, sin soltarlas aún.

¡TE GUSTA QUE SEA TODO A LA FUERZA!— Golpea su escritorio generando que lo mire asustada.

Se levanta y camina hacía , cuando llega me golpea el estómago, me encorvó por el dolor y la falta de aire, sin verlo venir estoy tirada en el suelo amaderado a causa de la bofetada que me dio. Otro moretón más se suma a mi cuerpo.

Eso es lo que generas por la falta de tu desobediencia.

¿Por la falta de desobediencia o por la locura que tienes?— Recrimino con lágrimas bajando por mis mejillas.

Levanta sus cejas y me mira con pena—: Sí, te gusta que sea todo a la fuerza— Afirma—. Mejor para .

Me coloca boca abajo tan rápido que no me da tiempo de patearlo.

Queda a horcajadas mío, me toma del cuello ejerciendo presión, que obsesión con apretar mi cuello, mi cuerpo se mueve como una serpiente pero con el tamaño y la fuerza de él es en vano. Levanta mi vestido hasta la cintura y baja los tirantes dejando al descubierto mis pechos apretados contra el frío suelo, rompe mis bragas y comienza con su manoseadera en mí, lloro, suplico, me muevo sin lograr nada.

Mis oídos captan el ruido de su cremallera, además de su respiración agitada, entro en pánico. No quiero de nuevo esto. Y de repente mi dolor en mi entrepierna se hace notar dejándome saber que su sucio miembro entró en mí.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora